—Menudo nivel estamos teniendo, gracias a Ernesto—comentó Pascual mientras esperaban al contrincante con el que habían jugado aquella mañana, ni mas ni menos que un político que en aquel momento estaba en el aseo—. ¡Que paciencia tiene con nosotros!. Y vaya paliza le hemos pegado a González. ¡Le hemos ganado los tres!.
—Y no sabes la satisfacción que me ha dado machacarle—dijo eufórico Bronchales—. No por el hecho de ganarle a alguien, ya sabéis que me importa un bledo. Ha sido por ganar a un puto político, un vendedor de humo, a un adicto a la mentira, a un vendedor de motos…
—Chis, ¡que viene!. Por cierto, vaya cara de mal rollo lleva, jajaja.
Manuel González se sentó en la silla vacía y bebió un largo trago de su cerveza.
—¿Cómo estás, Manuel?. ¿Crees que podrás soportar la derrota?—Bronchales estaba disfrutando con la situación. Le encantaba ver como Pascual y Santiago hacían esfuerzos para no soltar la carcajada.
—Bueno. Es peor la derrota en unas elecciones—repuso el político.
—Si. Un salto de rana en unas elecciones ha de ser terrible—rió Santiago con mala leche—menos mal que nuestra democracia “con so li dada” lo aguanta todo—dijo con retintín.
—Claro—contestó el político, ignorando ó haciendo ver que ignoraba la puya de Santiago.
—Eso es lo hermoso de esa democracia que nos “hemos dado todos”—siguió Santiago con sorna—. Cuando el pueblo – que es poder – quiere algo, lo dice y el gobierno de turno obedece ese mandato sin rechistar… ¡ah! ¡no!. Que no va así. Para que el pueblo consiga algo ha de salir a la calle y, con un poco de suerte, a los seis meses de estar saliendo a manifestarse, puede que el gobierno obedezca el mandato. O puede que no. Me encanta la democracia consolidada.
—Siempre se puede proponer una iniciativa a base de recoger firmas. Luego se tramita por la cámara de diputados y…
—Y se llevan esas hojas repletas de firmas a los lavabos para que los señores diputados se puedan limpiar el trasero con ellas—interrumpió Santiago.
—Si eso falla, siempre puede buscar en los partidos, a uno que tenga en su programa esa iniciativa y votarlo—dijo el político.
—Exacto—respondió Pascual—. Luego, como está de moda hoy en día, el programa del partido es llevado a los lavabos de la Moncloa para que el gobierno lo utilice como papel higiénico.
—Hombre. Hay que tener en cuenta las circunstancias. Algunas veces no puede llevarse a cabo un punto del programa porqué las circunstancias no lo permiten.
—Y supongo, ese cambio de las circunstancias no se había dado en la campaña electoral. Al parecer las circunstancias tienen vida propia y cambian al día siguiente de las elecciones.
—Hombre, no es así. Muchas veces se cumplen los programas.
—Y yo me pregunto qué clase de democracia es esa que no permite a los catalanes votar sobre su futuro—terció Pascual.
—Bueno. La constitución no lo permite—se defendió el político.
—Entonces permitirás que me haga la siguiente pregunta—añadió Pascual—:¿qué mierda de constitución es esa que no permite que los catalanes ejerzan su derecho de votar lo que quieren hacer?. Y añado: ¿nuestra constitución es democrática?. Yo lo dudo.
—Tenemos una constitución al nivel de la inglesa, francesa…
—Ya tenía que salir la comparación con otros países—cortó Bronchales—, cuando no sabes contestar a la pregunta sobre si nuestra constitución es democrática.
—Claro que lo es. La votaron todos los españoles.
—Pero no permite votar a los catalanes… ¿Es eso democracia?.
—Eso por no hablar de la separación de poderes, que no existe—dijo Pascual—. Ni siquiera se cumple aquello de la igualdad.
—¿Cómo que no hay igualdad?—protestó el político.
—Que se lo pregunten a ese tarado mental que tenemos como jefe del estado, que está por encima de las leyes ó a ese puñado de políticos corruptos que no hay forma de meter en la cárcel, o a esa ley electoral que permite que un votante de un pueblito extremeño tenga mas valor que el de un habitante de Madrid. ¿Sigo?.
—Vosotros sabéis que los políticos estamos en ello y poco a poco vamos resolviendo esos problemas. Pero esas cosas llevan tiempo.
—Desde luego que llevan tiempo, No hay mas que ver que en ninguno de los programas de todos los partidos políticos aparece nada de lo que he mencionado—repuso Pascual, indignado—quizás dentro de un par de siglos abordéis alguno de estos temas.
—Dejarme que os diga algo y a ver si os enteráis de una vez—dijo el político para zanjar el tema—. Mi trabajo es hacer política y eso en un partido significa lo siguiente: un partido político es una empresa como cualquier otra y si quieres mantener el empleo has de hacer lo que te dice el jefe. Y has de decir lo que pone el argumentario que te pasan tus superiores. En el congreso se ha de votar lo que ellos dicen que votes. Has de llevarte bien con tus compañeros ya que si desprecias al pelota que le lame el trasero a tu jefe, cualquier día lo pueden ascender y tu acabas cayendo en desgracia. Eso es así. Aquí y en cualquier otro país del mundo. La única diferencia entre los partidos políticos del mundo es el nivel de estupidez de sus dirigentes, que es elevado en la mayoría de los casos. Y, es cierto: la democracia no existe en ningún país y en el nuestro menos aún. Pero es lo que hay y eso no va a cambiar porqué las empresas que se dedican a la política -los partidos- están para obtener beneficios de los ciudadanos y aparentar que se hace algo por ellos. Y nada mas.
—¡Al fin alguien que dice la verdad!—aplaudió Bronchales—. Deduciendo un poco, lo de la moción de censura que cambió el gobierno, no era otra cosa que una escenificación.
—Está claro. Se trataba de salvar al bipartidismo y la oposición se estaba hundiendo cada vez mas. Desde el cambio de gobierno, los socialistas…
—Por favor, no insultes al socialismo. Tienen de socialistas lo que yo de bombero—puntualizó Pascual.
—Está bien. Corrijo. Decía que el nuevo gobierno, de estar hundido antes de la moción de censura, es ahora la primera fuerza en intención de voto. Todo es una escenificación. Hay que repartir las ganancias y perpetuar la situación. Todos los partidos roban una buena parte del erario público. Ha sido siempre así. Al fin y al cabo es uno de los objetivos de las diferentes empresas-partidos que conforman este país. Así cuando les pillan, se protegen unos a otros. Y la prensa no pilla mas del cinco por ciento de esos robos, que luego son paralizados en los tribunales, años y años.
—Maravilloso el mundo en el que vivimos—susurró Pascual.
—Desde luego. ¡Menudo trago de realidad acabamos de tomar!—suspiró Santiago.
—No hace falta que os diga que yo no os he explicado nada—dijo el político—. Si alguien hace correr la voz, me quedo sin empleo.
—Tranquilo. No diremos nada—puntualizó Bronchales—,siempre y cuando cumplas con una condición: que vuelvas a jugar al golf con nosotros algún día. Nos encanta machacarte.
—¡Que cabrones sois—dijo el político riendo—. Aunque he de reconocer que me ha encantado jugar y perder con vosotros. Por mi parte, de acuerdo