Carta a Sara (final)

Llegados a este punto, estarás de acuerdo conmigo Sara, que tenemos dos tipos de acuerdos fundamentales:
Los acuerdos con la sociedad, con tus padres, amigos, pareja, hijos…
Los acuerdos que tienes contigo mismo, que vienen a ser tu personalidad. Estos acuerdos te dicen quién eres, lo que crees, qué sientes, como has de comportarte, lo que consideras real y lo que no, lo que puedo hacer y lo que no.

Muchos de esos acuerdos nos hacen sufrir, nos hacen fracasar en la vida, nos provocan miedos y nos desgastan, reducen nuestra energía.
De la misma manera, hay acuerdos, los que provienen del amor, que no nos hacen perder energía e incluso nos la aumentan.
Cuando no estamos satisfechos con nosotros mismos, y no nos gusta cómo llevamos nuestra vida, necesitamos cambiar acuerdos. Sin embargo es muy difícil hacerlo, ya que hemos dedicado nuestra vida, primero a crear los acuerdos y luego a mantenerlos.

El autor propone cuatro acuerdos, una ayuda que nos facilitará romper aquellos acuerdos que surgen del miedo y consumen nuestra energía.

1.- Se impecable con las palabras.

Las palabras no se reducen a sonidos o símbolos. Son una fuerza. Son el poder que tienes para expresar y comunicar, para pensar y lo mas importante, para crear los acontecimientos de tu vida. Pueden crear el sueño mas bello o destruir lo que te rodea. La palabra difunde ideas, opiniones, conceptos. Es una semilla que crece. Los seres humanos estamos continuamente plantándonos semillas unos a otros, dada la fertilidad del cerebro humano. No es difícil plantar en alguien la semilla del miedo o la duda y, es posible que la semilla germine con rapidez. Y, al germinar puede cambiar nuestras creencias, para bien o para mal.
Ser impecable con las palabras es no utilizarlas contra uno mismo. Si insulto a una persona, estoy utilizando mis palabras en hacerme daño a mi mismo, ya que mis palabras generarán el odio de esta persona hacia mi.
La acción provoca una reacción semejante. Si mis palabras son de odio, generarán odio, si son de amor, generarán amor, si son de gratitud, generarán gratitud.
Hay que eliminar totalmente los chismes de nuestra mente. Desde que éramos niños escuchábamos a nuestros mayores chismorrear sin parar acerca de otras personas. Incluso de aquellas personas que no conocían.
Y nosotros aprendimos que era la forma normal de comunicarse.
Viene a ser algo así como un virus de ordenador. Una mínima información errónea puede estropear la comunicación entre personas e infectar a aquellos a quienes toca, que a su vez contagian a mas gente.
Igualmente tenemos que ejercer este acuerdo también con las palabras que utilizamos con nosotros mismos, en nuestro diálogo interno. Siendo así, seremos inmunes a las palabras envenenadas que te lance alguien.

2 .- No te tomes nada personalmente.

Podríamos decir que es hijo del primer acuerdo. Durante nuestra infancia aprendimos a tomarnos todo como algo personal. Sin embargo, lo que nos dicen, no tiene que ver con uno mismo. Cada uno de nosotros sufrió su propia domesticación y las palabras que nos dicen los demás responden a los acuerdos que han establecido ellos con su propia mente. No te lo tomes como algo personal, ya que lo que te dicen, responde a sus propios sentimientos, opiniones y creencias.
Cuando alguien intenta enviarte su veneno, si te lo tomas personalmente, te lo tragas sin rechistar y lo conviertes en tu propia basura.
Cumpliendo este acuerdo, verás como tu rabia, tus celos y tu envidia irán desapareciendo. No necesitarás depositar tu confianza en lo que hagan o digan los demás.

3.- No hagas suposiciones.

Debido a, muchas veces, no preguntar, caemos en el mundo de las suposiciones. En muchos casos podríamos llamarlo expectativas.
Hacemos suposiciones acerca de lo que los otros hacen o piensan – nos lo tomamos personalmente -, y después, los culpamos y reaccionamos enviando veneno emocional con las palabras.
Suponemos que el resto del mundo ve las cosas como nosotros y tendemos a suponer que los demás se comportarán como suponemos haríamos nosotros mismos.
Un ejemplo claro podría ser decidir casarte con tu pareja, porqué supones que ve el matrimonio de la misma manera que tú. Despues, al vivir juntos, descubres que no es así.
Con una comunicación clara las relaciones cambian y no se cae en la suposición. Esto es lo que yo quiero, esto es lo que tu quieres.

4.- Haz siempre tu máximo esfuerzo.

Es la forma de vivir con intensidad. Hacer tu máximo esfuerzo significa actuar porqué amas hacerlo y no esperas una recompensa. Se trata de la acción por el puro placer de hacerlo. Viviendo así no importan los resultados, porqué te has entregado al hacerlo. Así no le das a tu juez interior la oportunidad de reproche alguno. También te ayudas a aceptarte a ti mismo, aunque aprendiendo de tus errores.
La inacción es nuestra forma de negar la vida.
Mediante la acción convertimos en importantes todos y cada uno de los actos de nuestra vida.
Una manera de vivirlo sería considerar todos nuestros actos como si fueran el último de nuestra vida. A esto lo llamaba Carlos Castaneda, “tener la muerte como consejera”, que además evita caer en algo en lo que caemos con frecuencia: los aplazamientos.
Es decir, dejar de hacer algo, pensando que ya tendremos tiempo de hacerlo.

Acabo, Sara. Ya he abusado bastante de tu paciencia.
Creo que encontrarás interesante este libro, de apenas unas cincuenta páginas.
Lo que me sorprendió del mismo, fue encontrar algo que con los años vas aprendiendo e intentando practicar, todo ello resumido en un solo libro.

Recibe un fuerte abrazo.