El consejo

– La verdad es que no lo entiendo – le dije a Alejandro -. Este año se les ha ido la pinza.

Alejandro – Alex – se quedaba muchas tardes hasta las tantas, para aprovechar el silencio de los teléfonos y la ausencia de personal para poder sacar adelante su trabajo, que en muchas ocasiones requería esa concentración imposible de conseguir en las horas normales de oficina.

Yo aprovechaba para hacerle visitas con la intención de conseguir aprender aquello que mi jefe, el psicópata y Felisa, su jefa me negaban por considerar que no era necesario para mi trabajo. Gracias a aquellas visitas secretas, la información que me había transmitido Alex había servido para que pudiera desarrollar mi trabajo con mayor soltura, tranquilidad y conocimiento. Incluso me había servido para solucionar problemas que estaban fuera de los obsoletos protocolos previstos para esas incidencias.

– ¿A qué te refieres? – me preguntó Alex.
– A la evaluación de este año. Me han puesto una calificación de «normal» cuando llevan diez años castigándome con «insuficientes» con el único objeto de congelar mis aumentos de sueldo y conseguir que me baje del burro y acceda a hacer horas extra sin cobrarlas.
– La verdad, Luis, no te entiendo. Con una crisis como la que tenemos y la consultoría que corre por la Innombrable para despedir gente, tu sigues en tus trece, pasando de las consecuencias de tu actitud. Estás loco.

– Debo estarlo un poco. Pero me repatea que desprecien tanto mi trabajo como el de mis compañeros, negándose a pagarnos horas extras. Según ellos no pegamos ni brote. Si fuera así, ¿para qué quieren que vengamos los fines de semana?. Y lo jodido es que si te niegas, como he hecho yo durante años, resulta que tienes una «mala actitud(*)» hacia la empresa y eres un mal compañero por hacer que venga otra persona en tu lugar. Es curiosa la forma de comportarse del psicópata que, durante la semana, nos trata a todos con el mayor de sus desprecios y cuando se acerca el fin de semana, se convierte en alguien exquisito, para conseguir que vengamos a trabajar gratis.

– ¿Sabes lo que haría yo en tu caso? – preguntó Alex.
– Cuenta, cuenta…
– Tenemos una crisis y además está la consultora que se propone echar de la empresa a unas ciento cincuenta personas. Tu tienes todos los números para ser de los primeros en irte a la calle.
– Y eso que siempre he intentado ser consecuente con mi forma de pensar.

– Y además – dijo Alex – eres un buen profesional. Eres la única persona a quien le puedo dar un trabajo, a sabiendas de que lo conseguirás llevar a cabo, solucionando los problemas que te vayan surgiendo. De ahí que quiera darte un consejo.
– Dime.
– Has de darle la vuelta a la tortilla. No sabemos cómo pero te han puesto este año buena nota. Lo que has de hacer es aprovecharlo para tu beneficio. Hasta ahora tu posición ha sido de enfrentamiento con el psicópata y Felisa.
– Con buenas razones para ello, por cierto. Aún no entiendo la razón por la que Felisa desoye mis denuncias de abusos de autoridad del psicópata, siendo éste subordinado suyo y mis pruebas concluyentes.

– Ya sabes como es Felisa. Se trata de una arribista y lo único que quiere es medrar en la empresa, a ser posible sin pegar ni chapa – me contestó Alex -. De ahí que no pueda enfrentarse al psicópata, ya que es éste quien toma las decisiones que le corresponden a ella y eso le permite a Felisa vivir cómodamente sin arriesgarse a hacer pifias.
– Tienes razón.

– Bueno. Déjame hacerte mi propuesta. Lo que has de hacer es enviar un email al psicópata y a Felisa diciéndoles que les agradeces el «gesto» de haberte valorado con un «normal», tras años de suspensos.
– ¿Para qué he de decirles eso?.
– Luego les dejas caer algo tan bonito como que lo interpretas como un voto de confianza que te dan ellos y que, no solamente aceptas de buen grado. Además vas a hacer un esfuerzo para limar las asperezas que tienes con el psicópata y te vas a convertir en un dechado de virtudes.
– ¡Ahora eres tu quien se ha vuelto loco!.
– No. Simplemente te estoy dando pistas para que puedas seguir en esta casa unos cuantos años más. Piénsalo. Tómate tu tiempo y considera esta posibilidad.

Di el paso.

El consejo sirvió para alargar mi permanencia en la Innombrable. Es cierto que tuve que morderme los labios muchas veces, para no romper mi pacto. Hasta que ya no fui capaz de seguir viviendo aquella farsa y volví a ser yo mismo, pocos meses después.

Sobreviví al psicópata, cuando se jubiló, años más tarde.
Felisa sigue en la Innombrable. Cuando el psicópata se jubiló tuvo que buscar a alguien que tomara sus decisiones.
Afortunadamente no se puede ser un incompetente durante mucho tiempo sin dejar rastro y el tiempo está poniendo las cosas en su sitio.

(*)Ahora ya no existe el concepto «actitud hacia la empresa». Bueno, en realidad existe, aunque con el eufemismo «estar alineado con la empresa».
Cuando se trata de hacerle un reproche a alguien y no tienen por donde pillarlo, porqué es un buen profesional, recurren al «no estar alineado».

Es curioso que los eufemismos son palabras con caducidad. Durante un tiempo funcionan, hasta que se descubre la trampa que hay detrás de esa palabra. Entonces se busca otro eufemismo que supla al anterior.
Quizás el eufemismo de mayor duración sea «Democracia». No sólo ha caducado.

Incluso huele a podrido.