— Dígame…—el móvil de Santiago había sonado y éste había contestado la llamada. Sus amigos oyeron una voz de mujer—¿Que le gustaría que hiciera una reseña sobre las obras que me hicieron en el lavabo?…—preguntó—. ¿se refiere quizás a las chapuzas que hicieron en mi lavabo?. Y ¿dónde he de poner la reseña?… Ah. En su web. Es decir que si la reseña no les gusta la borrarían para no bajar la puntuación… ¡Ah!. También puedo dejar mi reseña en Google maps, que es “imparcial”. Pues es curioso porqué he visto mensajes allí de gente cuyos mensajes no se publicaron por ser negativos… Mire. Mejor lo dejamos. No pienso perder el tiempo en poner reseñas que no se publicarán. Buenas tardes—dijo Santiago antes de colgar su teléfono—. Me mosquea que me pidan una reseña favorable después de hacer la chapuza que me hicieron. ¡Gracias Paco!—le dijo al camarero que le había traído una botella de agua. El camarero regresó a la barra preguntándose por qué Santiago le había llamado Paco, siendo su nombre Ernesto.
— Yo nunca escribo reseñas—explicó Juan—. Las empresas nos piden reseñas. Si han hecho bien su trabajo, es su obligación. Y si la reseña es negativa, no se publica nunca, a pesar del mensaje “ayúdenos a mejorar con su reseña”. Es un timo. En su día miré los lugares en los que los usuarios dejaban sus reseñas y se notaba a las claras que se trataba de empresas que ganaban dinero representando a otras empresas que les pagaban por eliminar las reseñas negativas.
— Yo fui perseguido por una empresa que no me aceptó una reseña negativa. Durante semanas me machacaron a base de emails diciendo que lo reconsiderara—dijo Pascual—. Me plantee incluso denunciar a la empresa por acoso. Al final borré mi reseña y me dejaron en paz.
— En teoría una reseña explica la calidad de un producto ó de un servicio—añadió Inés—. Normalmente, antes de comprar algo ó aceptar un presupuesto, la gente se lee las reseñas para saber a qué atenerse antes de comprar.
— Y nos encontramos con todas las reseñas indicando las virtudes de las empresas—dijo Pascual—. No hay nada negativo que nos induzca a replantearnos la compra. Quizás porqué las que son negativas, son borradas por esas empresas. Lo que necesitamos son webs totalmente imparciales que no permitan a las empresas borrar nuestras opiniones. Quizás entonces podamos fiarnos de esas opiniones.
— Pero eso es poco probable que ocurra—opinó Inés—. En el concesionario al que llevo mi coche, me pegan en la factura una etiqueta en la que me recomiendan valorar al taller con un nueve ó un diez cuando te llamen por teléfono para que valores el trato, la gestión, etc. Y como les valoras por teléfono, no queda constancia de tu valoración, salvo una estadística, siempre favorable a la empresa.
— Estadística a la que no han añadido las valoraciones negativas—añadió Santiago.
— Las únicas reseñas negativas que he visto eran de Amazon—explicó Juan—. Yo nunca compro en esa empresa, ya que no me apetece permitir que una empresa norteamericana se lucre con mis compras. Suelo mirar en Amazon y cuando encuentro el producto que quiero comprar, lo busco en otras webs que es donde compro. Pero Amazon es de las pocas empresas, por no decir la única, en las que las reseñas son positivas y negativas.
— Pensando mal, quizás por no entender nuestro idioma—contestó riendo Pascual.
— Desde luego, se ve que las empresas nos toman por tontos—añadió Inés.
— No lo creas. En realidad lo somos—dijo riendo Pascual—. Nos tragamos lo que nos ponen delante. Hace treinta años ponías un teléfono en casa y en cuanto te daban línea ya podías usarlo. Hoy en día, compras un teléfono y si quieras usarlo has de darte de alta en la web del fabricante. De alguna forma ya están empezando a recopilar nuestros datos. Incluso te has de tragar esas aplicaciones que te vienen con el sistema operativo, que no usas para nada y que no puedes eliminar. Nos las cuelan por todos lados. No tardaremos en ver que cuando compremos una escoba nos hagan registrarnos en la empresa del fabricante para poder usarla.
— Somos así de estúpidos. E influenciables— añadió Juan—. Me hizo mucha gracia descubrir que, en un capítulo de la serie de televisión “Miércoles”, ó “Wednesday” en USA, aparecía un cubo rubik que, en lugar de tener los colores habituales, estaba hecho en escala de grises. Ese capítulo generó una gran demanda de cubos rubik grises y ahora hay un montón de empresas que los fabrican.
— Lo dicho: somos estúpidos—concluyó Pascual—. Preferimos dedicar nuestra existencia a comprar algo que hemos visto en una serie a intentar arreglar el montón de contradicciones de nuestra sociedad.