Algunas veces, en la vida, hay casualidades que pueden cambiar la vida de una persona.
Así ocurrió cuando Javier, técnico informático de la Innombrable, descubrió aquel mando a distancia sobre la mesa de Felisa, su jefa, cuando estaba arreglando un problema en su ordenador. Como de costumbre, Felisa se ausentó de su despacho para ir a despachar con su jefe.
– Espero que a mi vuelta esté todo arreglado – le dijo antes de marcharse.
Fue entonces cuando vio aquel minúsculo mando sobre la mesa. Tenía cinco botones: en uno ponía «on/off», en otro «Bluethooth» y el resto de los botones tenían un número, desde el uno al tres.
Su espíritu curioso hizo el resto.
En su móvil, puso en marcha el programa que utilizaba para sustituir los distintos mandos a distancia de su casa, ya fuera por infrarrojos ó mediante bluethooth.
Cogió el mando y pulsó cada botón, para que su móvil los memorizara, asignándoles un botón virtual a cada uno de ellos.
Tras terminar de arreglar el ordenador, bajó al aparcamiento y se dirigió al coche de Felisa. Sacó el móvil e intentó abrir la puerta del vehículo.
No funcionaba.
Coincidió con Felisa una hora más tarde, en una reunión. Como todas las reuniones, era soporífera. Para hacerlo más llevadero sacó su móvil y se dedicó a jugar con él, bajo la mesa. Activó el bluetooth. Ordenó a su teléfono hacer una búsqueda. Inmediatamente apareció un dispositivo. Intentó emparejarlo y salió un mensaje pidiéndole una clave. Puso cuatro ceros. Otro mensaje: clave incorrecta. Probó con 1234 y entonces el sistema le dijo que estaba conectado.
– Curioso, quizás es el aparato que va con el mando a distancia – pensó. Arrancó el programa.
Pulsó el botón de «ON/OFF».
En la sala había diez personas y todas ellas observaron con asombro a Felisa. Estando a mitad de una frase, que estaba repitiendo continuamente – todos los asistentes conocían suficientemente a Felisa como para saber que era frecuentes sus entradas en un bucle mental – enrojeció de forma súbita, sus ojos se pusieron en blanco, lanzó un largo suspiro y continuó con la explicación, como si nada hubiera pasado.
Javier pulsó de nuevo la tecla «ON/OFF» sorprendido por el resultado para desactivar lo que fuera que hubiera activado.
– Increible. No puede ser… – pensó -. Este mando hace reset del cerebro de la jefa. ¿Pero cómo puede ser posible algo así?.
Esperó durante media hora a que la jefa volviera a entrar en un bucle y volvió a pulsar el botón, esta vez añadiendo también el botón número dos.
La reacción fue inmediata y se prolongó durante casi medio minuto con exactamente los mismos síntomas, aunque acentuados. Incluso le pareció a Javier ver temblores en el rostro de su jefa.
– Esta tía es un robot, que se resetea con un mando a distancia – se dijo alarmado -. Si no lo hubiera visto, no podría creeelo.
Aquella noche, Felisa no podía conciliar el sueño. Su marido la observaba dando vueltas en la cama.
– ¿Qué te pasa? – le preguntó.
Ella empezó a explicarle.
– ¿Me estás diciendo que has ido a trabajar con las bragas que te regalé para tu cumpleaños? – preguntó él, indignado.
– Si. La verdad es que hace días que lo hago. No sabes lo bien que me van en ciertas reuniones. Sobre todo las de adoctrinamiento.
– Y ¿has activado el mini-vibrador de la braga en esas reuniones?.
– Claro. Por primera vez en la vida estoy deseando asistir a reuniones. Me llevo el mando a distancia y paso unos ratos maravillosos. Lo único malo es que algunas veces se activa solo.
Javier ya no trabaja en la Innombrable. Decidió marcharse cuando descubrió que en las reuniones, su jefa ya no era la única a la que podía resetear. ¡La mayoría de sus compañeras eran también robots!.
Ahora es escritor. Su libro «La Sociedad robotizada», se ha convertido en un best seller y es frecuente verlo en entrevistas por la televisión.
jajajajajajaja
Luís, eres un Crack, me he descojonao tou. Como siempe es un placer volver a leerte.
Un abrazo apañeru