Omar, el piloto

Cuando el avión alcanzó la altura de navegación y apareció el rótulo indicando que los pasajeros podían desabrocharse los cinturones, el dictador se levantó de su asiento y fue saludando a sus pasajeros.

Todos ellos eran empresarios. El norteamericano era el principal vendedor de armas, que sustentaban a un ejército que mantenía en el poder al dictador.

El alemán presidía una empresa farmacéutica que utilizaba a la población para probar sus nuevos medicamentos y también era el principal proveedor de las semillas transgénicas que los agricultores tenían obligación de utilizar. Años antes, los agricultores eran capaces de cultivar lo suficiente para alimentar a todo el país. Sin embargo, desde que la empresa farmacéutica, con ayuda del ejército, obligó a los agricultores a sembrar soja en toda la superficie agrícola, la miseria y el hambre se extendió por todo el país.

El francés pertenecía a la empresa explotadora de las minas de cobre del país. Gracias a la tecnología aportada por la empresa y a lo barato de la mano de obra, esclavos que no tenían más remedio que trabajar para poder comer, habían vaciado prácticamente todos los yacimientos. El dictador solía hacer broma con el empresario, diciéndole que con empresas como la suya, no era necesario el control de natalidad ya que, debido a las inexistentes medidas de prevención, los accidentes eran muy frecuentes.

El suizo era el director del banco que gestionaba las cuentas del dictador. Allí iban a parar todos los beneficios de las empresas que explotaban el país.

El italiano era el director de una ONG que cooperaba ayudando a la población del país. Por desgracia, los sueldos de los directivos de la asociación y los sobornos que tenían que dar al dictador, dejaban las ayudas, que los ciudadanos europeos aportaban, en apenas nada para el país.

Por último un austríaco, CEO de una multinacional responsable de las muertes del cincuenta por ciento de recién nacidos en el último año. Su campaña para convencer a las madres para que utilizaran el producto de la multinacional, en lugar de dar el pecho a los bebés lo había provocado, ya que el agua del país era escasa y en muchos casos contaminada.

– Bueno – dijo el dictador -. Dentro de una hora aterrizaremos en la capital. Por cierto, no os he dicho quien es el piloto del avión.
– ¿El piloto del avión?. ¿Lo conocemos? – dijo el alemán.
– ¿Será una mujer, de esas tan buenas que nos proporcionas cuando estamos en tu país? – dijo el francés -. Nunca he tenido relaciones en la cabina de un avión.
– No. No se trata de eso – contestó el dictador riendo -. El piloto es mi hijo. Omar. Tiene treinta años y se aficionó a la aviación. Yo le pagué la carrera de piloto. Lo hace muy bien, por cierto.
– Pues no sé si tendrá algo que ver – dijo el americano, que estaba mirando por la ventana – pero de una de las alas está saliendo un chorro de líquido.

El dictador se asomó.
– A ver… Anda. Pues es cierto. Supongo que habrá una razón para ello. Voy a preguntar.

Cuando llegó a la cabina, el dictador no notó agitación alguna. Todo estaba tranquilo. Su hijo estaba leyendo una revista. Se fue a sentar a la silla del copiloto.
– ¿Cómo es que no llevas copiloto?.
– Ah. Hola padre. Pues no. Le he dicho que se quedara en el aeropuerto con su novia.
– ¿Y si te pasa algo?. ¿Quien pilotaría el avión?.
– Tu, padre. Tu sabes pilotarlo.
– Es verdad. Tienes razón. Por cierto. ¿Que es ese chorro que sale de las alas?.
– ¿Chorro?. ¡Ah, si!. Es gasolina. Estoy vaciando los tanques.
– ¿Para qué?. ¿Quieres ganar velocidad para llegar antes?.
– No. Digamos más bien que no quiero llegar.
– ¿Cómo?. ¿Qué me estás diciendo?.
– Simplemente quiero hacer algo bueno por mi pueblo, por mi país.

– ¿Matándome?.
– A ti y a esa pandilla de degenerados que llevas en el avión.
– Pero… ¡Soy tu padre!.
– Adoptivo, por cierto. Primero mataste a mis padres y hermanos, para hacerte con el control de la tribu y luego hacerte con el poder del país.
– ¡Pero!…
– Ahora estás matando a tu pueblo. Y estás arruinando al país.
– ¿Piensas que me sustituirá alguien mejor que yo?. ¡No tienes idea de los buitres que hay en el palacio!.
– Bueno. A estas alturas, ¿qué más da?. No creo que sea un tema que deba importarnos a ti y a mi.
– ¡Tengo que parar esta locura! – miró los indicadores del avión -. ¡Estamos a cero de combustible!.
– Bueno… Nos quedan un par de minutos. No tendrás ni tiempo para perder altura y forzar un aterrizaje…

El dictador se levantó y salió de la cabina, sin decir nada a su hijo. Luego se sirvió una copa de Champán y se sentó.
– ¿Todo bien, general?.
– Todo bien.
– Pues está parando uno de los motores – dijo el americano mirando por la ventana.
– Si. Y ahora el otro – dijo el austríaco.
– No pasa nada. Disfrutar del silencio.

Los empresarios intercambiaron miradas y luego buscaron los ojos del dictador.
Estaba riéndose a carcajadas.

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Ludwig
14 años ago

Muchas gracias, Paola, por tu comentario.
Bueno. En realidad no me he ido, pero ando liado con el tema de la inmigración.

Hola Jmdedosrius. Parece ser que ya ha regresado usted de las vacaciones.
Si hubiera leído las declaraciones de Moratinos y Fraga a propósito de Obiang y de su país, se daría cuenta de que lo que se dice de dictaduras, represión, etc. no son otra cosa que habladurías, al igual que lo de la corrupción del PP (pronúnciese PIPI).

Un saludo.

jmdedosrius
14 años ago

Espero, para su escarmiento, que en ese avión viaje Teodoro Obiang que asesinó a su tio Francisco Macías que expulsó al licenciado Ligero de Guinea.
Es una cuestión personal, lo siento.
Y nosotros dando coba, por el petróleo, a ese chorizo.
Mientras tanto en este país un juez amigo de sus amigos archiva el chorizeo trajeril de sus íntimos.
País…, como diría Forges.
Salud.

PAOLA
14 años ago

Qué alucinante esta historia, qué coraje, qué crudeza y retratar la barbarie d la supuesta » civilización globalizada del 1º mundo» a costa de la esclavitud y sufrimiento de todos, menos ellos…hasta ahora.
Besos amigo y te espero d vuelta.

Ludwig
14 años ago

No creo que se salve ningún país de esa pandilla de golfos que son los políticos, Nico.
Como decimos en España, en todas partes cuecen habas.

Nico
14 años ago

Que huevos! Je. Bárbaro el texto. Cuando leí la parte en que le consultaba al hijo de si pensaba que había alguién mejor que él, me hace acordar a la hipocresía que hay en los políticos hoy en día, al menos en mí país.