Conversaciones en el hoyo 19: elecciones

— Hay que ver cómo cambian las cosas en mi pueblo—explicó Pascual—. Durante mucho tiempo el ayuntamiento ha pasado desapercibido y éste año no para de hacer cosas. Cada domingo orquesta en la plaza mayor, arreglos en las calles. En fin, todo dejado para el último año.
—Claro. Estamos en año de elecciones—contestó Juan—.Los políticos saben que la gente es como es y que valoran las cuatro idioteces hechas a última hora.
—La verdad—dijo Santiago— es que no sé a quien votar. En mi pueblo los partidos han seleccionado a unos cabezas de lista que son unos perfectos incompetentes. Gente que lleva treinta años dedicados a la política que son incapaces de apartarse para dejar paso a sangre joven. Y lo peor es que no hay otras opciones.
No sé si os acordaréis de aquel vecino que tengo que está dando problemas a nuestra comunidad. Recordaréis que lo denunciamos al ayuntamiento. Ellos estudiaron el caso y emitieron una resolución, calificando de falta grave lo que había hecho el vecino y haciéndole retirar los containers que había puesto en su jardín. Pasaron ocho meses y todo seguía igual, por lo que concerté una entrevista con los servicios jurídicos del ayuntamiento. Tras el retraso provocado por la mini manifestación de todos los funcionarios del ayuntamiento en contra de la guerra de Ucrania, con discurso del alcalde incluido, pude hablar con la abogada de los servicios jurídicos. Al parecer lleva en el cargo dos meses, ya que el responsable anterior se había ido a otro lado. Debido a eso, todo el procedimiento contra el vecino, hay que volver a iniciarlo, ya que han pasado más de seis meses desde que se inició y por ley están obligados a cerrarlo y volver a empezar. Moraleja: el alcalde es incapaz de gestionar bien su propio ayuntamiento. ¿Cómo pretende gestionar el pueblo si es incapaz de hacerlo con sus funcionarios?.
—Ya sabéis como pienso—repuso Juan—. Si quieres cambiar las cosas hay dos maneras: a nivel estatal, lo cual significaría derramamiento de sangre y luchas fratricidas. A nivel local, que significa plantar una semilla en tu pueblo, hacer las cosas bien y esperar a que la semilla germine y se extienda a otros pueblos.


—Lo cual significa…—apuntó Inés.
—Buscar en el pueblo a una persona competente, hacerle presentar a las elecciones como independiente, elegirlo y dejar que pregunte a sus paisanos qué proyectos quieren que se lleven a cabo e incluso presentar sus propios proyectos y que la gente se pronuncie sobre ellos.
—Uf. Eso sería democracia de verdad y no esa mierda que tenemos ahora con ese nombre—opinó Santiago—. Que hoy en día se tengan que organizar manifestaciones para expresar nuestras ideas, opiniones que pocas veces son tenidas en cuenta, dice mucho del tipo de democracia que tenemos.

—Hombre, que estamos en España—le contestó Pascual—. Este es el país de los vividores, cuyo mayor ejemplo es el rey, a quien le pagan por no hacer nada y por decir obviedades en sus discursos que luego la prensa destaca como si fueran nuevas ideas. Y el rey no es el único. Todavía estoy esperando a que alguien me explique a qué se dedican los procuradores aparte de poner la mano para cobrar. O los políticos a quienes cuando les pillan robando ó prevaricando obtienen un juicio que dura años y más años y si los condenan, un indulto del gobierno. Empresas y empresarios que están por encima de la ley, la iglesia y sus inmatriculaciones, privatizaciones de la sanidad, bancos que engañan a sus clientes…
—Vividores—resumió Juan—. Sospecho que la época de la picaresca no terminó, ya que seguimos en ella.
—Y conste que no es nuestro país el único que funciona así—añadió Pascual—. En realidad todos los países funcionan de la misma forma y siempre ha sido así. Unos privilegiados que se imponen al resto de la gente.
—Es triste pensar que siempre ha sido así—dijo Santiago.

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