—Creo que ya voy entendiendo un poco de política—dijo Inés.
—No te compliques la vida—repuso Juan—. Es mucho mejor vivir la vida y olvidarse de la basura que nos rodea. ¿Qué ha pasado?.
—Me ha tocado ser la presidenta de mi comunidad—explicó Inés.
—Eso lo explica todo—dijo Santiago riendo—. Una comunidad de propietarios es el camino perfecto para aprender política.
—Y que lo digas—contestó Inés—. Los miembros de la comunidad creen que por el hecho de haber contratado una empresa para que lleve la administración ya está todo resuelto.
—Y no es así, por lo que parece—añadió Pascual, mientras intentaba capturar una aceituna rebelde con el palillo.
—Todo va bien mientras no hay problemas—explicó Inés—. La empresa de administración cumple con su papel, que básicamente consiste en llevar la contabilidad y asistir a las reuniones anuales. Pero luego viene el covid19 y la crisis, lo que nos obliga a controlar los gastos. Si a eso le añadís un temporal que provoca una inundación en el aparcamiento que afecta al ascensor, cuyo foso se llena de agua, ya tenemos la tormenta perfecta.
—Sigue. Que esto se pone interesante—la animó Juan.
—La inundación requiere que venga un camión con una cuba para extraer el agua. Luego hay que reparar el ascensor, ya que su placa base se ha mojado, así como un montón de piezas más.
—Vamos… un pastón—apuntó Pascual.
—Se convoca una asamblea extraordinaria para comentar la situación y la empresa que lleva la administración aprovecha la reunión para colar a un comercial de la empresa que lleva el mantenimiento del ascensor—explicó Inés.
—Inés. Come un poco, que tanto hablar estás quedándote sin aperitivo—dijo Santiago—. Ya continúo yo con la historia. El comercial de la empresa de los ascensores os dice que la placa base jodida del ascensor ya no se fabrica y que sería una buena idea modernizar el ascensor, cambiando motor, circuitos y la botonera, dejándolo como para una película de ciencia ficción. Todo ello por un precio astronómico, pero claro, como somos unos buenos clientes, nos ayudará aplicando un descuento del cinco por ciento si lo aceptamos “ya” y abriéndonos una línea de crédito sin intereses. ¿Voy bien?.
—Sólo cambia el descuento—contestó Inés con la boca llena—. Es un diez por ciento.
—Bueno. En lo esencial he acertado—dijo riendo Santiago—. La pregunta es: ¿por qué la empresa de administración llevó a ese comercial a la reunión?.
—¿No lo sabes?—a Juan le encantaba contestar preguntas con otras preguntas—. Por la comisión. Estamos en un país en el que no se hace nada sin que haya de por medio una comisión. Hasta el rey cobra comisiones de todo. Y una empresa que se dedica a la administración de comunidades no llegaría a fin de mes sin esas comisiones. ¿Aceptasteis la oferta?.
—No. Y lo curioso es que esa empresa “logró” reparar esa placa base averiada y todo volvió a funcionar—dijo Inés.
—Bueno. Pues tema resuelto—indicó Pascual.
—No lo creas—Inés bebió un largo trago de su cerveza y continuó—. La compañía de seguros no quiere pagar la cuba para extraer el agua del foso. Según dice, el agua provenía del subsuelo y no de la lluvia. Además dice que ese día cayeron menos de cuarenta litros de agua de lluvia, que es la cantidad por la que se considera “anormal” la lluvia.
—Si no llegó a esa cantidad, es lógico que digan eso—dijo Pascual.
—Estuve mirando los datos de un observatorio meteorológico oficial de la zona. El día de la inundación cayeron noventa y cinco litros en una hora. Por otro lado, un vecino del aparcamiento filmó la entrada de agua del exterior a través de un extractor de humos. Y en el vídeo se ve que el agua entra a borbotones. Vamos, que eso del agua freática es una mala excusa…
—Yo de ti cambiaría de empresa de administración—dijo Santiago—. Y de aseguradora…
—Esta es la gracia de la democracia—dijo Inés riendo—. Eso se ha de aprobar por mayoría y la gente tiene mucho aprecio por la mujer que viene a las reuniones. Parecen dispuestos a mirar a otro lado, a pesar de que son incapaces de poner en su sitio a la compañía de seguros y arreglar la entrada de agua. Lo cómodo es no complicarse la vida y pagar por algo que debería pagar la aseguradora. Por eso os he dicho que estoy aprendiendo mucho de política. La gente elige una administración y no importa lo que haga luego. En mi edificio estamos pagando ochenta euros por cambiar una bombilla de la escalera que no vale más de cuatro.
—Y si eso lo extrapolamos a un país, podemos entender por qué la administración va como va—concluyó Juan.