Animal Farm

Había veinticinco personas alrededor de aquella mesa. Y en una silla, al lado del Presidente estaba su secretaria de confianza.
El Presidente inició la reunión con un discurso:
– Amigos, os he hecho llamar para hablaros de un problema que nos afecta a todos. Y sobre la decisión que he tomado al respecto. Todos sabéis que llevo mas de cien años presidiendo esta mesa y el destino de la humanidad. Algunos de vosotros recordará que el mundo que se me entregó no estaba tan consolidado como lo está ahora. Había países que estaban fuera de nuestro ámbito de poder. Japón, por ejemplo, era uno de ellos. Recuerdo como si fuera ayer la visita de los directores del Consejo de las Multinacionales , del Sindicato del Crimen y de la Asamblea de Religiones, pidiéndome el dominio de aquel país.
– Tuve que organizar precipitadamente – añadió – una guerra que afectara a medio mundo para conseguirlo y así también para castigar a los alemanes, que se me habían vuelto a insubordinar. Durante los últimos cincuenta años hemos ido quitando poder a los políticos de todos los países e incluso hemos extendido la democracia a muchos lugares para hacer creer a los ciudadanos que el pueblo decide sobre su futuro. Lo mejor fue conseguir que los políticos creyeran que tienen algún poder. También hemos erradicado todas las enfermedades, aunque vayamos dando a la gente las soluciones a sus enfermedades con cuentagotas, ya que no nos interesa superpoblar el mundo. Incluso nos tuvimos que inventar el Sida, a petición de la Asamblea de Religiones.
 
– Hoy por hoy podemos decir – continuó el Presidente, tras beber un trago de agua – que el pueblo están bajo control. Las drogas, la política, la televisión, el consumo, las religiones, el hambre del tercer mundo e incluso las guerras y el terrorismo que les hemos organizado y por último, el calentamiento global, los mantienen muy ocupados. Por cierto quiero aprovechar para felicitar al Sr. Wilson por sacar tan oportunamente los ordenadores personales e Internet, gracias a los cuales ya somos incluso capaces de detectar a las personas que se desmandan. Además Internet les ha hecho afianzar mas el concepto de libertad que creen tener y nos ha servido para sacar del Consejo de las Multinacionales a las discográficas, que se habían puesto pesaditas con las redes P2P. Y me pareció genial, Wilson, tu invento de los sistemas operativos libres, frente a los propietarios. Los muy imbéciles se creen que al poner en su ordenador un Linux, están a salvo de muestras miradas e incluso nos lo programan ellos mismos.
 
Todos los miembros de la mesa aplaudieron a Wilson y éste hizo un gesto de agradecimiento. Luego continuó el Presidente:
– Vamos al problema que nos ha reunido aquí. Hay un hombre cuyas acciones nos están dando problemas e incluso podría poner en peligro nuestro dominio en el mundo. En el caso de que se trate de una persona aislada, Grant, aquí presente, nos contará lo que se suele hacer.
– Tenemos varios protocolos para estos casos – explicó Grant, carraspeó y continuó – Tratándose de individuos, el primero es el mas sencillo. Le conseguimos trabajo, una mujer y una hipoteca y ya es nuestro. Solemos aplicarlo a aquellas personas que son muy jóvenes. El segundo protocolo pasa por su eliminación. Provocando un accidente o una enfermedad en algunos casos y en otros, mediante el asesinato, para convertirlo en un héroe. Así podemos montar un buen negocio a costa de su muerte, a través del merchandising que para ello crean las Multinacionales. Este segundo protocolo requiere se trate de una persona muy conocida.
Existen muchos mas protocolos como puedan ser el ascenso de una persona peligrosa, la enfermedad mental, convertirlo en beneficiario de una fortuna, involucrarlo en un delito, pero esas prácticas son mas propias de los servicios secretos de los distintos países y preferimos obviarlas.
 
– El caso que nos ocupa – continuó el Presidente – es un hombre que, para el cargo que ostenta, pasó las pruebas habituales sin problemas y ningún resultado estaba fuera de los índices habituales. Creo incluso que su CI era el mas bajo de todos los de su grupo. Un CI de 50. Nadie hubiera podido imaginar que nos iba a salir rana. Ni Hitler, ni Pinochet ni Videla nos fallaron. Y eso que eran personas a las que había que seguir de cerca. Y ese imbécil se cree que es alguien y está intentando negociar con las multinacionales sin tener en cuenta que hemos sido nosotros los que lo hemos puesto ahí. Por cierto, ya he hablado con el director del Consejo de las Multinacionales para que tome cartas en el asunto e inicie indagaciones para establecer responsabilidades y haga una buena purga en su consejo. He decidido sea Grant quien se encargue de la eliminación de ese tipo.
Miró las caras que le estaban observando y prosiguió.
– Porqué lo vamos a hacer asesinar. Han pasado ya 40 años desde que nos cargamos a un Presidente de Estados Unidos y ya toca que se asesine de nuevo a un personaje de relevancia. Ese asesinato entretendrá a la gente una buena temporada – el Presidente se quedó pensativo, sonrió y añadió -. Grant. Traspásalo a la CIA. Que sean ellos quienes lo ejecuten. Son tan malos que probablemente los pillarán y así tendremos otros 40 años de especulación sobre el tema, como ocurrió con J.F. Kennedy. Acuérdate, Wilson de poner uno de nuestros hombres allí, por si fallan los de la CIA. No puede salir vivo.
– OK. Así se hará – dijo Wilson.
– ¿Alguna pregunta, Sres.? – inquirió el Presidente.
– ¿De quién se trata? – preguntaron algunos.
– Oh. Es verdad. Perdón. No les he dicho el nombre.

Hizo un gesto a su secretaria y ésta repartió una carpeta a cada uno de los presentes. Cuando los venticuatro las abrieron estalló una carcajada general.
Tardaron un buen rato en acallarse las carcajadas. Cuando por fin se restableció el silencio, el Presidente dijo:
– Espero que los ciudadanos actúen de la misma manera que Vdes. Creo que el mundo merece reírse de vez en cuando. Y estoy seguro de que lo harán en este caso.
Una vez vacía la sala, quedaron el Presidente y su secretaria.
Esta le preguntó:
– ¿A quién van a matar?.
– A George W. Bush.
La secretaria tuvo que morderse la lengua para no soltar la carcajada.