Conversaciones en el hoyo 19: Semana santa

— ¡Al fin se han acabado las vacaciones de semana santa!—dijo Santiago—. Me jode pagar el doble por jugar a golf.
— Es curioso lo que hacen los clubs: tienen dos tarifas. Una para los días laborables y otra para los festivos—añadió Inés.
—Incluso cuando es festivo únicamente en Barcelona, todos los campos de la comunidad suben los precios—dijo riendo Pascual—. Como si no tuviéramos suficiente con pagar la ortodoncia de la hija del parásito que tenemos de monarca.
—¿Le han arreglado los dientes?—preguntó Inés.
—Al parecer, en la genética de esos parásitos, además de hemofilia, tienen los colmillos de un vampiro y han tenido que acortárselos, no sea que les dé también por beber la sangre de sus súbditos—rio Pascual—. Cambiando de tema, estoy sorprendido de cómo están las carreteras en nuestro país. Un verdadero desastre. Ya sabéis que he ido a Santander. Ninguna carretera estaba en condiciones. No sé para qué pagamos impuestos si luego no utilizan nuestro dinero para mejorar las infraestructuras.
—Piensa que estamos pagando la escuela inglesa de las hijas del rey—repuso Santiago—, además de la ortodoncia. Y los hijos de una de sus hermanas tampoco nos salen gratis, ya que su tren de vida es altísimo. ¿A quién se le ocurrió ponernos un rey?. Toda una familia de vagos, viviendo a todo trapo. Y todas sus juergas, pagadas por nosotros.


—Bueno. Lo importante es que for fin se han acabado las putas procesiones, los cofrades, las saetas, las pasiones…—dijo Juan—. Parece mentira que en pleno siglo veintiuno sigamos sufriendo semejante anacronismo.
—Yo soy de la teoría de que cuando quieres saber el grado de cultura de un país, la religión es un índice muy exacto—apuntó Pascual—. A mayor religiosidad menor cultura y a menor religiosidad mayor cultura.
—Eso me recuerda aquella serie española, “ciudad K” que narraba lo que ocurría en una ciudad en la que todos tenían un coeficiente intelectual altísimo—explicó Juan—. Era curioso ver al cura oficiando misa con la iglesia vacía, salvo por una mujer que se dedicaba a cuestionarle todas sus lecturas.
—La recuerdo. Me gustaba esa serie—repuso Pascual—. Lo curioso es que en la historia de la humanidad, en todas las culturas, han aparecido siempre los hechiceros, los druidas, los sacerdotes. Cada tribu, en cualquier continente, tenía su hechicero, que no era más que el típico oportunista que quería vivir del cuento. Y, con el cristianismo, descubrieron que podía ser un buen negocio y otra forma de hacerse con el poder. Luego surgieron los imitadores, otras religiones que intentaron ganar dinero donde el cristianismo no llegaba. Vamos. Lo de toda la vida. Unos cuantos cabrones aprovechándose de los demás.


—Quizás por todo eso, si tuviera que elegir una religión, elegiría el budismo—dijo Inés—. A pesar de sus muchos defectos, es la que tiene una concepción diferente del hombre. Me gustan los conceptos del Karma y el Dharma.
—Y el concepto de reencarnación—añadió Pascual—. Vamos. Que si no has sido bueno y tu Karma sale negativo, te mueres y vuelves a nacer para que lo limpies.
—Y si has sido muy malo y tu Karma es penoso, te reencarnas en un ser inferior—dijo Juan.
—Tengo la sospecha de que nuestro Karma debía ser penoso, ya que todos nosotros nos hemos reencarnado en seres inferiores: el ser humano, el peor ser de este planeta—añadió Pascual.

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