Conversaciones interactivas por confinamiento: País

—¡Hola chicos!. Parece ser que pronto podremos ir a jugar—Inés estaba encantada ante la perspectiva.
—No te hagas demasiadas ilusiones—dijo Pascual—. Tal como se lo está tomando la gente, dentro de cuatro días volveremos a estar encerrados en casa.
—¡Ala!. ¿Por qué?.
—En este país tenemos poca responsabilidad—contestó Pascual—. No hay mas que ver como se ha lanzado todo dios a las playas. Están atiborradas de gente que no mira distancias de seguridad. O todas las manifestaciones que se están haciendo en las ciudades. Lo del rebrote previsto para septiembre se va a adelantar.
—Somos así—dijo Juan—. Quizás por eso me niego a ver películas ó series españolas. No quiero nada que me recuerde en qué país vivo. La fauna que aparece en el cine me provoca vergüenza ajena. No entiendo cómo se atreven a exportar esos bodrios.


—Supongo se trata de un problema cultural—apuntó Inés—. Bueno, en realidad es pura incultura. Llevamos demasiados siglos cerrados a la influencia del resto del mundo. Y así nos va. Aparece un tarado diciendo estupideces y medio país lo sigue.
—Imagino que te refieres a…
—Da lo mismo quién sea, de derechas, de izquierdas o de cualquier autonomía—cortó Inés—. Por cierto, hablando de autonomías, la situación de Catalunya me recuerda a una época que sufrimos en el hospital. Médicos y enfermeras empezaron a dejar el trabajo. En una situación así, lo lógico sería preguntarse la razón de que haya tanta gente abandonando su empleo. ¿Qué habremos hecho mal?, sería la pregunta. El director, evidentemente, no se la hizo. Y el problema se alargó en el tiempo hasta que, afortunadamente, ascendieron al director del hospital, que se marchó a sus nuevas responsabilidades.
—¿Ascendieron a un director?—preguntó Santiago—.¿A qué cargo?.
—Creo que en realidad no lo quieres saber—contestó riendo Inés—. Se te revolverían las tripas. En realidad esto del hospital que os contaba era un ejemplo de lo que hubiera tenido que hacer el gobierno español con los problemas vasco y catalán. ¿Qué habremos hecho mal para que dos partes del país quieran marcharse?. Pero no se plantean la pregunta. Prefieren enviar a la policía…
—Delincuentes con trabajo—aclaró Juan.
—O al ejército…
—Asesinos a sueldo—volvió a aclarar Juan—. Estamos en un país en el que la gente aún cree en el patriotismo y el culto a la bandera. Todavía no se han enterado de que somos ciudadanos de un planeta y no de un país determinado. Si hemos nacido aquí es pura casualidad. En nuestro caso, mala suerte. Y si tenemos los dirigentes que tenemos es debido a nuestra incultura y quizás al hecho de que, como decía Kant, somos el único animal que necesita un amo para vivir. Conste que Kant se refería al hecho de que el hombre necesita a alguien con más poder que le impida propasarse con sus inferiores. Pero la idea está clara: necesitamos que alguien tome decisiones por nosotros, porqué somos gandules, procastinadores y egoístas. Preferimos que nos gobierne un conjunto de tarados a tener que tomar decisiones por nuestra cuenta. Incluso permitimos que esos tarados roben a manos llenas sin un solo reproche.


—Quizás Franco hizo bien su trabajo, después de la guerra: eliminar a los inteligentes y dejar a los tarados—añadió Santiago—.Incluso nos puso como rey al mas tarado de todos. Seguro que se está descojonando en su tumba.
—Eso me recuerda el libro de Robert Graves: Claudio el dios y su esposa Mesalina—dijo Pascual.
—¿En qué sentido?—preguntó Santiago.
—Claudio era republicano en la época de los emperadores. Era de la familia «real» y vivió el mandato de Augusto, Tiberio y Calígula. Tras el asesinato de Calígula, el ejército le obligó a convertirse en emperador (por cierto fue muy buen emperador, a diferencia de sus predecesores). Al final de su vida se planteó cómo conseguir que el pueblo aceptara sus ideas republicanas. La conclusión fue nombrar como sucesor al mas loco de sus familiares: Nerón. De esta forma, pensó, el pueblo lo pasaría tan mal que acabaría odiando el sistema y restablecería la república. Incluso tomó el veneno que su esposa le había preparado a sabiendas.
—Según eso, quizás Franco era republicano y puso a un Borbón para lo mismo que Claudio: para que lo odiáramos y volviera la república—apuntó Inés.
—Dudo mucho que alguien con el cerebro de una ameba fuera capaz de pensar eso—dijo riendo Juan.

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