«Transmitan mis saludos a su presidente. !Vaya machote! ¡Violar a una decena de mujeres! No lo esperaba de él. Nos ha sorprendido a todos. Todos le tenemos envidia» (Vladímir Putin, tras una rueda de prensa conjunta con el primer ministro israelí, cuando pensaba que los micrófonos estaban apagados).
Poco a poco empezaron a fluir mis recuerdos. Recordé que tenía el hígado destrozado y que había recurrido a la criogenética hasta que se encontrara una solución a mi enfermedad.
– ¿En qué año estamos? – pregunté.
La doctora que me estaba extrayendo las agujas me contestó.
– En el año 2123.
Cielos. Había dormido un montón de años. Desde el 2007…
– ¿Estoy curado de mi enfermedad?.
– Desde luego. Tiene un hígado artificial y el cáncer está curado.
– ¿Cómo es el mundo ahora?. ¿Sigue habiendo guerras?.
– Desde luego que no. Hace ya cien años que no hay guerras – me contestó ella -. Ya veo que tendré que ponerle al día sobre todos los cambios que ha habido en el mundo Tierra.
– Por favor – pedí -, ¿cómo consiguieron erradicar las guerras?. ¿Existe la Democracia?. La verdad es que cuando me hibernaron las cosas no podían tener peor pinta. Recuerdo la guerra de Iráq, las amenazas a Iran, el terrorismo islámico, las Torres Gemelas…
– Le resumo un poco lo que pasó desde entonces. En el año diez, un grupo de científicos de muchos países diferentes consiguieron descubrir un gen que es el que hace que una persona sea psicópata. Hasta entonces se consideraba psicópata a aquella persona que asesinaba con saña a otros seres humanos. Sin embargo aquella rama de la ciencia, la “Ponerología” (*) descubrió que un seis por ciento de la población eran psicópatas, gente que se diferenciaba de los demás por carecer de conciencia, por no tener emociones, ser perfectos manipuladores y mentir constantemente. De forma muy discreta, sin llamar la atención, se dedicaron a recoger muestras de ADN de todos los dirigentes de los países del mundo. Luego publicaron las listas con los resultados por la Red. No se salvaba ninguno de ellos. Todos tenían el gen.
– ¿Los echaron del Gobierno?.
– No fue fácil. Hubo muchas revueltas en todos aquellos países. En muchos casos verdaderas masacres. Sin embargo el pueblo acabó saliéndose con la suya. Se descubrió también que todo aquello del terrorismo islámico no era más que una farsa, un montaje para crear terror en el mundo y conseguir limitar las libertades de los ciudadanos.
– ¿Cuanto duraron las revueltas? -, pregunté.
– Unos quince años. Pero consiguieron erradicar a todos los políticos con el gen. Luego empezaron a eliminar las armas atómicas, crearon un sistema por el cual nadie podía dedicarse a la política sin haber pasado el análisis genético. Continuaron con los militares, evitando que nadie que tuviera el gen pudiera entrar en el ejército. Luego fue la policía, las multinacionales y las empresas en general. Al eliminar a todos los psicópatas el crimen desapareció prácticamente, las torturas por parte de la policía y los militares, también. Incluso el mobbing, la violencia de género dejaron de ser un problema.
– Y ¿qué hicieron con los psicópatas?. ¿Los mataron?. ¿Los curaron?.
– No. Entonces no había curación posible. Fueron esterilizados y llevados a una isla.
– ¿Siguen en aquella isla?.
– No. En veinte años no quedó ninguno. Se mataron entre ellos.
– ¿Existe ejército todavía?. Si no hay guerras poca falta harán, me imagino.
– Existe. Pero es mundial. Y están desarrollando labores humanitarias. En Afríca, en Asia, en cualquier país que requiera ayuda.
– Y, ¿cómo es la Democracia ahora?.
– La verdad es que costó que se convirtiera en verdadera Democracia. Los Ponerólogos descubrieron que había dos tipos de psicópatas: los que lo eran debido al gen y los inducidos. Los segundos fueron cayendo en la psicopatía debido a la propia sociedad creada por los políticos psicópatas. El cine, la televisión, la competitividad, la prensa manipulada, la educación de entonces, fue el caldo de cultivo de ese tipo de enfermos. Por ello los nuevos políticos crearon leyes eliminando todo aquello que sirviera para manipular mentes y crear miedo. Y, poco a poco fueron desapareciendo los psicópatas inducidos.
– ¡Es fantástico!.
– Aún hubo más. Ahora no hay político que lo sea de forma profesional. Hoy en día son nuestros ancianos los que dirigen los países. Se trata de gente con experiencia en la vida, gente que no tiene otra ambición que la de dejarnos un mundo mejor, gente que es elegida por los proyectos que proponen y no por su ideología, ya que ahora vota el cien por ciento de la sociedad y votan proyectos. Se abolieron los partidos, porqué ya no tienen sentido. Nuestros políticos son iguales al resto de la sociedad. No tienen privilegios de ningún tipo.
– Me encanta este mundo que me describe, doctora.
– El mundo ha cambiado. Ya no hay amenaza de calentamiento global. La naturaleza ha vuelto a su cauce. Las fábricas no ensucian el ambiente, la sociedad ahora es libre y culta. La civilización del ocio ha servido para crear gente que ama aprender, trabajar y entregarse a los demás.
– Ese fue siempre el mundo que soñé.
– Me alegro. Intente incorporarse, por favor.
Lo hice sin esfuerzo. Mis músculos funcionaban.
– Póngase la ropa, que nos vamos a ir. Nos espera un avión.
– ¿A dónde vamos?.
– A la isla. Le hicimos un análisis y salió positivo. Usted no puede integrarse en nuestra sociedad, señor Putin.
(*) Ponerología. Del griego poneros, mal, maldad. Ponerología sería el estudio del mal.