Conversaciones en el hoyo 19: natalidad

—Según parece está descendiendo la natalidad—dejó caer Santiago.
—Hombre, claro—contestó Juan—.¿A quién se le ocurre traer a este planeta a un futuro desgraciado más?. La última vez que leí la prensa, hace años, solamente había noticias desagradables: guerras, asesinatos, robos… salvo alguna, presentando el último vestido que se había puesto la esposa del rey impuesto por el dictador.
—Es curioso el hecho de que hoy en día es tendencia no leer la prensa ni ver programas de noticias en la televisión—apuntó Inés—. Creo que son los jóvenes quienes han renunciado a ello.
—No me extraña nada—explicó Pascual—. También existe una tendencia a evadirse de la realidad.
—¿Cómo?. ¿Evadirse de la realidad?—preguntó Inés.


—No sé si os habéis dado cuenta del enorme éxito que tiene hoy en día la literatura y el cine de los géneros de fantasía y ciencia ficción—explicó Pascual—. La gente está harta de temáticas que hablen de la guerra civil, de corrupción, de masacres e incluso de historias de sociedades como la norteamericana en las que los protagonistas no son más que policías, delincuentes, abogados, ejército patriótico y presidentes del gobierno.
—Y esta mierda llega a todo el mundo—ratificó Juan.
—Menudos ellos, los norteamericanos, que, según sus películas tienen unos pisos de como mínimo, trescientos metros cuadrados—comentó Inés—, y cuyo propietario ó propietaria lo primero que hace al llegar a casa es servirse una copa de vino.
—Ah. Recuerdo cuando nos machacaban con sus películas del oeste—dijo Santiago riendo—. Crearon un cine épico basado en unos garrulos venidos de Inglaterra, incultos en su mayoría, con armas de fuego. ¿Qué podía salir mal?. Que se lo pregunten a los ciudadanos que ya vivían en el país y que fueron masacrados por esos garrulos incultos para quienes la única ley era la de sus armas. Un país creado en base a una masacre.


—Bueno. También los españoles hicieron algo parecido en América—dijo Pascual.
—Si, pero no le hemos dado tanto bombo como los de Usa—aclaró Inés—. No hemos creado una historia épica de nuestras “hazañas”.
—Volviendo al tema de la natalidad—dijo Pascual—. También he observado la gran cantidad de libros de autoayuda que se venden en las librerías. Si la gente de este planeta fuera normal no haría falta que recurrieran a un libro que les enseñe cómo actuar en sus vidas para ser felices. Tiene gracia pensar que se está poniendo de moda la asistencia psicológica a las víctimas de hechos provocados por la mala gestión de la administración. En lugar de solucionar la causa del mal, dan ayuda psicológica a las víctimas, a posteriori. Que les pregunten a los familiares de los niños asesinados por sus compañeros de instituto. O a los familiares de las víctimas del atentado de las torres gemelas.
—Claro. Si América del Norte no se dedicara a crear guerras por el planeta, no sería atacada por el terrorismo—explicó Santiago—. Lo que pasó en nuestro país es la prueba clara. España decidió enviar tropas a Iraq y en poco tiempo tuvimos un atentado terrorista.


—Por eso digo que lo mejor es no leer la prensa ya que nos manipula—dijo Juan—. A raíz de la guerra de Ucrania nos han presentado al presidente ruso como si fuera un psicópata. Yo no estoy seguro de que lo sea. Si miramos hacia el otro lado, no veo diferencia entre el presidente ruso y el norteamericano. Lo mejor sería que fueran los rusos los que solucionaran sus problemas y que los norteamericanos dejaran al mundo en paz, sin meterse en los asuntos de los otros países, por muy beneficioso que sea para su economía. Estamos en un mundo en el que la hipocresía campa a sus anchas. Si un país habla de una forma y actúa de forma diferente, lo lógico es ignorarlo. Y así se va haciendo más grande la bola de nieve, a base de ir sumando hipocresías.
—Si ignoramos a los países que actúan de forma hipócrita, nos quedaremos sin interlocutores—explicó Santiago—. Quizás el problema está en los políticos, que son los que representan al país.
—Que prometen unas cosas durante la campaña y luego hacen lo contrario—dijo Inés—. Si tuviéramos una verdadera democracia los políticos estarían obligados a preguntar al pueblo antes de dar cualquier paso.
—Lo que me recuerda a ese presidente del gobierno que nos metió en una guerra sin preguntarnos primero—añadió Juan—. Y luego tuvimos el atentado.
—Moraleja—concluyó Santiago—: no traigas hijos al mundo. Les ahorrarás un montón de sufrimientos.

