Cuando Paco llegó al bar, estaba contento.
Lo miró a los ojos y éstos confirmaron lo que estaba pensando.
– Enhorabuena, Paco – le dijo.
– Gracias, Santiago. ¿Se me nota?.
– Bastante. Tus ojos son como un libro abierto. ¿Qué sientes ahora?.
– Por un lado una cierta tristeza. Siempre sabe mal distanciarse de tantas personas maravillosas como había en la empresa. El trato con ellas, es lo que posiblemente me ayudó a crecer más como persona.
– No los has perdido, Paco.
– Supongo que el tiempo lo dirá. Lo que está claro es que cuando el miedo rige las voluntad de las personas, cualquiera sabe lo que puede ocurrir.
Santiago se agachó detrás de la barra y sacó de un armario una botella de cava.
– Podríamos celebrarlo – sacó un par de copas estrechas. Luego abrió la botella, dejando que el tapón de corcho saliera disparado. Después llenó las copas y dejó la botella sobre la barra. Levantó su copa.
– Por la democracia.
– ¿Por la democracia?.
– Claro. Ahora eres dueño de tu vida las venticuatro horas del día. Ahora puedes ser tú mismo.
– Ya era yo mismo.
– Y así te ha ido.
– Me ha ido bien. He sobrevivido muchos años…
– Pero también lo has pasado muy mal.
– Cierto – levantó su copa -. ¡Brindo por el intento de cambiar el mundo!.
– Brindo por ello – dio Santiago, chocando su copa.
Bebieron unos sorbos.
– Por otro lado y continúo con mi perorata por cierto, estoy feliz. La verdad es que cada vez se me hacía más difícil ir a trabajar. Pensar que el discurso de la empresa y los hechos no se correspondían, hacía que me sintiera cómplice y encubridor de lo que estaba viendo. Ahora ya no llevo esa culpa en mi espalda. Me he liberado.
– ¿Habrá servido de algo tu paso por la empresa?.
– Al principio creía que no, aunque, hace un rato, uno de mis compañeros me ha dicho lo contrario. Siempre queda algo de uno mismo impregnado en los demás. Aunque es difícil ser uno mismo ahí dentro. Cuando el trabajo es la única forma de tener una casa y de mantener a una familia, no tienes más remedio que tragar con todo. Y eso significa que no puedes cuestionar las cosas. Cuando tu pensamiento es diferente al oficial, estás en contra. O estás conmigo o estás contra mi. No hay término medio. La empresa no ha descubierto que lo que hace que funcione todo, es precisamente, el trabajador y con él no valen las políticas que infunden miedo y que lo tratan como alguien hostil.
– ¿Hostiles con los propios empleados?.
– Si hubieras visto los que hacían mientras estaba negociando mi despido con el jefe de personal lo entenderías. Registraron el contenido de los cajones de mi mesa, me dieron de baja en la red, anularon mi carnet, comunicaron a los compañeros mi cese fulminante y aprovecharon para amenazar a quienes me trataban con más frecuencia.
– Me dejas de piedra.
– Son protocolos normales en este tipo de empresa. Pero dejan claro el miedo que tiene la empresa hacia sus propios empleados.
Paco bebió otro trago de su copa.
– Si algo me he llevado ha sido, un montón de amigos, de personas profundamente humanas. Si me remonto a la época de mi entrada en la empresa puedo recordar que encontrabas poca gente así. Y esos dinosaurios están desapareciendo poco a poco. Sus lugares están siendo ocupados por gente muy humana y cada vez hay más. Es una especie de revolución que se va extendiendo de forma silenciosa. Y estas personas con el tiempo, irán cobrando mayor poder, lo que les permitirá ir humanizando toda la estructura de la empresa. Poco a poco irán desapareciendo los arribistas, los sindicalistas que están ahí para no trabajar, los tipos que ascienden, a pesar de tener menos empatía que un ladrillo y todos aquellos para quienes la empresa no es otra cosa que números y estadísticas ó filosofías baratas.
– Vamos. Unos cien años para verlo…
– Quizás. Pero sueño con el día que algún empleado se levante y diga que no está de acuerdo con los trapicheos que hace la empresa cuando compra materia prima que ha sido recolectada por niños y que por decirlo, no peligre su trabajo. Sueño con el día que desaparezcan el montón de medidas de seguridad que hay en estas empresas, que son la confirmación de que existe un profundo miedo hacia la sociedad, motivado por no tener la conciencia demasiado limpia. Si vas al bar de Santiago no te encuentras medidas de seguridad, debido a que Santiago es una buena persona y nadie querría hacerle daño.
– Gracias, Paco. Te recordaré cuando haga el testamento. Por cierto, necesito tu ayuda. Hay un señor, un tal Zaforteza que necesitaría le echaras una mano.
– Hecho. Y si viene de ti, seguro que es algo que se sale de lo normal. Cuenta, cuenta…