Lo vio así, de inmediato, Inés, secretaria de dirección.
– Me temo que el navegador del coche ha entrado en un bucle – pensó con una sonrisa, sabiendo que Felisa era la única persona que utilizaba el navegador para ir cada día al trabajo, desde hacía muchos años .- Ahora ya vais sincronizados, cerebro y navegador gps.
– Así que se va el director, ¿a quién pondrán? – se preguntó. Tenía muy claro que había dos posibilidades: ascender a alguien del país, lo que significaría el final de las prejubilaciones y externalizaciones ó traer a alguien de otro país, que implicaría continuidad con la política de despidos.
– Mierda – exclamó para sus adentros -. Ahora toca la devolución del coche del director actual, el cierre de la casa en la que vive, hablar con su esposa para preparar el traslado y, conociendo como conozco a esa tía, querrá llevarse hasta los cuadros que hay en su despacho. Luego organizar un sinfín de despedidas, cenas e incluso recoger dinero para hacerle el regalo de marras. Concertar citas con un montón de políticos. Lo peor: un mes con dos directores…
– Inés – el director la llamaba.
– Inés. Este mes dejo de ser el director de la Innombrable en España. Me han ascendido y ahora seré director de una de las empresas filiales, a nivel mundial.
– ¡Enhorabuena!. ¡Felicidades! – Inés rodeó la mesa de su jefe y le besó en sus dos mejillas.
– Gracias Inés. Tendrás que hacer que me preparen el despacho auxiliar para ocuparlo cuando llegue el nuevo director. Lo ocuparé durante el traspaso de poderes.
– ¿Se sabe quien será el nuevo director?.
– Si. De momento no digas nada a nadie. Se trata del director de Grecia ó Yugoslavia, un alemán. Vendrá la semana que viene, cuando haya hecho el traspaso a su sustituto.
– La verdad es que me ha dejado de piedra saber que se va a ir – mintió Inés -. Nunca lo hubiera imaginado.
– Ya ves, Inés. La vida es así. Hoy aquí, y mañana ¿quien sabe?. Lo importante ha sido la labor que hacemos para la empresa. Los últimos años han sido muy duros…
Cuando Inés vió por donde iba el discurso de su jefe, desconectó, sumiéndose en sus pensamientos.
– Y cuando se vaya este pájaro, habrá que llamar a los concesionarios de coches de lujo para que el nuevo director elija coche, al sastre para que le haga unos trajes, buscar casas, móvil, ordenador, tablet…
– …y al final se impuso mi criterio – acabó el director. Inés regresó a la realidad.
– Y menos mal que lo hizo – contestó aliviada, sabiendo que era el mismo discurso de los últimos dos meses.
Cuando se sentó en su mesa, empezó a escribir la lista de tareas que tenía que empezar a hacer.
Fueron cuatro hojas, por las dos caras.
– Lo peor es que todo apunta a que la política de la empresa va a seguir siendo la misma – suspiró.