Si quieres aprender, enseña. (Marco Tulio Cicerón)
– ¿Os habéis preparado el tema? – preguntó el profesor al entrar en clase -. Se trataba de la Constitución.
– Martínez. ¿Qué es una Constitución?. ¿Para qué sirve?.
– Una Constitución es la norma fundamental de los Estados Soberanos. Regula las relaciones entre los distintos poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) y entre estos poderes con los ciudadanos.
– No quiero que te aprendas las definiciones de “carretilla” – dijo el profesor -. Prefiero que me razones lo que me has contado.
– Bueno… Es algo así como las normas más importantes de un país. Las leyes no pueden ir en contra de la Constitución.
– ¿Y, siempre ha sido así?. Quiero decir, ¿todas las Constituciones del mundo tienen los mismos objetivos?. ¿Quien puede contestarme?.
Silencio absoluto.
Timidamente se levantó una mano.
– Dime Rodríguez.
– Antes no eran así. Fueron los norteamericanos quienes crearon la Constitución moderna. Fue para acabar con los sistemas absolutistas. La Revolución francesa eliminó la monarquía que era otro sistema absolutista y se contagió a otros países que hicieron lo mismo.
– Y, ¿cuál es la diferencia entra las Constituciones de antes y las de ahora?.
– Yo diría que las Constituciones de los países democráticos nacen del pueblo y viene a ser una manera de protegerse que tienen los ciudadanos, de los abusos de poder de los políticos.
– Me parece un poco aventurado lo que estás diciendo, Rodríguez.
– Pues yo estoy convencido de ello. Ayer estuve hablando mucho con mi padre quien me contó algo que yo no sabía. Me contó que hace años, en su empresa, en un centro de formación que tenían, solicitaron a la central permiso para hacer una piscina, para los cursillistas. Les dijeron que no lo autorizaban. Y al año siguiente, pidieron permiso para poner un depósito de agua. Les fue concedido. Entonces hicieron la piscina.
– ¿Qué tiene que ver eso de la piscina con la Constitución? – preguntó el profesor.
– Mi padre me explicó lo que están haciendo los políticos europeos. Primero redactaron una Constitución para todos los países de la Unión. Cada país tenía que hacer un referendum, una votación para saber si el pueblo estaba de acuerdo. Es curioso, pero pocos leyeron la Constitución. A pesar de que había mucho en juego, por ser la base de todas las leyes europeas. Por suerte Francia y Holanda votaron NO a la Constitución y tuvieron que aparcar el proyecto.
– Me acuerdo. Fui a votar.
– Y ¿qué votó?.
– Voté que si.
– No la leyó, ¿verdad?.
– No. La verdad es que no.
– Pues esa Constitución, por ejemplo daba rienda suelta a los gastos militares, eliminaba el derecho a una vivienda, dejándolo como “ayuda de vivienda”, el derecho a una ayuda social se convertía en una ayuda social “consultiva”, la educación dejaba de servir para lograr el desarrollo de la persona y servía para “integrar a la persona en el proceso productivo”, y así muchas cosas más. Todo matices, pero que nos quitaban derechos de la constitución de nuestro país.
– Uf. Si llego a saberlo… – dijo el profesor.
– En Francia tuvo mucho que ver un tal Etienne Chouard que abrió una web dedicada a analizar la Constitución europea y encontró un montón de “gazapos”. Su web batió un verdadero record de visitas y es posible que tuviera mucho que ver con el NO de los franceses a la Constitución.
– Entonces, menos mal que la Constitución no fue adelante.
– ¿No fue adelante?. ¿Está usted seguro?.
– Totalmente no, pero creo que abandonaron el proyecto.
– Se equivoca. A finales de año tendremos Constitución europea.
– ¿Cómo?.
– ¿No ha oído hablar del tratado de Lisboa?. No es otra cosa que la Constitución. Pero esta vez no es el pueblo quien la votará, salvo en Irlanda. Serán los parlamentos de los distintos países quienes la ratificarán. Y se trata de la misma Constitución que no se aprobó en su día, retocada, pero esencialmente igual. No quisimos la piscina y nos están colocando un depósito de agua.
– Pero esto lo hubiéramos sabido por la prensa. Para eso están los periodistas.
– Hubo protestas. Muchos políticos protestaron y lo hicieron en la cámara europea. Ningún medio habló de ello. Sorprendente, ¿no?.
Aquella noche el profesor no podía conciliar el sueño. Se levantó de la cama y se conectó a Internet. Pudo comprobar entonces, la veracidad de las palabras de Rodríguez sobre el Tratado de Lisboa. Aprendió que una cosa es la “información”, bien distinta al “conocimiento”. Descubrió que la información no siempre lleva al conocimiento.
Sintió un escalofrío.
– Nos están llevando al huerto – pensó.