Conversaciones en el hoyo 19: empresas y empresas

—¿Os habéis enterado de la reestructuración de los canales de televisión?—preguntó Santiago, añadiendo—:parece ser que han mejorado la calidad de las emisiones.
—Hombre, qué quieres que te diga—contestó Pascual—. Si envuelves la basura en un bonito paquete, ésta sigue siendo basura. Y eso es lo que es lo que emiten las distintas cadenas:basura.
Se acercó el camarero, trayendo las cervezas y el picoteo de los amigos. Mientras iba dejando cada cosa sobre la mesa Juan le preguntó:
—Pablo, ¿has acabado la carrera?.
—Si—contestó el camarero, un chico de poco más de veinte años, esbozando una sonrisa—. Ahora estoy buscando trabajo. No sé si decantarme por una multinacional ó por una empresa pequeña.
—Si te sirve de algo mi consejo, yo elegiría una empresa pequeña—explicó Pascual—. Es verdad que en una empresa pequeña tienes menos posibilidades de promoción pero también, si valoras tu tiempo, dispones de un mayor espacio para tu vida privada. Si tienes familia lo valorarás.
—Por el contrario, trabajar en una multinacional es más jodido, ya que por regla general te exigen estar “alineado” con los principios de la empresa—dijo Juan—. Salvo Inés, todos nosotros hemos trabajado en una multinacional y sabemos lo que te espera.


—¿“Alineado”?—preguntó Pablo.
—Una de las características de las multinacionales es su capacidad para “comer el tarro” a sus trabajadores—explicó Juan—. En esas empresas hay un montón de jefes que apenas hacen nada. Y esos tíos tienen que justificar su trabajo. Por ello, ya sea a través de los cursos a los que asisten ó a lecturas de libros de “cultura” empresarial, han de “motivar” a sus empleados con esas ideas que han aprendido. El resultado es el hecho de que además de tener que hacer tu trabajo, deberás de asistir a un montón de reuniones “motivacionales” en las que te explicarán obviedades y que servirán para que tengas que alargar tu jornada laboral para poder acabar tu trabajo diario. Por no contar los fines de semana en los que tendrás que asistir a las actividades que te organicen. La no asistencia implica que te etiqueten como “no alineado” y eso te eliminará de la lista de los procionables e incluso puede ser causa de despido.
—Lo que convierte a la empresa en una especie de religión, que a diferencia de las religiones no es voluntaria—dijo Santiago.


—Y luego están las razones éticas de trabajar en una multinacional—añadió Pascual—. Las multinacionales, al trabajar en distintos países se aprovechan de sus diferentes leyes. Por ejemplo, si en nuestro país está prohibida la esclavitud, seguro que en alguno de los estados en los que tienen alguna sucursal no encuentran traba alguna para utilizar mano de obra sometida a servidumbre forzosa, niños incluidos. Eso lo podemos extrapolar a todos los ámbitos, ya sea económico, social, político… En todo aspecto se aprovecharán de la ventaja de trabajar en distintos países.
—Por no decir que también se dedican al soborno de políticos—explicó Juan—. Fomentando ciertas dictaduras afines e incluso, como hace la Innombrable en nuestro país, creando una oficina cuyo propósito es facilitar la promoción de determinados cargos políticos que comparten sus intereses. No sé si os habéis dado cuenta de que, en plena sequía, la Innombrable sigue embotellando agua como si nada. Seguro que hay algunos políticos por ahí que miran hacia otro lado, no sea que pierdan los sobornos de la multinacional. Y la prensa, también mirando hacia otro lado para no dejar de ganar los ingresos en publicidad de esa empresa.
—Creo que me habéis convencido—dijo Pablo riendo—. Ya os comunicaré mi decisión.
—Cuídate Pablo—dijo Santiago mientras Pablo volvía a la barra—. ¿Cómo se pueden evitar los desmanes de las multinacionales?.
—Lo único que se me ocurre es crear una ley internacional que obligue a esas empresas a cumplir con unos mínimos en todos los países—repuso Juan—. Impidiendo que puedan variar las reglas del juego en función del país. Y a la empresa que no cumpla, cierre inmediato con denuncia penal para sus dirigentes.
—Sospecho que será difícil conseguirlo—dijo Pascual.

Conversaciones en el hoyo 19: guerras

—Debe ser el calor—dijo Santiago—. Y eso que estamos jugando a última hora.
Se refería al mal juego de aquel día, en el que en contadas ocasiones, habían conseguido el par.
—O quizás al hecho de que ninguno de nosotros haya traído agua para beber durante el recorrido—Inés tenía las ideas claras. No había más que mirar los rostros descompuestos de sus amigos para saberlo. Observó como todos ellos vertían en el vaso el contenido de las cervezas que acababa de traer el camarero y bebían un largo trago. Casi al momento, los rostros se fueron distendiendo.
—Hoy he pagado casi noventa euros por la gasolina—dijo Pascual, añadiendo: —. Si a eso le añadimos que este mes me cobran por la manutención de esa familia de parásitos que puso el dictador con la denominación de reyes, da para jugar al golf de pena.
—El precio de la gasolina será por la puñetera guerra de Ucrania—apuntó Inés—. La culpa es de los malditos rusos. Por lo menos es lo que dicen los Estados Unidos y la mayoría de los países europeos.


—Traduciendo tus frases: un país que lleva decenas de años invadiendo países sin justificación, protesta porqué otro país hace lo mismo—aclaró Juan—. Eso sí, con el beneplácito de los países europeos cuya moralidad no tiene que envidiar en nada a la norteamericana.
—Según dicen los norteamericanos, pretenden llevar la democracia al resto del mundo—la carcajada fue general. Incluso Inés se rio—. Vale, era un sarcasmo.
—Yo me uno al expresidente de Uruguay, Mujica, que decía: “por favor, americanos, no nos traigáis la democracia”—comentó Pascual—. Afortunadamente para ellos, el país no tiene petroleo ni minerales importantes que puedan justificar “llevarles la democracia”.
—¡Que mundo tan podrido!—dijo indignado Santiago—. Bueno, es cierto. La historia nos ha enseñado que siempre ha sido así y que sólo han cambiado las excusas para justificar invasiones. Pero pensar que en más de cinco mil años no hemos adelantado ni un solo metro en la buena dirección, es como para plantearse no traer mas hijos al mundo. Imaginad que el ser humano empieza a salir del planeta y monta bases en toda la galaxia. Menudo futuro le espera al universo con esos dirigentes tarados que hay ahora y habrá en el futuro.


—Lamento decirte que el hecho de no querer traer más hijos al mundo dentro de poco, no servirá para nada—apuntó Juan—. Conste que es una gran idea dejar que la humanidad se extinga del todo, pero la ciencia avanza y no creo que tarde mucho en conseguir generar seres humanos sin ayuda nuestra. Incluso dominará la genética y podrá crear diferentes tipos de hombres y mujeres como en el libro de Huxley “un mundo feliz”: los Alfas, los Betas, los Gamas, los deltas y los Epsilon. Es curioso pensar que un libro de 1932 se esté convirtiendo poco a poco en nuestra realidad actual.
—Seamos optimistas—dijo Santiago—. Quizás se descubra el gen de la psicopatía y se pueda convertir a esos tarados en seres normales. O apartarlos de la sociedad.
—Tengo la sospecha—replicó Juan riendo—que ese gen será el que tendrán los Alfa del futuro, la clase dominante del libro de Huxley. Será por eso que siempre me alegro cuando hay un funeral de estado.
Santiago no lo dudó:
—Claro, un hijo de puta menos—dijo.