Cuando Felisa entró en el despacho, quedó impresionada por el mobiliario.
Detrás de la gran mesa de caoba estaba sentado el gran consultor Wenceslao Miret, un hombre que aparentaba unos cincuenta años, con gafas de concha, pelo cano y una cuidada barba blanca.
Al ver entrara Felisa, el hombre se levantó, se dirigió a ella y le tendió la mano.
– Encantado de conocerla Sra. Felisa. Me han hablado muy bien de usted.
– Gracias – contestó Felisa, estrechando la mano de Wenceslao -. Su fama es lo que me ha hecho venir a conocerlo.
Tras sentarse, Wenceslao inició la conversación:
– Usted me dirá cual es el motivo de su visita.
– Bueno. Hasta hace poco he sido jefa de un departamento informático y las cosas me han ido bien. Trabajo en la Multinacional.
– Ah. La conozco. Tengo algún cliente de esa empresa.
– Bueno. Ahora me han ascendido y tengo mucha más responsabilidad. Toda la informática de España y Portugal dependen de mi. Además tengo un nuevo jefe muy exigente y el hombre que era mi mano derecha, está a punto de jubilarse, lo cual me deja un poco preocupada, ya que el nivel de exigencia que tengo es muy superior a lo que estoy acostumbrada.
– Entiendo, Felisa. ¿Puedo tutearla? – ella asintió con la cabeza -. Este problema requiere un estudio profundo. ¿Te sabría muy mal contratar a una persona de mi consultoría por un mes?. Desde luego nadie ha de saber que trabaja para mi y le puedes dar el trabajo que quieras. ¿Algún problema?.
– No. No hay problema.
– Entonces, tema resuelto. Dentro de un mes volveremos a vernos y estableceremos una línea de actuación.
– De acuerdo, Wenceslao.
Un mes más tarde Wenceslao estudió el informe que le había hecho su subalterno, tras un mes en la Multinacional.
La verdad es que no dejaba demasiado bien a Felisa. Se trataba de una mujer que en su vida había dado una orden a derechas. Sus subalternos la tenían por una arribista que había sido una buena técnica en informática, pero a quien la responsabilidad la bloqueaba. Durante veinte años se había escudado en su lugarteniente, un hombre que había usado y abusado de la delegación de mando de su jefa. Un psicópata, por cierto, decía el informe. Con mano dura e intrigas de todo tipo había conseguido que el departamento funcionara de forma aceptable y había salvado el culo de ella muchas veces.
Había dos grupos de empleados en el departamento: cuatro que tenían mucho trabajo y no conseguían atender a tantos usuarios como tenían y el resto, que se dedicaban a holgazanear gracias a la amistad que tenían con su jefa.
El jefe de los informáticos de Portugal, a pesar de estar a las órdenes de Felisa, hacía y deshacía a sus anchas, ignorando a su jefa.
Resumiendo, un perfecto ejemplo de «el principio de Peter».
Wenceslao lo tenía muy claro. Al fin y al cabo habían pasado por su despacho un montón de personajes, algunos tan inútiles como Felisa. Y consiguió que ocuparan puestos relevantes en política y en grandes empresas.
Cuando llegó Felisa, la hizo pasar a su despacho y, tras los saludos iniciales le dijo:
– He estado estudiando una buena estrategia y, creo que has de hacer las siguientes cosas: en primer lugar no has de tomar decisiones para nada.
– Pero…
– Me explico. Has de delegar la toma de decisiones. Tu deberás «conducir» a tus subalternos para que sean ellos quienes tomen las decisiones. Eso tiene sus ventajas. Por un lado no te expones y por otro lado, si la decisión era errónea, siempre podrás acusar a quien tomó la decisión.
– Pero eso no es tan sencillo…
– No es fácil pero es lo que hacen las personas que están en el poder. Nunca toman decisiones. Utilizan un vocabulario cargado de eufemismos. Algunas veces aparecen como visionarios. Dicen que han tenido un sueño ó se inventan una fábula. Que no tiene nada que ver con la decisión, pero que obliga a tomar la decisión al subalterno. Lo tuyo ha de ser elaborar discursos completamente vacíos, indicando con palabras técnicas las tendencias que quieres dar al departamento, obligando así a tu personal a interpretar tus palabras y a tomar decisiones.
– Entiendo. Dicho por ti, parece fácil.
– Has de practicar y mucho. Tenemos un curso que te ayudará una barbaridad. Es sobre el uso de la terminología de empresa. Aprenderás a exponer ideas sin comunicar nada en absoluto. Incluso con presentaciones y gráficos. Aprenderás a eliminar de tu vocabulario las palabras negativas, a base de usar eufemismos que nadie entenderá.
– Parece muy interesante el curso – dijo Felisa.
– Lo es. No es barato, pero la inversión merece la pena ya que te capacita para llegar muy lejos. Te puedo garantizar que mi curso es asignatura obligatoria de un determinado partido político.
– Sospecho cual es…
Cuando Felisa se marchó, Wenceslao se frotó las manos mientras mirando el diploma que tenía colgado en la pared.
¡Mi método funciona!, pensó mientras leía el diploma:
tiene el honor de otorgar a
Don Wenceslao Miret
El título de Hijo predilecto
– Tienen toda la razón del mundo otorgándome este título.