Llega Lean Thinking

– Buenos tardes, Santiago.

– Buenos tardes, Isabel. Hola Ester – dijo Santiago mientras limpiaba la mesa con una gamuza.
– Hola Santiago. Tengo algo para tus chicas – contestó Ester, alzando una bolsa del suelo que dio a Santiago.
– No hacía falta que trajeras nada, Ester – dijo Santiago, tomando la bolsa -. Además, ¿qué sabes tu de mis chicas?.
– Que se dedican a la prostitución, por ejemplo. Y que tu eres un proxeneta – contestó Ester -. Pero un proxeneta con corazón.
– Gracias por lo del corazón. ¿Qué hay en la bolsa?.
– Unas cuantas cosas de las que fabrica nuestra empresa. Chocolate y otras cosas…
– Muchas gracias. ¿Qué queréis tomar?.
– Un par de cañas y unas bravas.
– ¡Marchando!.

Cuando Santiago llevó las patatas bravas y las cervezas, hizo una seña a Darío, su ayudante y se sentó con sus amigas.
– ¿Cómo va la multinacional? – preguntó.
– De pena. Echando gente, supongo que como todas las empresas. Y eso que no tienen pérdidas – dijo Isabel -. En todo caso no ganan lo que pretenden ganar.

– Se ha extendido el miedo en la oficina – continuó Ester -. Todo el personal teme la llamada de Ramona los jueves y viernes.
– ¿Los jueves ó viernes? – preguntó Santiago.

– Si. Se trata de los días que dedica ella llamar a las personas que quiere despedir. Las prejubilaciones ya están en los cincuenta y cinco años y los hay que son llamados por no cumplir con los objetivos marcados por la empresa – continuó Ester -. Eso si. No despide a más de veintinueve empleados, para que no pueda achacarse a la empresa que se trata de un ERE no declarado.

– También están intentando instaurar algo que llaman Lean Thinking.
– ¿Lean Thinking?.
– Se trata de una política de empresa que consiste en eliminar de las actividades de la empresa, todo aquello que no aporta valor añadido al producto que quiere el cliente. Suprimir todo lo innecesario. Eso que no le sirve a la empresa se considera desperdicio y ha de eliminarse.

– Supongo que es una forma de justificar los despidos – dijo Santiago -. Si tu trabajo no añade valor, es un desperdicio y tanto tu como tu trabajo sois desperdicios a eliminar…
– Van por ahí los tiros – dijo Isabel -. Lo curioso es que ya hemos tenido la primera metida de pata con el Lean. En la fábrica de chocolate suprimieron algún control de calidad que alguien consideró innecesario, siguendo las directrices Lean.
– ¿Y qué pasó? – preguntó Santiago.

– Hubo que retirar del mercado una remesa de tabletas de chocolate, ya que nadie detectó en fabricación que el chocolate estaba mal disuelto y que cuando se enfrió, quedaron trozos de cacao mezclados en las tabletas. No veas la gracia que debe hacer encontrarse esos trozos duros en la boca…
– Supongo que habrán tenido que crear de nuevo aquel control de calidad – dijo Santiago, mientras metía la mano en el bolsillo de su delantal y sacaba una tableta de chocolate.
– ¿Quéréis? – ofreció.
– No, gracias.
– No.

– Claro – dijo Santiago mientras se llevaba a la boca un trozo de chocolate -. Trabajando ahí, debéis estar hartos de comer chocolate.
– Hombre. Pues un poco hartas, si. Eso de tener una tienda para los empleados tiene eso. Y eso que no hay mucha diferencia entre lo que pagamos los empleados y el precio de mercado.
– Bueno. En realidad – dijo Isabel – sale mucho más a cuenta comprar en una gran superficie. Pero como nos lo descuentan a fin de mes de nuestra nómina, compramos en la tienda de la empresa. Nos consideran el cliente número uno.

– Lo entiendo – dijo Santiago -. Y el cliente más tonto.
– ¿Cómo? – preguntaron las dos chicas al unísono.
– ¿Sabéis qué hicieron con aquella remesa de chocolate defectuoso?.
– No. Supongo que lo volvieron a fundir a conciencia y elaboraron otras tabletas. O quizás lo tiraron.

Santiago empezó a reirse.
– Hicieron lo mejor que podían hacer – replicó Santiago -. Se lo dieron al único cliente que no iba a protestar: al cliente número uno. Se trata del único cliente que no va a atreverse a denunciar la mala calidad del chocolate. Simplemente porqué en su condición de empleado, nunca va a atreverse a denunciar a su empresa, ya que se juega su continuidad en la multinacional.

Santiago giró la cabeza y escupió un trozo de cacao al suelo.
– Este chocolate que me has traído de la tienda de tu empresa, es el que retiraron.