La transición

Al abrir los ojos, una luz intensísima le hizo pestañear. Esperó a que sus ojos se adaptaran a esa luz cegadora y volvió a levantar los párpados. Entonces vio a una mujer en el centro de aquel pasillo de luz.
Vestía una sencilla túnica blanca y su rostro reflejaba una gran serenidad, principalmente a través de sus enormes ojos verdes y una gran sonrisa que mostraba sus blancos dientes.

– Estoy muerto, supongo – dijo Jorge.
– Si – contestó ella, sin dejar de sonreír.
– Me lo imaginaba. Nadie en su sano juicio pondría una luz tan potente en este recinto. En el país en el que he vivido hasta hoy, me hubieran pegado una clavada en la factura de la luz que hubiera necesitado dos vidas para pagarla. ¿Quién eres, por cierto?.
– He venido a recogerte, como hago con todos los que acaban su vida. Luego los llevo a su destino.

– Y ¿cuál es mi destino? – preguntó Jorge.
– Eso lo has de saber tú. Supongo sabrás si has sido buena ó mala persona.
– ¿En que influye mi comportamiento?.
– Conoces, supongo, lo que es cielo e infierno.
– ¡No me digas que esa pandilla de pederastas tenían razón! – gruñó Jorge indignado -. ¡Pero si no hay por dónde coger esa religión!. De todas formas, si esa religión es verdadera, me corresponde ir al limbo, al no estar bautizado. Aunque… ahora que recuerdo, lo abolieron. Vamos. Que tenemos un problema para saber donde encajo.

La mujer soltó una carcajada.
– Te estaba haciendo broma, Jorge. Aquí funciona la reencarnación, el Karma, el Dharma y el nirvana, por reducir un tema tan amplio a unos pocos conceptos.
– Budismo, vamos.
– No exactamente, pero coincidimos en lo básico.
– Es decir que me he de ir reencarnando y vivir otras vidas hasta llegar al nirvana…
– Exacto. Y limpiar el Karma que hayas ido acumulando en vidas anteriores.
– ¿Puedo elegir destino? – preguntó Jorge.
– ¿Cómo?.
– Me gustaría ir a un planeta civilizado. Donde no haya guerras, las personas sean humanas…
– Es imposible. Has de regresar a la Tierra.
– ¡Pues vaya mierda de destino!. ¿Podré elegir país, por lo menos?.

– Piensa que el Universo fue creado para que el hombre creciera. En todos los planetas habitados, hay una proporción exacta de seres humanos y psicópatas. Estos últimos están para crearle problemas al ser humano que, al superarlos, va creciendo y aproximándose al Nirvana, su meta. Respecto a elegir país, me temo que no es posible.
– Es decir – reflexionó Jorge en voz alta -, que habiendo nacido bajo un régimen fascista, vivido y muerto en un régimen fascista, he de volver a sufrirlo…
– Ahora hay democracia…
– ¡Y un cuerno!. Tenemos a los hijos y nietos de los fascistas de la dictadura. Casi preferiría ir al infierno de los católicos.

– Bueno. Hay un nuevo partido que quiere acabar con esos fascistas.
– ¿Tú crees que esa gentuza se quedará de brazos cruzados cuando los echen de sus poltronas?. Antes organizaron una guerra civil y ahora lo volverán a hacer. Y lo que es peor, con el beneplácito del resto del mundo, ya que los demás países tienen regímenes similares y nunca consentirán que en uno de ellos triunfe la verdadera democracia, porqué haría tambalear los privilegios de los mandatarios de los otros países.
– Muy negro lo ves, Jorge.
– ¿Puedo elegir en qué me quiero reencarnar?.
– ¿Cómo?.
– Si quiero ser hombre, mujer, pájaro, perro…
– Si. Eso si.
– ¿Ha de ser un ser orgánico?.
– No, necesariamente.

– Pues me pido ser una piedra. Concretando más, un canto rodado en el fondo de un río cualquiera.
– ¡Pero no alcanzarás nunca el Nirvana!.
– Ni falta que me hace. Por lo menos seré una piedra.
– ¿Qué quieres decir?.
– El ser humano nunca se conforma con aquellos con quienes se relaciona. Desde que naces, todos intentan forjarte a su manera: los padres, la escuela, la religión, el trabajo, los amigos, la esposa, los conocidos, la televisión, la prensa, la publicidad. Nadie te acepta como eres. Todos están dándote consejos acerca de lo que has de ser, de lo que has de hacer, de lo que has de decir, de cómo has de comportarte…
– Creo que te empiezo a entender – dijo la mujer.
– A una piedra nadie pretende cambiarla. Nadie le reprocha si es grande, pequeña, delgada, colorida, plana. La aceptan tal como es. Y eso es lo que quiero. Que me acepten como soy.