Conversaciones en el hoyo 19: demo ¿qué?

—No sé si sabéis que se ha muerto la reina de Inglaterra—dijo Inés.
—¡No me digas!.¿Alguien no se ha enterado?—contestó Juan riendo—. Dos putas semanas no hablando de otra cosa. Hacía tiempo que no se hacía un espectáculo como ese.
—Lo que me ha sorprendido es la cantidad de gente que ha asistido a las ceremonias—añadió Pascual—. Parece mentira la cantidad de borregos que hay en ese país. Para mi, un país con monarquía es un país que no es demócrata.
—Hombre. Mira Suecia—objetó Santiago—. Allí son demócratas.
—No estoy de acuerdo—contestó Pascual—. Para que haya democracia se debe partir de la base de que todos han de ser iguales. Que nadie es más que otro. Y cuando una familia tiene privilegios de los que carece el resto de la población, ya no están cumpliendo con esa condición imprescindible de la democracia.


—Estoy de acuerdo contigo, Pascual—Juan bebió un trago de su cerveza—. Alguna vez ya os lo he comentado: no hay país en el mundo en el que exista la democracia. Algún que otro país ha creado un sucedáneo que se asemeja bastante, pero todos tienen errores importantes. En realidad deberían llamar a los distintos sucedáneos, “timocracia” ya que no es otra cosa que un engaño que hacen las clases dominantes a su inculto pueblo. En eso se basan, en la incultura de la gente, ya que no les conviene tener gente instruida. De ahí que estén dejando la cultura en las escuelas de pago, para gente de clase alta y se están cargando la escuela pública.
—Es curioso como se lo han ido montando, a través de los siglos—añadió Inés—. Han creado unas leyes que han escrito de la forma más críptica posible, para que sólo los abogados puedan entenderlas; ni que decir tiene el sistema tributario, hecho para que lo entiendan sólo los profesionales y calculado para que la gente rica pueda reducir sus impuestos.


—Bueno—aclaró Santiago—. Llevamos toda la historia de la humanidad en las mismas condiciones. La supremacía de un grupo sobre el resto. Nunca ha cambiado nada.
—Tal vez lo que ha cambiado han sido las excusas que utilizaban para engañar a la gente—añadió Juan—. Las palabras dios ó patria ya no tienen el significado que antes tenían. Si le dices a alguien que un rey es alguien elegido por dios, ese alguien se descojonará, lo mismo que si le hablas de patria. A no ser que seas ciudadano de Estados Unidos, donde el concepto patria te lo inculcan desde niño y acabas creyéndolo. Es el mismo sistema que utilizó la iglesia católica en los anteriores siglos: gran comida de coco cuando eres un niño y así acaban creyendo en sus cuentos de hadas.
—Pero ¿tiene arreglo este mundo?—preguntó Santiago.
—Yo creo que no. Mientras la gente carezca de cultura, seguirán creyendo que viven en países demócratas—repuso Juan—. Seguirán asistiendo a funerales de reyezuelos y leerán en la prensa el último modelito de alta costura que se ha puesto la puta reina de algún país y seguirán creyendo que viven en un estado que respeta los derechos humanos.

