Conversaciones en el hoyo 19: corrupción

—Mala suerte que el bar estuviera cerrado—dijo Pascual—. Que tengamos que acabar aquí para hacer el aperitivo…
Estaban en el bar de una gasolinera, ya que el bar del golf estaba cerrado, como todos los martes.
—Míralo desde el punto de vista positivo—contestó Santiago—. Aquí tenemos emoción.
—¿Emoción?—preguntó Inés.
—Ah, se ve que no conocéis este sitio—repuso risueño Santiago—. Yo suelo venir aquí una vez al año a poner gasolina y siempre han intentado colarme algo en la factura que no había comprado. Un año fue una cocacola que no había comprado y los otros años siempre se equivocaban con los litros de gasolina que ponía en el coche. Si ponéis gasolina fijaros bien en la cantidad que habéis puesto porqué intentarán colaros algún litro más. Y cuando nos cobren el aperitivo tenemos que mirar al detalle lo que nos quieran cobrar.
—¡Menudo lugar!—dijo Juan—. Parece que estamos anclados aún en la picaresca del Lazarillo de Tormes.


—No vas desencaminado—dijo Inés, abriendo la bolsa de patatas fritas y volcando su contenido en el plato—. Pero no sólo se trata de afanar uno ó dos euros, como hacen aquí en el bar cuatro empleados. En las empresas grandes e incluso en las diferentes administraciones roban muchísimo mas. En un país en el que desde el rey hasta el último de los súbditos se dedican a afanar, tenemos lo que tenemos.
—Corrupción que por cierto, es algo que todos toleramos—dijo Pascual.
—Claro. ¿Cómo vamos a exigir a los demás algo que nosotros mismos hacemos?—opinó Pascual.
—Exacto. Quizás sea esta la causa de que hoy en día se persiga más a los denunciantes de corrupción que a los que han robado—puntualizó Juan.
—El problema a nuestro nivel, no es únicamente el dinero que se roba—añadió Inés—. Dejarme contaros una historia.
—Adelante, doctora—dijeron sus amigos.


—Imaginaros que abajo de vuestra casa hay una pizzería. La han abierto hará un par de años y como es lógico, algunos vecinos les compran sus alimentos ó bajan a cenar. Incluso uno de ellos traba amistad con el dueño ó algún empleado. Un buen día este vecino es nombrado presidente de la comunidad y descubre, asombrado, que la instalación eléctrica del bar, que tiene su contador en el mismo cuarto de contadores que los demás pisos del edificio, presenta una irregularidad, potencialmente peligrosa para todo el edificio. Entonces, el hombre empieza a pensar: “¿cómo soluciono este problema sin poner en peligro mi amistad con el tío del bar?. Mi obligación como presidente es denunciarlo, pero si lo hago se acabaron las copas gratis y el descuento con la compra de pizzas”. “Y si no digo nada, tenemos un peligro que nos puede afectar a todos los vecinos”. Su conciencia le dice que tiene que denunciar. Un día, descubro que hay una gotera en casa y voy a ver al presidente y juntos miramos la posible causa de la fuga de agua. Entre otras cosas miramos la sala de contadores y es éste el momento en el que a nuestro vecino, se le ocurre la idea para solucionar su problema. En la sala de contadores me señala la anomalía en la instalación eléctrica. Yo, indignada le digo que esto tiene que arreglarse y es entonces cuando el presidente me dice que lo que he de hacer es denunciarlo en la asamblea general de la comunidad de vecinos. Por la noche pienso en ello: ¿por qué no lo denuncia él, si ha sido quien lo ha descubierto?. ¿Por qué me lo hace denunciar a mí?. Y deduzco que es la forma que tiene el presidente de no aparecer en la foto. Así puede decir a los del bar, cuando le pregunten: “no es cosa mía. Es una vecina que lo descubrió y lo ha denunciado. Y, claro. Yo no lo puedo parar porqué consta en el acta”. No quise asistir a la reunión y así el presidente de la comunidad no pudo salirse con la suya y quedar al margen de este tema—Inés bebió un largo trago de su cerveza y continuó—: Ya sé que se trata de una mezquindad. Pero extrapolarlo a cualquier político, que tiene muchísimas relaciones y un ego enorme. ¿Cuántas veces mira a otro lado cuando sus “amigos” cometen una irregularidad?. Multiplicarlo por el número de políticos locales, autonómicos y del gobierno. Luego buscar empresarios de poca y mucha monta y hacer la misma operación. ¿Habrá alguien en este país que no haga estas cosas?. Luego la gente se extraña de que toleremos la corrupción.


—Eso explica el porqué cuando hay una desgracia, un incendio, una inundación, un envenenamiento, cualquier cosa, luego se descubre que la causa suele ser por la dejadez en las instalaciones y en la falta de mantenimiento—dijo Pascual.
—Me recuerda a lo que ocurrió hace años con el aceite de Colza—explicó Santiago—. A saber cuánta gente miró hacia otro lado, sabiendo que ese aceite era puro veneno.
—Bueno. Vamos a pedir que nos cobren—dijo Juan, riendo—. Vamos a ver cuánto nos quieren timar.

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