Cambiando los principios

Santiago no prodigaba demasiado sus visitas al piso de las chicas. En su día había delegado en ellas su gestión, al tener plena confianza en su capacidad.

Sin embargo, le habían llegado algunos comentarios de amigos suyos que le impulsaron a dejarse caer por el piso.
Una cara nueva le abrió la puerta. Se presentó como Yolanda, la encargada.

Cuando pasó a la sala no le gustó las caras que vió. Acostumbrado como estaba a las risas, a los abrazos de sus chicas, esta vez se limitaron a forzar una sonrisa y largarle un escueto buenas noches.
– Algo está pasando aquí – pensó.

Se llevó a Yolanda al despacho, se sentó y le dijo:
– ¿Que pasa aquí, Yolanda?.
– No lo sé – contestó ella – parece como si las chicas hubieran perdido el interés por el trabajo. En las reuniones semanales que hacemos para intercambiar pareceres y hacer nuevas propuestas, ninguna de ellas participa. Se quedan calladas mirando al suelo.
– Hazme un favor, Yolanda. Voy a hablar con las chicas. Me las vas enviando una por una.
– ¿No es preferible organizar una reunión para que participen todas?.
– No. Una por una. Haz entrar a la primera.

Yolanda salió de la habitación y entró con Victoria, una chica morena con unos ojos enormes. Santiago recordó lo que había tenido que hacer para sacarla de las garras de su proxeneta. Yolanda se sentó a su lado.
– Yolanda – le dijo Santiago -. Por favor, déjanos solos.
El semblante de Yolanda cambió mientras se ponía en pie. Luego pareció que iba a decir algo, pero cambió de idea y con cara de pocos amigos, salió de la habitación. Santiago fue a sentarse al lado de Victoria y empezó a hacerle preguntas.

Durante las dos horas habló con todas las chicas, Santiago fue notando como una angustia iba creciendo. Luego notó como aumentaba su rabia e indignación y por último, una gran tristeza se adueñó de él.

Esperó media hora antes de llamar a Yolanda. Necesitaba tiempo para recomponer su cara cuajada de lágrimas.
Yolanda entró con unas carpetas bajo el brazo.
– ¿Cual es tu diagnóstico acerca de lo que pasa aquí, Yolanda? – preguntó Santiago con aire casual.
– Bueno. Creo que las chicas son unas desagradecidas a pesar de que he conseguido aumentar los beneficios – abrió una carpeta y extrajo una hoja con una gráfica en la que se veía claramente como cada mes aumentaban los ingresos.

Santiago miró la gráfica y preguntó:
– ¿Cómo lo has conseguido?. ¿Qué has cambiado para que se hayan duplicado los beneficios?.
– He cambiado los horarios. Ahora nos turnamos para que el piso esté siempre operativo y no solamente abierto por las noches. Ahora los servicios ya no son de dos horas, porqué que con veinte minutos nos basta y así tenemos más clientes.

– Pero, ¿las chicas tienen tiempo para estudiar?.
– Las chicas han dejado de estudiar. Era la única forma de que obtuviéramos beneficios.
– Entonces, ¿Rebeca tampoco puede ir al médico?.
– ¿Qué médico?.
– Rebeca tiene, desde hace años una hernia discal y ha de hacer recuperación. ¿No lo sabías? – le contestó Santiago -. ¿Y Mónica?. ¿Tiene tiempo para estar con su hija?.
– ¿Mónica?. ¿Tiene una hija?. No lo sabía. Supongo que con los turnos, no siempre puede verla.

– Me imagino que aún así te parecerá correcto lo que has hecho.
– Cuando asumí el puesto de encargada me fijé unos objetivos y los he cumplido. Soy una buena jefa.
– ¿Te parece de recibo que una buena jefa no tenga ni idea de como son sus subordinados?. ¿Te parece normal que el cumplimiento de tus objetivos no tenga en cuenta a tus subordinadas?.
– Tenemos el doble de beneficios.

– Y ¿para que queremos beneficios?. No tienes idea de la razón por la que monté este piso – Santiago miró a Yolanda encolerizado -. Aquí vienen chicas a las que he rescatado de las garras de algún proxeneta desalmado. Es cierto que aquí se sigue practiando la prostitución. Pero éste es un medio para que las chicas puedan estudiar, labrarse un futuro y así poder dejar esta mierda. Incluso, hasta ahora hemos sido selectivos con nuestros clientes. Buscamos a personas con principios, con corazón. Aquí no entra cualquiera. Por eso no nos anunciamos, porqué nuestros clientes ya nos hacen la publicidad e incluso la selección, aportando gente como ellos. Son gente que no siempre quiere sexo. Muchas veces necesitan simplemente cariño, conversación, tiempo, al fin y al cabo. ¿Cómo quieres que obtengan eso en veinte minutos?.

Santiago se puso de pie.
– ¿Cómo quieres que las chicas participen en reuniones y aporten algo si les has impuesto unos horarios que les impiden realizar sus actividades?. ¿Cómo quieres que te sigan si les has demostrado que no tienes madera de líder?. Un líder ha de conocer a sus subordinados, trabajar con ellos, escucharlos y servirlos. ¿Cómo puedes pensar que las chicas son unas desagradecidas cuando has sido tu quien, sin encomendarse a nadie, les has impuesto cambios que no querían e incluso has traído a dos nuevas compañeras que sólo han servido para darte mayor poder?.
– He mejorado el negocio – dijo Yolanda.
– Y te has cargado los principios del negocio. ¿Sabes?. Haz una cosa. Llévate tus maravillosos beneficios esta misma noche y no regreses más. ¡Ah!. Por cierto. Y llévate también a tus dos secuaces. Aquí no os necesitamos.

Una hora más tarde, Santiago se sentó a cenar con sus chicas. Pronto volvieron las risas y las bromas. Todas ellas prometieron continuar con sus abandonados estudios.

Cuando Santiago salió, notó una opresión en su corazón. Se dio cuenta de lo mucho que quería a aquellas chicas.
Para él eran como sus hijas.

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Anónimo
Anónimo
13 años ago

Este hombre me recuerda a alguien que conozco! Ojalá hubiese más gente como Santiago!

Cornelivs
13 años ago

Pues…bendito SAntiago.

Este hombre, sencillamente, me encanta. Ojala fuera un personaje real, y no solo un personaje de ficción.

Un abrazo.