– Pero no tendrás un yo propio. Carecerás de conciencia.
– Lo cual me iguala a esos psicópatas que andan sueltos por el mundo. Eso si. Yo no haré daño a los demás.
– Como quieras.
– Venga. Vamos ya. Me muero de ganas por mi nuevo trabajo. No te tomes, por cierto, en serio lo de «morirme de ganas». Yo ya no puedo. Es una frase hecha.

Jorge cerró los ojos y esperó la transferencia.
– Oye.
– Dime – abrió los ojos.
– Que…
– ¿Que qué?.
– Que te he engañado. No hay reencarnación.
– ¿Cómo?.
– Te estaba gastado una broma – dijo la mujer con cara de arrepentimiento -. En realidad soy tu subconsciente. Y siempre he formado parte de ti.

– ¡Vaya!. ¡Que cachonda la tía!. Y ¿cómo se acaba esto?.
– Simplemente se apaga la luz y tú y yo desaparecemos.
– Me parece la más plausible de todas las alternativas. ¡Vamos a ello!.
– ¡Espera!. Quería decirte que me ha encantado nuestra relación. Que eres un gran tipo. ¡Gracias por estos maravillosos años!.
– ¡Hombre!. Alguien que me acepta como soy. ¡He tenido que morirme para encontrar a alguien como tú!. ¡Gracias a ti!. Ya puedes apagar la luz. Que luego la factura se dispara. A saber cuantas centrales nucleares harán falta para iluminar este recinto. ¡Adiós amiga!.

Jorge volvió a cerrar los ojos y sintió unos labios en su frente.

Luego se apagó la luz.

Lavando la imagen

– Bien, alteza. Tenemos por delante una tarea muy ardua – Emilio Rodríguez, asesor de imagen de la casa real, había decidido ser franco con el príncipe -. Yo le veo dos soluciones, la primera con pocas garantías de que pueda servir a largo plazo y una segunda, que le haría ser inmediatamente querido por todo el pueblo de este país.

– Explícamelas, Emilio.
– Empezaré por la segunda solución: usted sabe que, debido a la crisis, el gobierno está adoptando una serie de medidas, a todas luces impopulares y que han provocado continuas revueltas en el país. Además, su padre, el rey, ha sido pillado en falso en muchas ocasiones y eso le ha restado credibilidad delante del pueblo. El primer paso ha de ser que el rey abdique en usted.
– Eso ya lo tenemos previsto y antes de dos años seré rey – dijo el príncipe.

– Si, pero no será suficiente. La casa real está desprestigiada y un simple cambio de corona no va a acallar las protestas.
– Y, ¿qué me recomiendas?.
– Le recomiendo tomar posición al lado de su pueblo. Eso le convertiría en la persona más admirada en el país.
– Bueno. Si se trata únicamente de hacer los discursos más sociales…

– No es eso, alteza. El pueblo está harto de palabras. Quiere hechos. Se trata de que se cargue al grupo de neoliberales que ahora gobierna y restaure una verdadera democracia.
– Pero, yo no tengo poderes como para hacer una cosa así. No puedo cargarme de un plumazo al presidente del gobierno…
– Si que puede. Quizás no de forma tan inmediata, pero si puede impedir que prosperen las leyes y decretos ley que vayan en contra de los ciudadanos. Al fin y al cabo una ley no se promulga sin que la haya firmado el rey…

El príncipe estaba pensativo.
– Lo primero es negarse a firmar leyes que reduzcan el estado del bienestar, si es que queda algo de eso, todavía. El paso a hacer de forma simultánea, es comunicar a la sociedad sus propósitos y los motivos por los que ha tomado esa decisión. Decir algo así como «me considero el rey de todos los españoles y no puedo quedar impasible a la vista de tanta gente sufriendo».
– No puedo hacer eso – dijo el príncipe -. La corona tiene infinidad de compromisos con muchas personas y empresas. Si hago eso que me indica, se verían perjudicados esos compromisos.

