— Día memorable—dijo Santiago, satisfecho con los 18 hoyos que acababa de jugar.
—Y que lo digas—añadió Juan—. Hoy todos hemos jugado muy bien. Nos salía todo lo que intentábamos.
—Imagino habéis visto que han retirado un montón de helados de la Innombrable, por tener óxido de etileno—dijo Pascual, que había trabajado en la multinacional muchos años.
—Pues ya tienen motivos para reducir el aumento de sueldo de sus trabajadores el año que viene—dijo riendo Santiago—. Por lo que recuerdo, los trabajadores de esa empresa hacían apuestas en el bar acerca de la excusa que iba a utilizar la Innombrable para reducir el aumento anual. Cuando hacía poco calor en verano y vendían menos helados esa era la excusa. O que el precio de la leche había subido. La cuestión era no subir el sueldo a sus trabajadores.
—Yo hace años que intento no comprar nada de esa multinacional. No sé si os habéis dado cuenta de que cuando pillan a empresas con irregularidades, la Innombrable aparece siempre. Ya sea por el aceite de palma, las avellanas turcas que compra, el agua que extrae en lugares con sequía, los despidos de trabajadores en Colombia por exigir sus derechos…—explicó Pascual—. Y lo peor es que los pillan siempre. Gastan millones en intentar convencernos de que tienen unos principios intachables y luego aparecen noticias en los pocos medios que no tienen controlados, explicando sus sucios negocios. Lo que está claro es que en cada país en el que tienen fábricas, sus principios cambian.
—¿Qué les pasa a las avellanas turcas?—preguntó Inés.
—Son recolectadas por empresas que tienen esclavizados a sus empleados, de los que muchos de ellos son niños—dijo Juan—. Turquía tiene leyes que prohiben esos abusos, pero los políticos hacen la vista gorda. La historia de toda la vida.
—Me chocó una cosa de esa empresa—apuntó Inés—. Tenían en el super donde compro una estantería con sus cafés. A un lado los cafés de siempre, supongo comprados en el mercado de cafés y en el otro lado bolsas de café hechas con aparentemente, papel reciclado en las que pone algo así como “cultivo sostenible”. Me sorprendió el hecho de que jugaran con dos barajas distintas: la del café sostenible y la del café no sostenible.
—Supongo que quieren pillar a todos los clientes posibles—dijo Juan, riendo—. Los que tienen principios y los que no los tienen. Así abarcan todo el mercado. Demuestra el único principio que tiene la empresa: ganar dinero. Lo demás son patrañas.
—Pues si aplicamos ese principio a la Innombrable y dada la cantidad de veces que han pillado a esta multinacional cometiendo irregularidades y mintiendo—razonó Santiago—, está muy claro que el contenido de esas bolsas de “café sostenible” tiene muchas posibilidades de no ser otra cosa que café comprado en el mercado de cafés y vendido como si fuera del otro tipo.
—Tienes razón. ¿Cómo fiarte de lo que dicen, si son unos mentirosos?—Inés lo tenía claro—. No pienso comprarles nunca más.
—El problema de estas empresas es que tienen tantas marcas distintas que si quieres dejar de comprar sus productos se hace muy difícil saber qué es de la Innombrable y qué no lo es—apuntó Pascual—. En el super en el que compro, casi diría que el 90 por ciento de sus productos son de la Innombrable.
—Es una sugerencia que voy a plantear a los chicos de Yuka—dijo Juan—. Que pongan en su programa a qué empresa pertenecen sus productos.
—¿Yuka?—preguntó Santiago.
—Ya os enseñé el programa—contestó Juan—. Vas al súper, escaneas el código de barras de cualquier producto y el programa te dice si el producto es saludable ó no, así como posibles alternativas.
—Espera un momento—dijo Inés mientras miraba en su móvil—. Sí que sale el nombre de la empresa de cada producto en Yuka.
—Si vas a Mercadona muchos de sus productos aparecen como marca propia, pero no te indican quién ha fabricado el producto—explicó Juan—. Y para los productos que no son marca blanca, te aparece el nombre del fabricante pero no a qué multinacional pertenece. Es a eso a lo que me refería.
—No lo tendrán fácil. Las multinacionales carecen de transparencia y entre ellas se traspasan las marcas con mucha frecuencia—comentó Pascual.
—Yo, por si acaso, lo voy a plantear en Yuka—dijo Juan—. El no ya lo tengo.
—¡En menudo jardín los vas a meter si quieren hacerte caso!—se rio Inés.