Conversaciones en el hoyo 19:el reciclado

— No has estado inspirado hoy, Santiago.
— Tampoco te extrañe, Juan—repuso—. Llevo días peleado con el ayuntamiento. Por el puto reciclado de las basuras.
—Hombre. Reciclar basuras es bueno—dijo Pascual.
—Desde luego que lo es—contestó Santiago—. El problema es el cómo lo haces. Esos cambios no pueden hacerse en quince días y menos en pleno verano, cuando la mitad de la población se ha ido de vacaciones. En apenas quince días tenías que recoger los recipientes para la basura, en un lugar en el otro extremo del pueblo y en el que tenías que hacer una hora de cola. Tengo una vecina de noventa y tantos años y la pobre no podía ir a recoger esos recipientes. Luego los cursos, en los que explicaban cómo había de hacerse el reciclado, a los que podían ir los jubilados, pero no la gente que trabaja, por horario y por estar muchos de ellos de vacaciones. Para más inri te pedían una dirección de correo y el numero de teléfono.
—Un sistema muy fino de hacerse con tus datos y saltarse tu privacidad—añadió Juan—. Ahora pueden vender esos datos a empresas que viven de eso.


—He de reconocer que yo no los di—explicó Santiago—. Puse cara de idiota y les dije que no tenía correo ni teléfono y la cosa coló.
—Pero, seguro que han conseguido esos datos de, por lo menos, el noventa por ciento de la población—añadió Juan.
—Seguro que si. La gente no tiene idea de lo que es la privacidad—dijo Inés.
—Bueno. La cuestión es que ahora, con el nuevo sistema de recogida de basuras, hay días que la recogen y días que no—resumió Santiago—. A pesar de que en su día el ayuntamiento dijo que lo haría, no te ponen ninguna nota que explique la razón por la que no te han recogido la basura. Ya que se toman la molestia de revolver tu basura para saber si lo que has puesto allí se ajusta a lo que ellos desean que pongas en la bolsa.
—Vamos. Que vuelven a saltarse la privacidad al indagar lo que pones en la basura—apuntó Juan—. No sé hasta que punto tienen derecho a mirar la basura de cada vecino.
—Y lo ponen fácil los vecinos: en los recipientes que sacan a la calle tienen escrito el domicilio completo—añadió Santiago—. El mío que únicamente lleva una marca es el único de mi escalera que no lleva esos datos. Por eliminación podrían averiguar dónde vivo.


—Y han sacado del pueblo todos los containers de basura, dejando únicamente los de vidrio—siguió explicando Santiago—. Me consta que hay muchos vecinos que van a los pueblos cercanos a echar la basura, ya que ese cambio les ha pillado a contrapié. Es lo que tiene hacer los cambios sin apenas tiempo. Si se lo hubieran currado para hacer los cambios en tres meses, la cosa hubiera ido de otra manera. Ahora más de la mitad de la población está en contra del ayuntamiento por no haber pensado un poco, antes de hacer los cambios.


—Eso me recuerda a los dos sistemas operativos comerciales que hay hoy en día—dijo Juan, riendo—. Windows, que en todos los años que lleva, jamás ha pensado en hacer las cosas bien, lo cual les ha llevado a tener que obligar a hacer sus actualizaciones a sus usuarios, porqué esos, si pudieran elegir, no las harían. Y por otro lado, Apple, que piensa todas y cada una de las modificaciones de su sistema, por lo que cualquiera de sus actualizaciones son siempre bien recibidas por los usuarios.
—Vamos. Se nota que los desarrolladores de Apple trabajan con sus equipos y los de Microsoft…—concretó Pascual.
—Los de Microsoft—interrumpió Juan— deben trabajar con equipos Apple.


—Moraleja. No elijas nunca a un alcalde que no haya trabajado en su vida—dijo Inés—. Esa gente es incapaz de hacerse una idea de cómo ha de hacerse un cambio y pensar en sus implicaciones.
—Bueno—apuntó Pascual—. En realidad, en Catalunya, la política funciona así. Serás un inútil como alcalde, pero el hecho de ser de un partido separatista te lo justifica todo. Además los alcaldes saben que lo único que les hace ganar votos es la fiesta mayor. Puedes organizar una birria de recogida de basuras pero lo que te salva es como funcione la fiesta mayor del pueblo.
—Empiezo a entender el síndrome de Diógenes—observó Santiago—. En realidad se trata de gente muy mayor que no puede sacar la basura por tener movilidad reducida. La verdad es que no se lo ponen fácil para hacerlo.
—Y así vamos…