– Desde luego es un paso arriesgado y usted tendrá que elegir: ser amigo del pueblo ó conservar esos compromisos que son los que permiten a los miembros de la casa real vivir como reyes, esponsorizados por muchos millonarios y multinacionales.
– No me gusta que hable así de la casa real.
– Y a mi no me gusta andarme con eufemismos. Mire. Su padre, para ser considerado rey de todos los españoles tuvo que dar un golpe en la mesa, durante la intentona del 23F, demostrando que estaba al lado de la democracia. Ahora que el pueblo sabe que aquella democracia era una farsa, no tiene más remedio que dar otro golpe en la mesa para decir que va a arreglar el engaño.

– Sigo diciéndole que no me gusta esta solución.
– Pues es la única, si quiere que la monarquía tenga un futuro largo. En fin. Eso nos lleva a la primera solución. Salir mucho en la prensa en base a asistir a muchas inauguraciones, congresos, cumbres y viajes oficiales. También hemos modificado la web de la casa real para que luzca muchos colores, fotografías, etc. Y vamos a crear un «personaje del mes», sacando mensualmente un buen reportaje de un miembro de la familia real que, como de costumbre, publicarán todos los periódicos afines, al igual como han hecho con su esposa, esta semana.


– Me gusta mucho más esta idea. La veo muy viable. La prefiero.
– Conste que, a pesar de los riesgos, es mejor la otra – Emilio se puso de pié -. Si no quiere ninguna cosa más, alteza, me pondré en ello.
– No. Puedes retirarte, Emilio. Ah. ¿Sobre quien será el reportaje del próximo mes?.
– Sobre Urdangarín.
– ¿Qué? – el príncipe dio un salto, poniéndose de pie.
– Es broma, alteza. Será sobre su hermana Elena.
– Uf. Vaya susto me has dado, Emilio.

– Me debes quinientos euros.
– ¿Has conseguido que el príncipe se levante para despedirte cuando habéis terminado la reunión?. No me lo creo. Nunca lo ha hecho con sus inferiores que, por cierto, somos todos…
Emilio pulsó un botón del interfono.
– Sala de control, ¿dígame?.
– Hola. Soy Emilio Rodríguez. ¿Podría pasarme el vídeo de mi reunión de esta tarde con el príncipe, a la pantalla treinta y cuatro?. Sólo imagen, sin sonido y los últimos dos minutos.
– Ahora mismo.
– Muchas gracias.
Al momento apareció la imagen.
– Mierda. ¡Es verdad!. ¡Menudo bote ha pegado para despedirse de ti!.
– Insisto. Me debes quinientos euros.

Una llamada de atención

– Le llama el señor Panyard, desde la Central, señor Mousseline.

– Pásamelo, Lourdes – no podía hacer esperar al director mundial de la Innombrable.
– Monsieur Panyard, ¿cómo estás?.
– Todo bien por aquí. ¿Cómo estás, Dominique?. ¿Te tratan bien en España?.
– Desde luego. Es un hermoso país, desde luego mucho más cálido que Rusia. ¿Has recibido mi informe mensual?.
– Si. Lo he recibido y me parece todo en orden. Se van cumpliendo las espectativas que pusimos en ti al nombrarte director general en España.
 
– Me alegro de que estés contento con mi gestión.
– Ya sabes que juego con las cartas marcadas, Dominique – sonrió Panyard -. Hiciste una buena limpieza en Rusia y sabía que ibas a hacerlo igual de bien en España. Por eso te propuse el traslado. Sabía que no me ibas a decepcionar.
– Muchas gracias por confiar en mi, Panyard – repuso Dominique con orgullo -. Sabes que no te decepcionaré.
– Bueno. Si quieres que te sea sincero, hay algo que quería comentar contigo. Por cierto, ¿cómo está Olya?. ¿Sigue tan guapa como siempre?. Debo reconocer que elegiste muy bien a tu mujer.
– Pues estamos un poco distanciados, últimamente. Ella sigue con su obsesión por el matrimonio.
– No me extraña que se obsesione. Hace años que estáis juntos y no sería mala idea que os casarais. Piensa que ella lo ha dejado todo para seguirte. Sabes que las rusas le dan mucha importancia a la familia.
– Lo sé, Panyard. Pero se me hace difícil arriesgarme de nuevo a otro posible matrimonio fallido…
 
