– Bien, alteza. Tenemos por delante una tarea muy ardua – Emilio Rodríguez, asesor de imagen de la casa real, había decidido ser franco con el príncipe -. Yo le veo dos soluciones, la primera con pocas garantías de que pueda servir a largo plazo y una segunda, que le haría ser inmediatamente querido por todo el pueblo de este país.
– Explícamelas, Emilio.
– Empezaré por la segunda solución: usted sabe que, debido a la crisis, el gobierno está adoptando una serie de medidas, a todas luces impopulares y que han provocado continuas revueltas en el país. Además, su padre, el rey, ha sido pillado en falso en muchas ocasiones y eso le ha restado credibilidad delante del pueblo. El primer paso ha de ser que el rey abdique en usted.
– Eso ya lo tenemos previsto y antes de dos años seré rey – dijo el príncipe.
– Si, pero no será suficiente. La casa real está desprestigiada y un simple cambio de corona no va a acallar las protestas.
– Y, ¿qué me recomiendas?.
– Le recomiendo tomar posición al lado de su pueblo. Eso le convertiría en la persona más admirada en el país.
– Bueno. Si se trata únicamente de hacer los discursos más sociales…
– No es eso, alteza. El pueblo está harto de palabras. Quiere hechos. Se trata de que se cargue al grupo de neoliberales que ahora gobierna y restaure una verdadera democracia.
– Pero, yo no tengo poderes como para hacer una cosa así. No puedo cargarme de un plumazo al presidente del gobierno…
– Si que puede. Quizás no de forma tan inmediata, pero si puede impedir que prosperen las leyes y decretos ley que vayan en contra de los ciudadanos. Al fin y al cabo una ley no se promulga sin que la haya firmado el rey…
El príncipe estaba pensativo.
– Lo primero es negarse a firmar leyes que reduzcan el estado del bienestar, si es que queda algo de eso, todavía. El paso a hacer de forma simultánea, es comunicar a la sociedad sus propósitos y los motivos por los que ha tomado esa decisión. Decir algo así como «me considero el rey de todos los españoles y no puedo quedar impasible a la vista de tanta gente sufriendo».
– No puedo hacer eso – dijo el príncipe -. La corona tiene infinidad de compromisos con muchas personas y empresas. Si hago eso que me indica, se verían perjudicados esos compromisos.
– Desde luego es un paso arriesgado y usted tendrá que elegir: ser amigo del pueblo ó conservar esos compromisos que son los que permiten a los miembros de la casa real vivir como reyes, esponsorizados por muchos millonarios y multinacionales.
– No me gusta que hable así de la casa real.
– Y a mi no me gusta andarme con eufemismos. Mire. Su padre, para ser considerado rey de todos los españoles tuvo que dar un golpe en la mesa, durante la intentona del 23F, demostrando que estaba al lado de la democracia. Ahora que el pueblo sabe que aquella democracia era una farsa, no tiene más remedio que dar otro golpe en la mesa para decir que va a arreglar el engaño.
– Sigo diciéndole que no me gusta esta solución.
– Pues es la única, si quiere que la monarquía tenga un futuro largo. En fin. Eso nos lleva a la primera solución. Salir mucho en la prensa en base a asistir a muchas inauguraciones, congresos, cumbres y viajes oficiales. También hemos modificado la web de la casa real para que luzca muchos colores, fotografías, etc. Y vamos a crear un «personaje del mes», sacando mensualmente un buen reportaje de un miembro de la familia real que, como de costumbre, publicarán todos los periódicos afines, al igual como han hecho con su esposa, esta semana.
– Me gusta mucho más esta idea. La veo muy viable. La prefiero.
– Conste que, a pesar de los riesgos, es mejor la otra – Emilio se puso de pié -. Si no quiere ninguna cosa más, alteza, me pondré en ello.
– No. Puedes retirarte, Emilio. Ah. ¿Sobre quien será el reportaje del próximo mes?.
– Sobre Urdangarín.
– ¿Qué? – el príncipe dio un salto, poniéndose de pie.
– Es broma, alteza. Será sobre su hermana Elena.
– Uf. Vaya susto me has dado, Emilio.
– Me debes quinientos euros.
– ¿Has conseguido que el príncipe se levante para despedirte cuando habéis terminado la reunión?. No me lo creo. Nunca lo ha hecho con sus inferiores que, por cierto, somos todos…
Emilio pulsó un botón del interfono.
– Sala de control, ¿dígame?.
– Hola. Soy Emilio Rodríguez. ¿Podría pasarme el vídeo de mi reunión de esta tarde con el príncipe, a la pantalla treinta y cuatro?. Sólo imagen, sin sonido y los últimos dos minutos.
– Ahora mismo.
– Muchas gracias.
Al momento apareció la imagen.
– Mierda. ¡Es verdad!. ¡Menudo bote ha pegado para despedirse de ti!.
– Insisto. Me debes quinientos euros.
Hay unos compromisos siempre….