Primera reunión

 
La mesa de la sala de juntas estaba a rebosar. Los veinticuatro directores de la Innombrable esperaban ansiosos al nuevo director general.
La noche anterior habían tenido la cena de despedida del director saliente, en el mejor restaurante de la ciudad.
Cuando entró el señor Arthur Fiend, todos se pusieron en pie. Éste recorrió la sala y fue a sentarse en la presidencia de la mesa. A un gesto suyo todos se sentaron en silencio.

– Buenos días. Me perdonaréis que os hable en inglés porqué mi español todavía es muy básico, aunque lo estoy aprendiendo a marchas forzadas. Como todos sabéis vengo de un país que está tan hundido como éste. País en el cual estuve al mando de la empresa durante cuatro años. Supongo que muchos de vosotros, por no decir todos, habéis estado investigando acerca de mi gestión en aquel país – algunos directores se miraron entre ellos y otros bajaron la mirada -. Desde luego, si estoy aquí es porqué tengo que seguir recortando gastos. Y voy a hacerlo de tal forma que los recortes que ha hecho mi predecesor van a parecer nimios comparados con mi plan de reducción.

– ¡Pero si el antiguo director no dejó a títere sin cabeza! – pensaron algunos directores.
– Tenéis razón al pensar que mi predecesor arrasó con todo. Pero lo hizo a la manera de la empresa, es decir abonando unas indemnizaciones muy altas. Gracias a las cuales apenas hay fondos para despedir a más gente.
Un murmullo recorrió la sala. Cuando el señor Fiend alzó la mano volvió a reinar el silencio.

– Si algo he podido constatar en las dos semanas que llevo conociendo el país, he sacado las siguientes conclusiones. Espero que me corrijáis si no estáis de acuerdo conmigo. El gobierno ha aprovechado la crisis para modificar la estructura del país. En realidad ha creado un país en el que lo único que hay es mano de obra barata y la mayoría de los titulados han emigrado a otros países. La mano de obra barata de hoy cobra un tercio de lo que cobraba hace tres años, lo cual acerca mucho los sueldos a los de la mano de obra de países como la India ó China. Sin embargo nuestra empresa ha mantenido los mismos sueldos, incluso incrementándolos algunas veces por encima de los índices de inflación. ¿Me equivoco?.
– No – contestaron algunas voces.

– Me propongo equiparar los sueldos de nuestra empresa con los del resto del país. Para ello lo primero que haré será un ERE alegando disminución de los beneficios y me limitaré a pagar las indemnizaciones que estipula la ley. Se acabaron los paternalismos que hace demasiados años ejercemos con nuestros colaboradores. Y lo voy a hacer a todos los niveles… por debajo de los directores.
 
Un suspiro de alivio se extendió a lo largo de la mesa de juntas.
– Señor Fiend. ¿Puedo hacer una observación? – dijo Nuria, la directora de comunicación.
– Desde luego. Diga.
– En nuestra empresa tenemos un pequeño grupo de personas que pertenecen a la prefectura «Caminantes».
– ¿Son de esa secta de la Iglesia?. Bueno. Su dios les ayudará a aceptar con alegría quedarse sin empleo – dijo el director con una sonrisa.
– No es tan fácil, señor Fiend. No sé si sabe que en la época del dictador y también unos años después de su muerte, nuestro presidente pertenecía a esa prefectura. Gracias a ello pudimos expandirnos por el país, ahorrarnos impuestos e incluso promover a aquellos políticos que podían ayudar a la Innombrable.
– Bueno. ¿Y qué pasó con el Presidente de la Innombrable?.
– Murió.
– Pues yo no veo razón para seguir mimando a esa secta.
– Sería un error, señor director – se apresuró a decir Nuria.
– ¿Por?.
– El gobierno español está formado por los descendientes de aquellos que gobernaron el país en la época del dictador. Piense que el dictador, durante los años en los que gobernó el país, se encargó de exterminar a todos los que pensaban de forma distinta. Ahora, en los niveles sociales más altos, quedan únicamente fascistas y «caminantes». Y ellos verían una afrenta nuestra actuación. Tenga en cuenta que, actualmente, seis ministros son «Caminantes».

– Está bien, Nuria. Te haré caso en este punto. Aunque he de decir que las entrevistas que he tenido con el presidente del país y con alguno de sus ministros me ha demostrado que esa gente tiene muerta la única neurona que les quedaba. ¡Menuda pandilla de incapaces!. ¿De dónde los han sacado?. Sospecho que si sacáramos a los de esa secta de la empresa, ni se enterarían. Pero mejor no jugar, ¿verdad?.

– Si, señor.
– Por cierto, Nuria, ¿tu eres la responsable de comunicación?.
– Si.
– Pues prepárate porqué tengo unas cuantas ideas de lo que vamos a hacer en nuestras fábricas para despedir al personal. Vamos a montar un espectáculo que nos dará mucho dinero y nos dará a conocer en todo el mundo.