Negociando el Convenio

– Mus.

– Mus.
– Mus
– Lo corto. ¿Grande? – Ramona estaba eufórica.
– Paso.
– Paso.
– Paso.
– Envido – dijo Ramona.
– No quiero.
– Yo tampoco.

– Cobro una. Por cierto, estamos dentro – soltó Ramona, dejando todos sus puntos en el centro y le hizo una seña a Luna, su compañera de juego, para que dejara sus fichas también en el centro de la mesa -. Cinco puntos para ganar el juego.

Eduardo miró sus cartas. Luego contó sus puntos y los amarrecos de su compañero. Veinte puntos en total. Tenían que reaccionar. Miró a su compañero, quien disimuladamente cerró los ojos.
– Mierda – pensó Eduardo -. Va ciego. No tiene ni una sola carta decente.

– Órdago a la chica.
– Tuyo – dijo Ramona – cóbrate.
Eduardo cobró su punto.
– Pares no – dijo Eduardo.
– Bien – sonrió Ramona -. Pares si.
– No.
– Si.
– Juego si.
– Si.
– Si.
– Si.
– Órdago a juego – se oyó decir Eduardo.
– Y a la mano con un pimiento – le contestó Ramona -. No queremos. Aún así ya os hemos ganado.

Ramona dejó sus cartas sobre la mesa.
– Yo tengo duplex y Luna unas medias. Lo cual nos da un total de cinco puntos. Hermosa muerte dulce, jeje.

Eduardo estaba de mal humor. Llevaban casi una hora jugando y no habían ganado un sólo juego.
– ¿Qué es lo que nos estábamos jugando ahora? – dijo Ramona -. Ah, si, el aumento anual. Vosotros queríais el IPC mas un cero coma cuatro. Y nosotros el IPC y nada más. Pues bien. Ya puedes anotar que prevalece el criterio de la empresa. Siempre puedes decir, Eduardo, que está motivado por la crisis.

– Insisto en que no estoy de acuerdo con este sistema para negociar el convenio – dijo Eduardo.
– No hace falta que estés de acuerdo, Eduardo – contestó Ramona -. En esta empresa prima el régimen de concesiones. No tenéis poder alguno para exigir nada. Aquí todos son jefes. Y los jefes no hacen huelga. El Comité e Empresa representa a cincuenta trabajadores, que sois los que quedáis en la empresa, descontando al personal externo. ¿Qué podéis hacer para conseguir cosas de la empresa?. Simplemente llevaros bien con ella. Ser humildes y complacientes. Y aceptar lo que os damos como algo venido del cielo, ya que no tenemos obligación alguna hacia vosotros. Lo del mus es una forma de daros alguna posibilidad de conseguir algo y no deciros no a todo. Aunque dudo que podáis ganar a una experta como yo, que llevo cuarenta años jugando. Venga. Vamos al siguiente punto. Vosotros queréis que despidamos a la gente pagando cuarenta días por año trabajado y nosotros veinte. Reparte las cartas, Eduardo.

Eduardo barajó, dio a cortar las cartas a Luna y repartió cuatro cartas a cada jugador. Luego dejó el mazo a su derecha, a la izquierda de Ramona.
Ésta miró sus cartas y dijo:
– Envido.
– Órdago – contestó Eduardo.
– Acabamos de empezar el juego – dijo Ramona indignada -, ¿quieres arriesgar?. Pues bueno. Te lo acepto. Tu verás lo que haces.
Mostró sus cartas. Dos reyes y una sota eran sus cartas más altas.

Eduardo puso sobre la mesa dos reyes y un caballo.
– Creo que he ganado – dijo -. Así que mantenemos los cuarenta días. ¿No es así?.
Ramona enrojeció. Luna pensó que le iba a dar algo.

Santiago estaba sentado frente a Paco. A ambos lados estaban Eduardo y Luna. En el centro de la mesa un gran plato de pulpo a la gallega.
– ¿Cómo ha ido la negociación del Convenio?.
– De maravilla – contestó Eduardo -. Salvo lo del aumento, lo hemos conseguido todo. Gracias al entrenamiento que hemos hecho los últimos meses con vosotros, jugando al mus. Millones de gracias, Paco y Santiago, por vuestra ayuda.

– ¿Y tu, Luna?. Tu jugabas con tu jefa…
– Y me descartaba siempre que podía de las mejores cartas. Creo que aún así, Ramona no se ha dado cuenta. Hice muchos puntos para que no se notara. Eso si. En juegos en que era indiferente ganar ó perder.

Ramona no podía dormir. No paraba de darle vueltas al asunto. ¿Cómo le iba a explicar al director que había negociado y firmado un Convenio Colectivo con tantas concesiones para los trabajadores, después de decirle que se iba a merendar al comité durante las negociaciones?.
Por primera vez en su vida, se sintió cansada.
Por primera vez en su vida, deseó prejubilarse.
– Uf – pensó -. Menos mal que me pagarán cuarenta días por año…

El mus es un juego español de cartas. Lo he utilizado aquí, precisamente porqué a alguien que no lo conozca le parecerá que las palabras y las expresiones («envido», órdago»,»estar fuera», «estar ciego», «a la mano con un pimiento», «amarreco») tienen un cierto aire surrealista, como que la propia situación de la negociación del convenio.

Por cierto, vale la pena conocer y jugar al mus. Es, posiblemente, uno de los juegos más amenos que existen.