Cambios se avecinan

Ocasionalmente, en la historia de la Innombrable, había sucesos que cambiaban la vida de la pequeña ciudad formada por los empleados de la empresa.
Un ascenso, generalmente precedido por meses de rumores que propiciaban horas y horas de amena conversación entre el personal; un nuevo proyecto que implicara a todo el personal y que, si consistía en una nueva área de adoctrinamiento, provocaba la carcajada general, salvo para el director de servicios, recién nombrado en el cargo y que todavía luchaba para hacer valer su sueldo, asumiendo la propiedad del proyecto y sacándolo adelante.
Sin embargo aquel suceso era diferente.
Lo vio así, de inmediato, Inés, secretaria de dirección.
Aquel día estaba ensimismada viendo a través de los cristales como el coche de Felisa, la jefa del departamento de informática, iba y venía, desde hacía una media hora de la rotonda anterior al edificio a la rotonda posterior, sin decidirse a entrar en el aparcamiento de la empresa.
– Me temo que el navegador del coche ha entrado en un bucle – pensó con una sonrisa, sabiendo que Felisa era la única persona que utilizaba el navegador para ir cada día al trabajo, desde hacía muchos años .- Ahora ya vais sincronizados, cerebro y navegador gps.
El teléfono le hizo abandonar la ventana y al contestarlo le sorprendió la voz de la secretaria del presidente de la multinacional. Gorda tenía que ser la cosa para que llamara aquel hombre. Inmediatamente pasó la llamada a su jefe, el director de la Innombrable en el país.
Durante los cuarenta y cinco minutos que duró la conversación de su jefe con el presidente, Inés empezó a deducir el motivo de la misma. Obviamente sólo podía haber una razón: van a poner a otro director en su lugar y a éste lo ascienden para que dirija alguna zona que comprenda varios países. Al fin y al cabo le habían traído para reducir el personal y externalizar el mayor número de departamentos.
 – Y prácticamente ha concluido – pensó, recordando los problemas que había tenido con los departamentos gestionados por otras empresas. Era evidente que había una diferencia importante entre utilizar personal propio y ajeno. Las empresas subcontratadas explotaban de una forma descarada a su personal, a pesar de facturar verdaderas animaladas por trabajos que, salvo alguna excepción, eran mediocres, debido a la nula motivación de sus empleados.
 – Así que se va el director, ¿a quién pondrán? – se preguntó. Tenía muy claro que había dos posibilidades: ascender a alguien del país, lo que significaría el final de las prejubilaciones y externalizaciones ó traer a alguien de otro país, que implicaría continuidad con la política de despidos.
 – Mierda – exclamó para sus adentros -. Ahora toca la devolución del coche del director actual, el cierre de la casa en la que vive, hablar con su esposa para preparar el traslado y, conociendo como conozco a esa tía, querrá llevarse hasta los cuadros que hay en su despacho. Luego organizar un sinfín de despedidas, cenas e incluso recoger dinero para hacerle el regalo de marras. Concertar citas con un montón de políticos. Lo peor: un mes con dos directores…

 – Inés – el director la llamaba.

 Entró en su despacho.
 – Inés. Este mes dejo de ser el director de la Innombrable en España. Me han ascendido y ahora seré director de una de las empresas filiales, a nivel mundial.
 – ¡Enhorabuena!. ¡Felicidades! – Inés rodeó la mesa de su jefe y le besó en sus dos mejillas.
 – Gracias Inés. Tendrás que hacer que me preparen el despacho auxiliar para ocuparlo cuando llegue el nuevo director. Lo ocuparé durante el traspaso de poderes.
 – ¿Se sabe quien será el nuevo director?.
 – Si. De momento no digas nada a nadie. Se trata del director de Grecia ó Yugoslavia, un alemán. Vendrá la semana que viene, cuando haya hecho el traspaso a su sustituto.
 – La verdad es que me ha dejado de piedra saber que se va a ir – mintió Inés -. Nunca lo hubiera imaginado.
 – Ya ves, Inés. La vida es así. Hoy aquí, y mañana ¿quien sabe?. Lo importante ha sido la labor que hacemos para la empresa. Los últimos años han sido muy duros…

 Cuando Inés vió por donde iba el discurso de su jefe, desconectó, sumiéndose en sus pensamientos.
 – Y cuando se vaya este pájaro, habrá que llamar a los concesionarios de coches de lujo para que el nuevo director elija coche, al sastre para que le haga unos trajes, buscar casas, móvil, ordenador, tablet…
 – …y al final se impuso mi criterio – acabó el director. Inés regresó a la realidad.
 – Y menos mal que lo hizo – contestó aliviada, sabiendo que era el mismo discurso de los últimos dos meses.

 Cuando se sentó en su mesa, empezó a escribir la lista de tareas que tenía que empezar a hacer.
 Fueron cuatro hojas, por las dos caras.

 – Lo peor es que todo apunta a que la política de la empresa va a seguir siendo la misma – suspiró.