Rosa y su hijo (final)

… Y así terminó la historia del accidente que tuve hace ya dos años – dijo Rosa -. Mi hijo salió con contusiones y yo con el esternón roto.

Estaba en el bar de Santiago, tomando una cerveza con su amigo, el propietario del bar que, al otro lado de la barra, había escuchado atentamente.

– Es curioso… – dijo Santiago pensativo -. La carretera coincide, el mes y la hora también e igualmente ocurrió hace un par de años.
– ¿De qué me estás hablando, Santiago?.
– Digamos que tengo sospechas de que la historia no acabó así como me has contado – dijo Santiago.

– Bueno. Hubo secuelas. Mi hijo estuvo en estado de shock casi un día, pues me dijo haber visto cosas inexistentes, a mi me tocó un médico que no fue capaz de ver en las radiografías mi esternón roto, me dieron el alta con la rotura que no me detectaron hasta dos días más tarde y se les olvidó quitarme el suero al irme del hospital.

– ¿Qué sabes del conductor del otro coche?.
– Poca cosa. Estaba ileso, gracias al airbag. Lo recuerdo diciendo sin parar que él era el culpable del accidente y sobre todo lo pesado que se puso para apartar el coche de la carretera y así permitir el paso de los coches. Él solo consiguió poner el motor en marcha y apartar el coche al lado de unos matorrales, donde no obstaculizaba el paso.
– ¿Cuándo llegaron las ambulancias?.

– Yo diría que fue una hora más tarde del accidente. Recuerdo que mi hijo me contó que cuando lo sacaron del coche, como no había llegado la ambulancia, lo tumbaron en el interior del coche que acababa de apartar el tío que provocó el accidente.
– Y dentro del coche vio algo…

– ¿A dónde quieres llegar, Santiago?.
– Y dentro del coche vio…
– A una mujer. Pero no le creí cuando me lo dijo.
– Pues es cierto, Rosa. Había una mujer.

– Y tu, ¿cómo lo sabes, Santiago?.
– Conozco a la esposa, perdón, ex-esposa del conductor del coche que provocó tu accidente. Por cierto, se trata de un abogado que vive cerca del lugar del siniestro. Con lo que me has contado tu y lo que me contó ella, podemos deducir lo que pasó.

– Cuenta, cuenta.
– El abogado estaba conduciendo, llevando a su amante en el asiento de al lado. La razón por la que se saltó el stop, la desconozco. Después del accidente bajó del coche diciéndole a su amante que se quedara dentro, oculta por los airbags desplegados del coche. De ahí que se obcecara en querer sacar el coche de la carretera. Por fin logró sacarlo y dejarlo al lado de unos matorrales, medio oculto por el follaje. Después sacó el móvil y llamó a un amigo que vivía cerca, pidiéndole fuera a recoger a su amante. Al llegar la policía, no pudo ocultar la presencia de aquella mujer en el coche. La descubrieron cuando fueron a poner allí a tu hijo, Rosa. Sin embargo, cuando llegó el amigo, convenció a la policía para que le permitieran llevarse a la amante.

– ¿No te lo estás inventando, Santiago?.
– En absoluto. Tanta debe ser la influencia del abogado, que no solamente consiguió que su amigo se llevara a aquella mujer sinó que también consiguió que el nombre de ella no apareciera en los atestados. Luego llamó a la grúa y se dejó llevar al hospital para que le hicieron un reconocimiento. Por último, llamó a su esposa para que fuera a buscarlo. Como verás, Rosa, tu hijo no tuvo visiones y vio a aquella mujer.
Rosa miraba ensimismada a Santiago sin poder dar crédito a lo que oía.

– Y, ¿cómo lo descubrió la esposa? – preguntó.
– Tardó cerca de un mes en descubrirlo. Ella fue al taller a recoger el coche ya reparado. Los mecánicos habían encontrado dentro un móvil. El móvil de la amante. No tenía habilitado ningún código de seguridad, por lo que pudo acceder a todo su contenido: mensajes, fotos, llamadas… Incluso pudo descubrir al amigo a quien llamó su marido para que se llevara a la amante del lugar de los hechos.

– Nunca me lo hubiera imaginado – dijo Rosa -. Dos años más tarde de los hechos, descubro que había otra historia, además de la mía… Y bastante más jugosa por cierto… Si lo llego a saber, me dedicaba a hacer chantaje al abogado, jajaja.
– Eso ya lo intentó alguien que también estaba allí. Lo detuvieron al mes y medio del accidente. Un camillero que oyó la conversación del abogado con los policías.

– Ver para creer… Moraleja: proteje tu móvil.
– Si. Los móviles son muy traicioneros.

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