Contrastes

Santiago limpió la mesa y puso el contenido de su bandeja sobre la mesa.

Luego se sentó y sirvió las cervezas. Paco tomó su vaso y bebió un trago, cerrando los ojos al hacerlo.
– Algo ha pasado en tu vida – dijo Santiago.
– Algo ha pasado en mi vida – repitió Paco.

– ¿Sabes? – dijo Santiago -. Hace ya un mes que notaba en ti un cambio de carácter. Estabas más sarcástico, más serio, más tristón…
– Es posible – dijo Paco -. Me sentía demasiado quemado a causa del trabajo. Demasiados cambios. Desde que se jubiló el psicópata, ha habido muchos cambios. Antes tenía un jefe y ahora tengo a cinco personas que controlan lo que hago. He visto incluso estadísticas y porcentajes de mi trabajo. Uno de esos controladores dedica todo su tiempo a hacer estadísticas…
– Bueno. Si no tiene otra cosa que hacer…

– Si me dedicara a cualquier otra actividad lo entendería, pero lo mío es dar servicio. Tratar a personas, ayudarlas y darles el mejor servicio posible. Y el trato humano no se puede medir. No puede aparecer en una gráfica. Eso me recuerda al jefe anterior, el psicópata, que daba malos informes míos porqué mi «actitud» hacia la empresa no era buena. ¿Cómo podía medir mi actitud aquel tío?.
– Quizás se fijaba en los productos que comprabas a tu empresa…
– Si fuera ese el rasero para medir mi «actitud» hacia la empresa, la verdad es que hace tiempo que no trabajaría allí. Nunca les he comprado nada. Me pagan para hacer un trabajo, no para comprarles los productos que fabrican.

– ¿Son malos?.
– Son buenos, pero no tengo demasiado claro que la empresa tenga un fin social. En África explotan a niños, en América asesinan a sindicalistas… Contradicen constantemente su propio código de conducta empresarial.
– Bueno – dijo Santiago -. Por lo menos eres consecuente con tu forma de pensar…

– Si, pero me indignaban los cambios. Reuniones y reuniones que me impiden hacer mi trabajo. Por suerte, la mayoría de esas reuniones caen en miércoles y ese día – que uno de mis compañeros llama «la jornada improductiva» – no puedo tratar con ningún cliente. Y si añadimos esa jerga estúpida que se ustiliza en las reuniones, tendrás una idea de la razón de mi desasosiego del último mes. «Cultura de alto rendimiento», «sinergia», «ser proactivo»… Menuda sarta de estupideces. Si sólo la utilización del termino «cultura» en la empresa me revuelve las tripas…
– Pero algo pasó… – apuntó Santiago -. Algo que te hizo aparcar el mal rollo de los últimos días…
– Si. Fui a una boda.
– Una boda – repitió Santiago.

– No tenía nada especial y sin embargo fue una boda especial…
– Explícate, Paco.
– Nos pusieron a mi esposa y a mi en una mesa en la que había un matrimonio especial.
– Sigue…

– Aquella pareja era muy especial – repitió Paco, dejando que sus pensamientos le llevaran a aquel recuerdo -. Ambos eran médicos. Durante años habían estado trabajando en África para ayudar a la gente más necesitada. En realidad ellos se conocieron en aquel continente, al coincidir ambos en el mismo poblado. Ambos tenían mucho en común: amor a su trabajo y, sobre todo un veradero amor a sus semejantes. Vamos. Todo aquello que suponemos ha de ser la verdadera vocación de un médico. Dos hermosas almas que se encuentran dando lo mejor que se puede dar a los demás. Las dos almas se atraen y pasa lo que pasa…

Paco bebió un gran sorbo de cerveza.
– Se casaron – continuó Paco -. Y regresaron al continente europeo. Se instalaron aquí, en la ciudad y ambos trabajan en el mismo hospital. Con frecuencia ayudan a los niños que traen de África para pasar algún tratamiento médico. Los acogen en casa durante los meses que dura el tratamiento y les ayudan a superarlo.

– ¡Que gente tan maravillosa! – dijo Santiago.
– Hay más… Hace un año tuvieron en casa a una personita proveniente de aquella tribu en la que se habían conocido. Una niña de unos dos años, que venía a hacerse un tratamiento. Esta niña estaba sola en el mundo, ya que sus padres habían muerto a causa de una de las numerosas epidemias que diezman aquel país. No sé como lo hicieron, pero cuando aquella niña tuvo que regresar a su país, se las apañaron para que la pequeña se quedara con ellos sin que nadie la reclamara. Ahora esta niña vive con sus padres adoptivos, quienes la aman como si de su propia hija se tratara…

– ¡Que hermosa historia!. ¡Que vidas tan extraordinarias!.
– Por ello me plantee lo estúpido de mi mal humor. Cuando comparamos nuestros malos rollos del trabajo con lo que debió sufrir aquella niña, ves lo fuera de lugar de tu actitud. No merece la pena sufrir por unas cuantas reuniones, aquella jerga estúpida ó unas cuantas estadísticas absurdas…

Paco miró a los ojos de Santiago.
– Conocí a la pequeña en la boda. Alegre, despierta, inteligente y se la veía muy feliz. Me quedó su imagen grabada. Sobre todo su mirada alegre, a pesar del parche.

– ¿Parche?.
– Llevaba un parche en uno de sus ojos. Sus padres me explicaron la razón. El tratamiento que había recibido en nuestra ciudad había consistido en extraerle los restos del ojo – se le llenaron los ojos de lágrimas -, del ojo que había sido devorado por las hormigas.

Dedicado a José Antonio, uno de mis más asiduos lectores.

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Anónimo
Anónimo
14 años ago

Siempre pienso que algún día alguien dará un simple meneo al globo terraqueo, y unos saldremos disparados a un sitio, y otros a otro muy diferente. Entonces viviremos otra vida, otra forma de vivir.. y nos reiremos todos, o algunos..

Ana
Ana
14 años ago

Es muy bonito y enternecedor. Da gusto conocer a gente así.
Un beso muy fuerte!

Ludwig
14 años ago

Estoy de acuerdo, Jmdedosrius, África es así. Pero nosotros algo tenemos que ver con ello. Es eso, Jose, el arte de llamar a las cosas con variados nombres, para que nos parezca que son otras.Intentaré escribir siempre, pero dudo que mi escasa audiencia pueda cambiar el mundo. Aunque, algún pequeño cambio se va detectando…Un abrazo. Ya tocaba algún escrito, Cornelivs. De vez en cuando hay que intentar salir de la madeja en la que nos metemos y ordenar nuestra mente dispersa. No hay de qué, Nandin. Lo mejor es que conozco a esa pareja y he conocido a su preciosa… Read more »

Nandín
14 años ago

Gracias a la gente especial por existir y gracias a usted, D. Luís por relatarlo.
Un abrazo

Cornelivs
14 años ago

Un enorme abrazo, amigo Luis. Vuelvo a tu blog y es un placer leerte de nuevo…!

Un abrazo.

Anónimo
Anónimo
14 años ago

La palabreria no cambia, simplemente la adornan con otro idioma, pero es lo mismo. Sin embargo, siempre encontramos lo hermoso en el lugar mas insospechado.
Gracias por tu dedicatoroa (me ha emocionado, no la esperaba). No dejes nunnca de escribir. Habrian ganado ellos y eso, no debe pasar.

José Antonio

jmdedosrius
jmdedosrius
14 años ago

Crudo, pero África es así. Se lo puedo jurar…
Salud Don Luis.