El tratamiento

Todo el país se enteró, aunque tarde, del tratamiento al que el presidente del gobierno había sido sometido en una clínica privada en Estados Unidos.
Evidentemente y para no romper con la costumbre, el partido y el propio gobierno intentaron ocultar la grave enfermedad del presidente. Pero muy pronto, empezaron a circular los rumores sobre la verdadera razón de la “visita privada” del presidente español.
Pronto se supo que el presidente tenía un cáncer de colon y que había ido al único lugar en el que podía ser tratado con un nuevo tratamiento capaz de revertir el cáncer y evitar su metástasis.

– ¿Cómo se encuentra, Presidente?.

– La verdad es que estoy muy bien y con ganas de fumarme un puro…

– Realmente su caso – dijo el médico – ha sido muy interesante, desde el punto de vista médico. Era la primera vez que aplicábamos un tratamiento así en una persona humana y ya ve que ha sido un éxito. Hemos conseguido neutralizar la hormona TGF-beta que es la que evitaba que su sistema inmunológico atacara a las células cancerosas…

Mientras el doctor seguía hablando, contándole los pormenores del tratamiento, el presidente había desconectado por completo de lo que le estaba diciendo., preguntándose cómo estaría la liga de fútbol y si su equipo había ganado la liga ya que, en los dos meses que había estado internado en aquella clínica, apenas le había llegado más información que la que le daba, semanalmente, la vicepresidenta, ahora presidenta en funciones.
Y la vicepresidenta, famosa por tener la empatía de un ladrillo, nunca sabía como iba la liga.

– Quizás tendría que cambiar a la vicepresidenta por alguien a quien le gustara el fútbol – pensó -. Aunque, la verdad es que es buena tapando trapos sucios del gobierno. Es la que miente mejor y no tiene como yo un tic en el ojo cada vez que lo hace…

El doctor había terminado su perorata. El presidente lo miró y se vio obligado a decir algo:

– Doctor. Le quiero agradecer todo lo que ha hecho por mi.

– No me las dé a mi las gracias. Yo soy parte de un equipo médico. Si soy quien ha estado más próximo a usted es por razón del idioma. Soy el único del equipo médico que habla su lengua, dado que usted no sabe hablar inglés.

– Ah. Yo creía que aquí hay un médico por paciente, como en mi país.

– En nuestro país tenemos equipos. De esta forma podemos discutir los pormenores de cada paciente desde muchos puntos de vista diferentes.

– Uf. Si eso se aplicara en mi país, la medicina pública sería una ruina y se llevaría un buen mordisco del presupuesto del país.

– Claro – dijo el médico -. Por eso recortó las partidas del presupuesto dedicadas a la ciencia y los buenos científicos y médicos tuvieron que abandonar el país. Por cierto, soy uno de ellos. Nací y estudié en Navarra y ya ve: estoy aquí, en New York.

– Había una crisis y teníamos que solucionarla. El dinero no fluye por arte de magia y hubo que aplicar otras prioridades…

– Bueno. Pues sepa que su tratamiento es obra de médicos españoles, que a pesar de la crisis, consiguieron dar el paso que le ha salvado la vida. Un médico de Barcelona, Eduard Batlle capitaneó el equipo que hizo la investigación. Y, si hubieran tenido fondos, usted no hubiera tenido que venir hasta aquí para curarse y tener que pagar una factura como la que va a tener que pagar cuando salga de este despacho. Tiene siete ceros, por cierto.

– Bueno. Eso no me preocupa. Lo paga el estado.

– ¿Dinero público?.

– Claro que si.

– Y luego dice que no hay dinero para la ciencia en su país…

– Oiga. Usted no es quien para decirme…

– Tiene usted razón – dijo el médico, mientras se levantaba de su silla -. Yo no soy quien. Ha sido un placer conocerlo, presidente.

El presidente se levantó de su silla y le estrechó la mano.

– Muchas gracias, de nuevo.

– Pase por recepción y le darán el alta y la factura. Adiós.

El presidente salió del despacho y el doctor volvió a sentarse. Descolgó el teléfono y marcó un número.

– ¿Lo tienes? – preguntó.

– Si. Todo grabado. Sonido e imagen. Todo nítido.

– Pues haz copias y espera a que ese hijo de puta llegue a su país. Luego las envías a todos los periódicos españoles. Ese cabrón tendrá lo que se merece. No servirá de mucho, pero que la gente sepa cómo es ese tipo.