Conversaciones en el hoyo 19:el reciclado

— No has estado inspirado hoy, Santiago.
— Tampoco te extrañe, Juan—repuso—. Llevo días peleado con el ayuntamiento. Por el puto reciclado de las basuras.
—Hombre. Reciclar basuras es bueno—dijo Pascual.
—Desde luego que lo es—contestó Santiago—. El problema es el cómo lo haces. Esos cambios no pueden hacerse en quince días y menos en pleno verano, cuando la mitad de la población se ha ido de vacaciones. En apenas quince días tenías que recoger los recipientes para la basura, en un lugar en el otro extremo del pueblo y en el que tenías que hacer una hora de cola. Tengo una vecina de noventa y tantos años y la pobre no podía ir a recoger esos recipientes. Luego los cursos, en los que explicaban cómo había de hacerse el reciclado, a los que podían ir los jubilados, pero no la gente que trabaja, por horario y por estar muchos de ellos de vacaciones. Para más inri te pedían una dirección de correo y el numero de teléfono.
—Un sistema muy fino de hacerse con tus datos y saltarse tu privacidad—añadió Juan—. Ahora pueden vender esos datos a empresas que viven de eso.


—He de reconocer que yo no los di—explicó Santiago—. Puse cara de idiota y les dije que no tenía correo ni teléfono y la cosa coló.
—Pero, seguro que han conseguido esos datos de, por lo menos, el noventa por ciento de la población—añadió Juan.
—Seguro que si. La gente no tiene idea de lo que es la privacidad—dijo Inés.
—Bueno. La cuestión es que ahora, con el nuevo sistema de recogida de basuras, hay días que la recogen y días que no—resumió Santiago—. A pesar de que en su día el ayuntamiento dijo que lo haría, no te ponen ninguna nota que explique la razón por la que no te han recogido la basura. Ya que se toman la molestia de revolver tu basura para saber si lo que has puesto allí se ajusta a lo que ellos desean que pongas en la bolsa.
—Vamos. Que vuelven a saltarse la privacidad al indagar lo que pones en la basura—apuntó Juan—. No sé hasta que punto tienen derecho a mirar la basura de cada vecino.
—Y lo ponen fácil los vecinos: en los recipientes que sacan a la calle tienen escrito el domicilio completo—añadió Santiago—. El mío que únicamente lleva una marca es el único de mi escalera que no lleva esos datos. Por eliminación podrían averiguar dónde vivo.


—Y han sacado del pueblo todos los containers de basura, dejando únicamente los de vidrio—siguió explicando Santiago—. Me consta que hay muchos vecinos que van a los pueblos cercanos a echar la basura, ya que ese cambio les ha pillado a contrapié. Es lo que tiene hacer los cambios sin apenas tiempo. Si se lo hubieran currado para hacer los cambios en tres meses, la cosa hubiera ido de otra manera. Ahora más de la mitad de la población está en contra del ayuntamiento por no haber pensado un poco, antes de hacer los cambios.


—Eso me recuerda a los dos sistemas operativos comerciales que hay hoy en día—dijo Juan, riendo—. Windows, que en todos los años que lleva, jamás ha pensado en hacer las cosas bien, lo cual les ha llevado a tener que obligar a hacer sus actualizaciones a sus usuarios, porqué esos, si pudieran elegir, no las harían. Y por otro lado, Apple, que piensa todas y cada una de las modificaciones de su sistema, por lo que cualquiera de sus actualizaciones son siempre bien recibidas por los usuarios.
—Vamos. Se nota que los desarrolladores de Apple trabajan con sus equipos y los de Microsoft…—concretó Pascual.
—Los de Microsoft—interrumpió Juan— deben trabajar con equipos Apple.


—Moraleja. No elijas nunca a un alcalde que no haya trabajado en su vida—dijo Inés—. Esa gente es incapaz de hacerse una idea de cómo ha de hacerse un cambio y pensar en sus implicaciones.
—Bueno—apuntó Pascual—. En realidad, en Catalunya, la política funciona así. Serás un inútil como alcalde, pero el hecho de ser de un partido separatista te lo justifica todo. Además los alcaldes saben que lo único que les hace ganar votos es la fiesta mayor. Puedes organizar una birria de recogida de basuras pero lo que te salva es como funcione la fiesta mayor del pueblo.
—Empiezo a entender el síndrome de Diógenes—observó Santiago—. En realidad se trata de gente muy mayor que no puede sacar la basura por tener movilidad reducida. La verdad es que no se lo ponen fácil para hacerlo.
—Y así vamos…