Estaban tomando café en la máquina de bebidas calientes.
– Pues pienso que tengo razón. A ese tío le gusta marcar paquete. Lleva los pantalones ajustados para marcar y se pone chaquetas cortas para que no le tapen de cintura para abajo. Quizás, incluso lleva relleno debajo de los gallumbos.
– Venga. Ya será menos.
– Fíjate en él cuando lo veas y lo notarás. Tal vez, incluso te enamores de su paquete y del trasero respingón.
– Eh. Que soy un hombre.
– Si se trata de conservar el empleo, quizás harías una excepción. Piensa que ese tío ha venido a hacer limpieza de personal y no se anda con chiquitas.
– Hombre, con chiquitas si. Si no, ¿para qué iba a marcar paquete?.
Las carcajadas se extendieron por la zona de descanso.
Entró Felisa. Se hizo un silencio general.
– Os informo que en el departamento de al lado han traido desayuno para celebrar los nombramientos de los nuevos jefes.
– ¿Los quillos?.
– Nos han invitado – Felisa hizo como que no había oído el comentario despectivo -. Están esperándonos.
– Conmigo que no cuenten – dijo uno.
– Ni conmigo- dijo otro.
– Ni conmigo.
– No lo entiendo – dijo Felisa, irritada -. Ayer os enviaron emails para invitaros. Lo que estáis haciendo es de muy mal gusto y de poco compañerismo.
– Ayer enviaron emails a «algunos» de nosotros. Solamente a quienes les caemos bien.
– A ti te invitaron – le dijo Felisa.
– Si, pero otros no han recibido la invitación. Y por solidaridad con los no invitados, no pienso ir a la celebración.
– Ni yo – dijo el que estaba a su lado.
– Pensad – dijo Felisa – que yo les dije que os invitaran. Al principio no iban a hacerlo.
– Podían haberlo hecho bien, en lugar de dedicarse a las invitaciones selectivas.
– Venga, va – a Felisa se le habían acabado los argumentos -. Venir conmigo a la celebración, aunque sólo sea un rato.
– Yo no voy.
– Ni yo.
– Ni yo.
Felisa se dio media vuelta y salió, cerrando la puerta.
– Volviendo a lo que estábamos hablando, pienso que el dire no lleva gallumbos. Por eso marca paquete.
– No. Quizás el país en el que estuvo antes, tenía otro tipo de confección de ropa. Puede que allí sea normal llevar los pantalones ajustados y la chaqueta corta.
– Tengo una teoría.
– Venga, escúpela.
– Estoy convencido que ese tío va con sobredosis de pastillas azules y de ahí que le queden pequeños los pantalones. Con la mujer que tiene, de treinta años menos, seguro que se ha de meter chutes de viagra intravenosa.
Otra carcajada general se extendió por la sala.
Cuando el director fue al comedor, se cruzó con un grupo de personas que tildó de tímidas.
Nadie le había mirado a los ojos.