La venganza de Mariano

– ¿Os habéis enterado de que Ramón va a ir con los comerciales a Las Vegas?.

– ¡Anda ya!. ¡Si él es informático como nosotros!.
– No nos insultes, Mariano. Ramón tiene de informático lo que yo de bombero. En mi vida he visto un «free rider» como él.

– ¿Free rider?. ¿Que es eso?.
– Un tío que vive de los demás sin aportar absolutamente nada. Se refiere al tío que se beneficia de alguna cosa, evitando pagar por ella.
– Vamos. Algo así como el rey.
– En el caso de Ramón, ya sabéis que se ha puesto muchas medallas a costa de nuestro trabajo y sin pegar ni brote. Se limitaba a soltar extensas parrafadas en las reuniones, pero a la hora de la verdad nunca se curraba ningún proyecto. Siempre ha tenido habilidad para traspasarnos los trabajos que le correspondían a él y al final, lo único que hace es ponerse nuestras medallas.
– Es cierto. No es otra cosa que un parásito.

– Pues digámoslo a la jefa.
– ¿En qué mundo vives?. No tenemos nada que hacer con ese tío. Está muy bien considerado por la jefa. Son uña y carne. Siempre le está haciendo la pelota. Por otro lado nos daríamos de cabeza con meses de team building. Además, desde que la jefa está embarazada, evita complicarse la vida y nunca nos echaría una mano y menos contra su «amigo del alma».
– Se me hace difícil pensar que esa tía pueda estar de baja por maternidad teniendo a Ramón en el departamento. Se expone a un golpe de estado en su ausencia. ¡Menudo arribista es ese cabrón!.

– ¿Y cómo es que va a Las Vegas?.
– Supongo que eso ha sido a raíz de la pregunta que hizo aquella jefa al director, en la reunión de capos, en la que de forma clara, dejaba caer que sólo se organizan viajes para los del departamento comercial y que el resto del personal es ignorado en este tipo de actividades. Supongo que para anular aquel argumento, han invitado a algunas personas de otros departamentos para que hagan el viaje.
– Y le ha tocado a Ramón, casualmente.
– Bueno. Ya sabéis que en los últimos años se ha puesto todas nuestras medallas y sobre todo la de aquel proyecto que hicimos, que afectaba al área comercial.
– ¡Ese proyecto me lo curré yo solo! – saltó Mariano.
– Pero la medalla se la puso él.
– Esto no va a acabar así. Hemos de hacer algo.
– Podemos rezar…

Los dos aviones aterrizaron en Las Vegas con escasos minutos de diferencia. Salvo el pasaje, todos los viajeros pertenecían a la plantilla de la Innombrable. EL ambiente, durante el vuelo, había sido festivo y pocos pudieron permitirse dormitar un par de horas de las muchas que duró el viaje.

Tras pasar el control policial todos subieron a los autobuses que les estaban esperando al lado de las puertas de salida del aeropuerto. Al llegar al lujoso hotel se entregaron las llaves de las habitaciones y fue entonces cuando se dieron cuenta de que faltaba Ramón.
Durante el cóctel de bienvenida, llamaron a Ramón por los micrófonos. No estaba allí. Luego preguntaron si alguien lo había visto. Efectivamente había viajado en el avión. La última vez que lo vieron había sido en el aeropuerto, haciendo cola en el control de pasaportes.

Tras muchas llamadas al aeropuerto y a la embajada española supieron lo que había sido de Ramón: lo habían subido a un avión de vuelta a España, tras horas de interrogatorios.
Al parecer había mandado escritos ofensivos en contra del presidente americano y su país, desde su Twitter(*).

En el departamento todavía se ríen de lo que ocurrió con Ramón. A su llegada, se las vieron y se las desearon para evitar la carcajada en su presencia. Nadie se atrevió a preguntarle lo que le había ocurrido en Las Vegas. Al fin y al cabo había sido publicado en la prensa.

Mariano tiene ahora un secreto. Nunca le ha contado a nadie cómo se hizo con el móvil de Ramón y envió los mensajes el día antes del viaje.
Pero duerme tranquilo, sin problemas de conciencia.
Ha conseguido que Ramón haya dejado de ser un parásito y vuelva a trabajar.

(*) Twitter es una aplicación que no protege los datos que enviamos, por lo que pueden ser interceptados.
En Los Ángeles, dos turistas británicos son detenidos y encerrados durante doce horas, y finalmente deportados. ¿Su pecado? Haber intercambiado mensajes en Twitter en los que hablaban de la juerga que estaban planeando, en los que decían que iban a “destruir América” y a “desenterrar a Marilyn Monroe”.