– Incertidumbre que aprovechas para liarte con la primera pelandusca que se cruza por tu camino.
– ¿Cómo?. ¿Liarme con quien? – Dominique estaba sobresaltado.
– ¿Quieres pistas? – dijo Panyard -. Brasil…
 
Esperó unos segundos. Al no obtener respuesta continuó.
– Eres la comidilla de toda la empresa. Corren rumores acerca de tu affair con cierta mujer que conociste en el viaje a Brasil que organizaste para premiar a los comerciales. Hubo incluso, al principio, apuestas acerca de quien era ella. Imagínate si ha corrido la voz que incluso a mi me han llegado fotos en las que aparecéis ambos bailando, quizás demasiado agarrados como para que alguien pueda pensar que era un simple baile de compromiso…
 
– Bueno, Panyard. Estamos hablando de algo que pertenece a la esfera de lo personal.
– ¿Personal?. Ni hablar de ello. Eres director general de la Innombrable en España y ese es un cargo público. Sales en Televisión, prensa escrita, radio, te codeas con políticos, empresarios importantes y dentro de las obligaciones de tu cargo has de dar la imagen de ser una persona centrada y no es precisamente la imagen que te estás creando ahora con tus líos de faldas, lo que conviene a la empresa.
– Entiendo. Pero me he enamorado de Carlota, la chica que conocí en Brasil.
 
– Mira, Dominique. Te voy a dejar las cosas claras. Eres una persona que no ha llegado todavía a su techo en la empresa. Hasta ahora me has demostrado que puedo contar contigo y darte mayores responsabilidades. Si quieres seguir apareciendo en las listas de promocionables vas a hacer lo siguiente: por un lado vas a dejar de ver a esa Carlota de la que dices que te has enamorado, cosa que dudo, ya que si te elegí para enviarte a Rusia y España para despedir a todo el personal posible, es por tu absoluta carencia de escrúpulos y posiblemente, de sentimientos como para sentir algo de empatía por alguien. Por otro lado vas a casarte con Olya, lo antes posible, para acallar rumores. No organices un gran acontecimiento. Hazlo discretamente, quizás por sorpresa, sugiero. La decisión es tuya, Dominique. Ya me dirás algo. Piénsalo.
 
Cuando Panyard colgó el teléfono lanzó un profundo suspiro. Luego se estiró en la cama, tapándose con las sábanas. A su lado, Olya le miró a los ojos y apartó con dulzura el flequillo que le tapaba el ojo derecho.
– ¿Bien?.
– Si. Todo arreglado, Olya. Prepárate para una boda sorpresa la semana que viene.
– ¿Estás seguro?.
– Al cien por cien. Conozco muy bien a Dominique. Hará lo que le he dicho – se quedó pensativo y acarició la espalda de Olya -. Lo que no entiendo es que pueda estar con otra mujer, teniéndote a ti – siguió acariciando su cuerpo desnudo. Luego paró y le dijo -. Creo que ha habido un cambio sutil en mi cuerpo.
Ella deslizó la mano bajo las sábanas y soltó una carcajada.
– ¿A eso lo llamas cambio sutil?…
 
 
A Carlota no le extrañó ser llamada por la jefa de personal y no dudó en firmar el generoso finiquito que ésta le puso delante.
La sorpresa fue cuando, ya en casa después de ingresar el talón, sonó su teléfono. Era Olya.
– ¿Carlota?. Soy Olya.
– Ah. Hola Olya. ¿Lo has conseguido?.
– Si. Ya nos hemos casado.
– ¡Felicidades!. ¡No sabes lo feliz que me haces!.
– Gracias, Carlota. Te acabo de enviar un billete de avión para que vayas a Suiza.
– ¿Para?.
– Tienes abierta una cuenta allí con un millón de euros. Has de ir a registrar tu firma para poder disponer del dinero.
– Pero no era lo acordado, Olya. Me ofreciste mucho menos…
– Acéptalo, amiga. Quizás te compense algo el hecho de que no nos podamos ver más. Piensa que perderte a ti es lo único que me duele de esta historia. Siempre has sido mi mejor amiga y te encontraré mucho a faltar.
– Yo también a ti.
– Pues acepta el dinero. Cuídate Carlota. Te quiero mucho, amiga.
– Yo también te quiero.
 
Cuando Carlota colgó el teléfono notó como le resbalaba una lágrima por su mejilla.