— Es curioso…—dijo Pascual, pensativo.
— ¿Qué es curioso?—preguntó Inés.
— No sé si os habéis fijado en ello—respondió Pascual—. Todos los grupos de jugadores que hemos ido encontrando en el campo hablaban entre ellos en castellano. Y cuando nosotros les interpelábamos, se pasaban al catalán a pesar de que iniciábamos la conversación con ellos en castellano.
— Desde luego que es curioso—contestó Juan—. ¿Cuál será la causa?.
—Sólo se me ocurre una—dijo Pascual—. El miedo social.
— ¿Y eso qué es?—preguntó Santiago.
— No es más que una teoría mía—repuso Pascual—. A todos nos gusta caer bien a los demás. La prueba son los millones de personas que viven pendientes de su aceptación en las redes sociales por los demás usuarios. Aquí en Cataluña está bien visto que hables catalán. Para muchos es una manera de diferenciarte de la “chusma” que no lo habla. Una manera de decir al interlocutor que tienes una cierta cultura que el otro no tiene. Me pregunto, ¿cuándo habláis en castellano y cuando lo hacéis en catalán?.
— Depende del interlocutor—contestó Inés—. Cuando te hablan en castellano contesto en castellano. Cuando lo hacen en catalán les hablo en catalán.
— Yo también—contestó Santiago.
— Y yo—dijo Juan.
— Y ¿en qué idioma pensáis?—preguntó Pascual.
— En castellano—repuso Inés—. En nuestra infancia el catalán estaba prohibido por el dictador y aprendimos a pensar en castellano. Es curioso, pero nuestra sociedad se mueve de forma pendular: vamos de un extremo a otro. Durante la dictadura no se podía hablar en catalán. Ahora estamos en el otro extremo y lo que está mal visto es hablar en castellano. Supongo que es obra de nuestros políticos que aún no se han dado cuenta de que la mayoría de la gente habla en castellano con los suyos…
— Y hablan en catalán con los desconocidos—puntualizó Pascual—. Para quedar bien.
— Y ¿qué os parece el asalto de la ultraderecha en el mundo?— preguntó Juan, cambiando de tema.
— Me parece curioso que tengan tantos votantes. Me recuerda un poco a la historia del emperador Claudio que narró Robert Graves— contestó Pascual—. Claudio era republicano. No le gustaba la figura del emperador, aunque no tuvo más remedio que serlo. Al final de su vida, se dejó envenenar por su esposa, que quería poner en su lugar a su hijo Nerón, un chico que estaba medio loco. Pensó que Nerón se cargaría la monarquía y así se restablecería la república. Y tengo la sensación de que la gente está actuando igual con la extremo-derecha: votar por unos años de desatino para al final volver a los cauces normales. De esta forma, en el poder, los “ultras” se desprestigiarán ellos solos, como pretendía Claudio con Nerón.
— Dudo que les funcione— puntualizó Inés—. Esos tíos son capaces de eliminar el mundo.
— Bueno. A nosotros nos da lo mismo—contestó Santiago—. Ya somos viejos y lo único que nos queda por hacer es estirar la pata. Por cierto, el otro día una operadora me llamó viejo porqué al llamarme para que aceptara las nuevas condiciones de mi contrato le dije que cuando me llegara el contrato por correo, me lo leería y decidiría si dar ó no mi consentimiento. Me dijo que hoy en día ya no se envían los contratos por escrito y que tenía que leerlo en la página web. Vamos. Que yo estaba desfasado y que soy viejo por no aceptar algo que hoy en día se hace. Le contesté que el contenido de una página web puede ser cambiado en cinco minutos de forma unilateral y que un contrato por escrito, firmado y en mi poder no puede ser modificado por nadie.
— Ah. El mundo está cambiando y para mal—contestó Juan—. Estoy de acuerdo con tu punto de vista. La de operadoras de telefonía que venden que tu contrato te mantendrá el precio “de por vida” y a los seis meses te suben el importe de la factura sin avisarte. O Steam que te vende los juegos que nunca serán tuyos ya que llevan drm y si no te conectas a esa empresa no podrás jugar, Ni venderlos ni regalarlos. Es un timo. Si hablaran de alquilar juegos y pusieran precios de alquiler, tendría más lógica. No hace mucho, Steam anunció que en caso de fallecimiento de un usuario, los juegos se perdían y ningún descendiente podría tener acceso a los juegos del finado. Y lo mismo pasa con Amazon que te vende libros que nunca serán tuyos por la misma razón. Menudo concepto tienen de lo que es la propiedad. Y lo peor es que los clientes no buscan alternativas a ese timo y siguen comprando en esas tiendas.
— Lo que yo digo: nos mean encima y nos hacen creer que llueve—dijo riendo Inés.