A las ocho de la mañana, Felisa iba a toda prisa por el pasillo. Acababa de recibir la orden de su director para que fuera a su despacho.
Quince ó veinte saludos más tarde y un cierto dolor entre las costillas y llegó al despacho de su jefe, el director.
La secretaria la acompañó hasta la puerta y tras llamar y oir el «adelante» de su jefe, abrió la puerta, se hizo a un lado para que Felisa entrara y cerró la puerta a su espalda.
Felisa no se inmutó cuando vio a su jefe sentado, en mangas de camisa y sin zapatos, en el suelo, con las piernas cruzadas sobre una pequeña alfombra. Encima de su mesa humeaban dos barritas de sándalo. En las paredes apenas había espacios vacíos por estar cubiertas de carteles y posters anunciando los proyectos que el director había impulsado, siguiendo las recomendaciones de la central. «Team building», «Lean thinking», «Alto rendimiento», «ICE» (Innombrable Continuous Excellence), «Goal Alignment» eran los textos que aparecían en muchos carteles, así como diversas fotos de grupos de personas, todas ellas con una gran sonrisa que venía a certificar los maravillosos efectos que se habían operado en ellos al participar en esos proyectos.
Felisa permaneció de pie, esperando a que su director saliera del estado de trance en el que estaba. Por un momento recordó el comentario que le había hecho un día, en una reunión:
– Hola Felisa, ¿vas de Shakira hoy?.
Ella no entendió el comentario y tuvo que ser uno de sus subordinados quien se lo explicara: que ya no tenía edad para ir con aquellas minifaldas y generosos escotes que tanto habían cautivado a su anterior jefe. Le costó una fortuna cambiar su vestuario, aunque su hija, de unos veinte y pocos años, se lo agradeció, al estar harta de los frecuentes hurtos de ropa que le hacía su madre.
Un sonoro cuesco del director le indicó a Felisa que su jefe ya había conseguido la relajación total y que pronto saldría de su trance.
– Ah, Cupo, ya estás aquí… – dijo el director, medio somnoliento.
– ¿Cupo?.
– Claro. Es la única razón por la que eres jefe, ya que por capacidad… – el director se levantó y fue a su mesa. Sacó de un cajón una caja de toallitas de papel, la puso en la mesa y se sacó la camisa.
– No entiendo – dijo, mientras sacaba una toallita de la caja y empezaba a frotarla por su axila izquierda – como es posible que no hayáis terminado el proyecto del cambio de las antenas de Wifi N en el edificio.
– No había nadie que lo pudiera hacer. Tenía a la mitad de mis subordinados haciendo el curso de coaching y el resto estaba en el curso de ICE – repuso Felisa mientras miraba el torso de su director. Era bajo pero regordete, de cabello rizado como ella, aunque moreno y a pesar de ser lampiño, llevaba algo que un optimista hubiera llamado barba.
– ¿Están «alineados» tus subordinados, Felisa? – preguntó el director mientras empezaba a frotarse la axila derecha con la toallita -. Empiezo a pensar que no lo están. ¿Qué problema hay en que trabajen después de los cursos que están haciendo?.
– Hay una empresa subcontratada. Mis subordinados solamente han de dar instrucciones a los operarios.
– Bueno. Pues que venga esa empresa después del curso – el director tiró la toallita a la papelera.
– No es posible. Nos cobran casi el doble, al ser fuera de la jornada laboral y yo no tengo presupuesto para pagarles – contestó Felisa.
– Entonces que lo hagan tus chicos – el director se estaba enfadando. Empezó a ponerse la camisa -. Te pago para que lleves a cabo los proyectos que te encargo y no para que me traspases tus problemas. Si eres jefa es para que los resuelvas tu. Si me toca solucionarlos a mi, vete haciendo la idea de que vas a terminar montando esas antenas.
– Está bien. Lo arreglaré. Pero quizás sea necesario que mis subordinados aplacen los cursos que tienen previstos para esta semana…
– ¿Qué me estás diciendo?. Los cursos son lo más importante que les da la empresa. Esos cursos sirven para crear en todos los empleados una conciencia de equipo, una forma de trabajar involucrándose con el espíritu de la Innombrable, en una nueva forma de desarrollar el trabajo. Forja, además, una personalidad diferente que sirve para mejorar incluso, la vida personal.
Felisa permaneció callada, mirando como el director se ponía la camisa.
– Piensa – continuó el director – que todos los cursos e iniciativas que proponen desde la central europea, son casi una religión. En mi vida, podría decirse que hay un antes y un después de los cursos. He cambiado, gracias a haberlos seguido y mi cambio ha sido para bien. De ahí que quiera extenderlo a todos los ámbitos. En fin, Felisa. Tampoco lo entenderías. Quiero que el proyecto Wifi N esté listo esta semana.
Felisa asintió y fue hacia puerta. Allí se dio la vuelta y mirando al director hizo su saludo de «alineado». Luego salió.
Cuando el director se conectó al correo tenía cerca de setenta mensajes.
Sin embargo uno de ellos le llamó la atención sobre el resto: era de la central. Inconscientemente hizo su saludo de «alineado» y con las manos temblorosas lo abrió.
Sus ojos se agrandaron cuando empezó a leer el escrito. ¡Un nuevo proyecto de formación!. Lo leyó con avidez.
Al terminar de leerlo, sus ojos tenían lágrimas. El proyecto era sencillamente perfecto.
Cerró los ojos y meditó lo que acababa de leer. Casi de inmediato notó como algo se endurecía entre sus piernas.
La secretaria del director estaba charlando con una compañera cuando sonó el teléfono.
– Perdona. Es el jefe – le dijo, mientras descolgaba el auricular – Si, diga señor director. Ahora mismo – colgó, descolgó de nuevo y pulsó una tecla del teléfono. Al momento oyó una voz – señora, su esposo quiere hablar con usted. Si. Le paso -. Pulsó una tecla y dijo – señor director le paso con su esposa -. Luego colgó.
– Uf – dijo aliviada a su compañera -. Sospecho que hoy toca sexo. Lo cual suele coincidir con los nuevos proyectos que le encargan desde la central. La última vez, la esposa del dire me preguntó por qué había tan pocos proyectos en la Innombrable.