Teoría de la estupidez

 
Ernesto coincidió con Pascual, el psicólogo, en la máquina de café.
– Buenas tardes, Pascual – dijo mientras echaba una moneda en la máquina y pulsaba el botón de cortado.
– ¡Hombre, Ernesto!. ¿Cómo llevas lo del comité de crisis?.
– Ya está todo atado y nombrados los responsables de cada área.
– ¿Los has elegido tú? – inquirió Pascual.
– No. Ha sido una propuesta de la empresa – bajó la voz -. Entre nosotros, por alguna razón, no me acaba de convencer el grupo.
– Haz una cosa, Ernesto. Pásate por mi oficina mañana por la mañana a las diez. Quizás pueda ayudarte.
– Gracias, Pascual. Allí estaré.

Al día siguiente, ya en la oficina de Pascual, Ernesto mostró al psicólogo la lista de los miembros del comité de crisis.
Pascual la leyó con detenimiento y empezó a reír.
– ¿Que pasa, Pascual?. ¿De qué te ríes?.
– Con una lista así, yo saldría corriendo. Afortunadamente eres de una empresa subcontratada y puedes negarte a montar el comité de crisis. Te puedo garantizar que, por la calidad de los miembros de esta lista, si se da una crisis, te puede ser más efectivo encargar en la parroquia una novena.

– ¿Tan mal lo ves?.
– Ya sabes que, desde hace años, hago ciertos trabajos para la Innombrable. Y he analizado psicológicamente a prácticamente todo el personal de la empresa. Por eso te recomiendo abandones ese comité. No sólo por el perfil psicológico de los integrantes del grupo, también me baso en el estudio de Carlo María Cipolla.
– ¿Cipolla?. Nunca he oído hablar de este tío.
– Era un historiador económico. Suya es la «Teoría de la Estupidez». En realidad esa teoría la creó como una broma, pero te puedo asegurar que en la Innombrable funciona a rajatabla. También con el gobierno, por cierto.
– Cuenta, cuenta. Parece interesante.
– Estableció un sistema para clasificar a las personas. Vamos a suponer que tu eres la persona a analizar. Tus acciones u omisiones hacia otra persona o grupo te proporcionan una ganancia o una pérdida, de la misma forma que tu acción puede provocar una ganancia o pérdida a otro u otros. Vamos a suponer que tu acción te aporta una ganancia y beneficia también a la otra u otras personas. Eso indica que perteneces al grupo de inteligentes. Si la acción que emprendes te perjudica, a la vez que beneficia a otro u otros, serías clasificado como un incauto. Cuando tu te beneficias y a la vez produces una pérdida, eres un malvado. Por último, si ambos salís perjudicados con tu acción, estaríamos hablando de un estúpido.
– Si doy dinero a una ONG, salgo perjudicado y beneficio a otros, por lo que sería un incauto, ¿no?.
– No exactamente. El beneficio no ha de ser necesariamente material. Puede ser psicólogo o emocional. De la misma forma que para evaluar ganancias o pérdidas no puedes basarte únicamente en la persona que lleva a cabo la acción. Has de preguntar a la o a las personas afectadas si consideran han salido beneficiadas.
– Entiendo…

– De tu lista, hay dos personas que pertenecen al grupo de inteligentes, tres malvados, dos incautos y el resto son estúpidos. Los dos inteligentes carecen de poder, por lo que su presencia en el comité de crisis es irrelevante. Los malvados van a barrer para casa, por lo que no ayudarán en nada para solucionar una crisis. Sólo puedes contar con los incautos…

– ¿Y los estúpidos?.
– Los estúpidos son los más peligrosos.
– ¿Más que los malvados?.

– Mucho más. Una persona malvada actúa con racionalidad y eso te favorece, ya que puedes prepararte contra su ataque. El estúpido carece de racionalidad. Su acción es imprevisible y además carece de estructura. Cipolla creó lo que llamó «las cuatro leyes fundamentales de la estupidez». La primera dice que subestimamos el número de estúpidos que hay en el mundo. Hay muchos más estúpidos de los que pensamos. La segunda ley es clara: la probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.

– ¿Qué quiere decir eso?.
– Que se da en todos los grupos por igual: hombres, mujeres, blancos, negros, desarrollados, subdesarrollados, cultos, incultos. La proporción es la misma en todos los grupos.

– La tercera ley – continuó Pascual – indica que un estúpido es aquella persona que causa daño a otra persona o grupo, sin obtener beneficio e incluso obteniendo un perjuicio. La cuarta ley dice que las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas, lo cual se manifiesta de forma infalible como un costosísimo error. Y la quinta y última ley dice que la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.

Pascual miró de nuevo la lista del comité de crisis.
– Tienes en tu lista a tres personas estúpidas, que junto con los malvados, son quienes tienen el mayor poder: directores y jefes. Este grupo no te funcionará nunca, por lo menos de la forma que deseas. Aunque establezcas un protocolo muy rígido.
– Pero, ¿cómo puede llegar una persona estúpida a tener tanto poder?. ¿Quién los pone en lugares de poder?.
– Piensa que, como establece la segunda ley, en todos los grupos hay la misma proporción de estúpidos. Entre el grupo de jefes y directores son precisamente los estúpidos los que ascienden a aquellos que son como ellos. Y eso que, de los cuatro grupos de personas: los incautos, inteligentes, malvados y estúpidos, son precisamente estos últimos los únicos que desconocen su condición. En política y sobre todo en democracia, es precisamente el porcentaje de votantes estúpidos los que encumbran al poder a los que son de su misma categoría. Así nos van las cosas hoy en día.

Ernesto siguió los consejos de Pascual y renunció a llevar el comité de crisis.
El tiempo le ha demostrado que hizo bien abandonando el proyecto. Otra empresa fue subcontratada y lo que parecía iba a ser labor de un único asesor de crisis, requiere ahora de un equipo de veinte personas que son quienes asesoran al comité, dada la incompetencia de sus integrantes.