Obviedades filosóficas

– ¿Cómo quieres que lo haga? – la señorita Zagal, jefa de sección, estaba indignada con su superior, Bronchales -. Ese trabajo es de por lo menos quinientas horas. Tengo a todo el departamento a tope. Y el personal externo nos cobraría una buena cifra por hacerlo en el plazo que quieres cumplamos.

– Ni hablar de utilizar personal externo. Estamos, no sé si lo sabes, en plena crisis y no podemos pagar ningún extra.

– No será por dinero. ¡Menudo el viajecito a Brasil que han organizado para los vendedores!. Me han contado que un periodista le preguntó a nuestro director, cómo podían hacer ese dispendio cuando llevamos años echando gente, debido a la crisis.
– Y ¿qué contestó?.
– Fue genial su respuesta. Dijo que nuestra empresa es consciente de su papel en la sociedad y que había enviado a personal “altamente cualificado” para ayudar a los damnificados por las inundaciones en Brasil. Por suerte a nadie se le ha ocurrido comprobar el destino de nuestros vendedores ya que éstos van al otro extremo del país.

– Volviendo a lo que nos ocupa. Quiero que esté listo ese trabajo para dentro de una semana. El lunes que viene lo he de presentar a la dirección.
– Pues, no sé cómo hacerlo.
– ¿No sabes cómo hacerlo?. ¿Por qué crees que estás de jefe de departamento? – Bronchales estaba irritado.

– La verdad es que sin recursos…
– Tienes recursos – Bronchales levantó la voz enfurecido -. ¿Por qué crees que estamos echando a nuestro personal mayor de cincuenta y cinco años, además de para sacarte a algún elemento que te hacía sombra?.
– Ni idea.
– Las personas mayores conocen la empresa. Están quemados, cansados y desmoralizados por las muchas promesas que la empresa nunca cumplió. Llevan años haciendo proyectos que nadie les agradece y ya saben que no tienen posibilidades de mejorar de nivel. De ahí que los estemos sustituyendo por jóvenes, ya que éstos creen que se van a comer el mundo. Son estos los elementos que has de explotar. Estos chicos recién entrados, harán las horas que haga falta, sin mencionar siquiera las horas extras.

– Empiezo a entender.
– Pues ya tardabas, Zagal. Píllate a uno de esos jóvenes y encárgale el trabajo. Déjale caer que si lo hace bien, aumentan sus posibilidades de promocionar, porqué se trata de un trabajo muy importante y lo tendrás comiendo de tu mano.
– Me pondré en ello, Bronchales – Zagal se puso de pie.

– Y no me hagas cabrear más, Zagal. Demuestra que no has llegado a donde ahora estás a base de abrir las piernas cosa que, por cierto, se comenta por la empresa. Yo no tenía que haberte dado tantas explicaciones sobre obviedades. Eso tenías que haberlo sabido desde el principio. Forma parte de la filosofía de empresa.
– Está bien, Bronchales. Tendrás tu trabajo el lunes que viene.
Zagal fue a la puerta y al abrirla se giró y mirando a Bronchales dijo:

– Por cierto, referente a esos rumores que corren por la casa, si quieres que te sea franca…
– ¡No!. ¡No me interesa saber nada de eso!.
Una vez salió Zagal, Bronchales se quedó mirando la puerta de su despacho.

– ¡Será estúpida!. Si no fuera porqué se tira al mejor amigo del director, hace tiempo que estaría en la calle.