– Bueno, ¿cómo lo hacemos? – preguntó la directora de personal de la Inombrable.
– No creo que sea una medida demasiado popular.
– Lo sé, pero hay que hacerlo. La central nos exige reduzcamos en un treinta por ciento nuestros gastos. ¿Cómo tenemos al comité de empresa?.
– Como siempre. No nos va a dar problemas. Hace años que comen de nuestra mano. Es lo bueno de tener unos cuantos jefes allí, entre la tropa.
– Bueno. De todas formas, pon muchas flores al comunicado. Deja caer que soy consciente del gran esfuerzo que hacen todos y todas esas tonterías que decimos siempre. Tampoco es mala idea dejar caer que hemos hecho un estudio cuyas conclusiones demuestran que nuestros sueldos son superiores a los de las otras empresas del sector, a igualdad de trabajos.
– Pero nos pueden pedir esos estudios.
– Bueno. Tenemos aquel estudio que hizo Paulino, antes de jubilarse.
– De eso hace años…
– Es igual. Colará. Incluso…
El director se quedó pensando.
– ¿Incluso?.
– Espera… Si. No es mala idea – sonrió -. Deja caer que los directores nos rebajaremos la misma cantidad que el resto. Así nadie podrá replicar el recorte.
– Hombre. ¿qué quieres que te diga?. Los otros directores no van a estar muy contentos.
– Creo que no lo has pillado. No hay nadie en la casa que pueda saber lo que cobramos nosotros, los directores. Todos ignoran que tenemos una asignación aquí y otra en Suiza. Y si descubrieran lo que cobramos aquí, sería fácil reducir nuestro sueldo e incrementarlo allí. Ya tranquilizaré a los otros directores en el próximo comité de dirección.
– Ah. Me quedo tranquila – se levantó -. Pues voy a redactar el comunicado.
– Espera, espera. Tengo otra cosa a comentar – dijo el director. Esperó a que sentara la directora de personal y dijo:
– He estado mirando los resultados de la encuesta que hicieron los empleados, sobre la empresa.
– ¿Te refieres a «la empresa te escucha»?.
– Si. He de reconocer que las estadísticas han mejorado mucho, con respecto a las de hace dos años.
– Es lógico. Hemos prejubilado y jubilado a los que nos eran críticos y los que les sustituyen ahora, son muy jóvenes para cuestionar nada.
– Es cierto, pero nos queda aún un dieciseis por ciento de personas que han reflejado su descontento con la empresa, en la encuesta.
– Es poco. La otra vez fueron casi el treinta y cinco por ciento.
– Averigua quienes son.
– ¿Cómo?. La encuesta es anónima…
– Venga – el director miró fijamente a la directora .- Pusimos preguntas en la encuesta para localizar el departamento de cada encuestado.
– Si. Es verdad – reconoció la directora.
– Pues vamos a atacar en dos frentes. Por un lado quiero una campaña de sugerencias a la empresa. Quiero buzones en todos los departamentos para que todos puedan poner sus sugerencias. Lo hablaré con la directora de comunicación interna, para que lo desarrolle y lo ponga en marcha. Que se sepa que escuchamos a todo el mundo y que todos pueden cuestionar aquello que no les guste.
– Por otro lado, y eso va por ti, quiero en la calle a ese dieciséis por ciento de disidentes de la encuesta.
– Y, ¿cómo los indemnizamos?. Ya no me queda presupuesto. Hemos echado mucha gente los últimos años.
– Con la rebaja de los sueldos. Para eso está. La central no me pondrá problemas, si lo destino a eso.
– De acuerdo. Me pongo en ello. ¿Alguna cosa más?.
– Creo que no. Bueno, espera. La semana que viene no estaré. Tengo el viaje a Brasil con los setenta vendedores que hemos premiado por haber incrementado las ventas. He de hacerles un discurso.
– ¿Estarás fuera toda la semana?.
– ¡Claro!. Nada como el ambiente de Río para escribir un buen discurso.
Ahora entiendo uno de esos slogans propagandísticos que tienen por las paredes: «alto rendimiento y bienestar», claro el alto rendimiento de unos para el bienestar de otros….
Un aficionado a las tortillas
Ahora entiendo uno de esos slogans propagandísticos que tienen por las paredes: «alto rendimiento y bienestar», claro el alto rendimiento de unos para el bienestar de otros….
Un aficionado a las tortillas
Me da verdadero pavor y amarga tristeza saber que así es cómo nos manipulan y nos tratan en las grandes empresas…
Vengo de tu otro blog, amigo. Si, dices bien: «No hay nadie en la casa que pueda saber lo que cobramos nosotros, los directores.»
Coincido con el fondo y la forma de tu mensaje.
Un abrazo.