– Prométemelo, mamá. Prométeme que se lo darás.
Durante el viaje, Beatriz lamentó varias veces la promesa que había hecho a su hija. Hacía años que había roto las relaciones con su familia. Cuando se enteró de que la abuela estaba agonizando en un hospital intentó ocultárselo a su hija de tres años, pero ella la había descubierto llorando y Beatriz no tuvo más remedio que decíselo.
Una vez en el hospital le dijeron que la abuela estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos. Le comentaron que aquella mujer tenía una fortaleza envidiable y que mantenía una lucha feroz por seguir con vida.
Beatriz sabía que no podía entrar a visitarla si no era con permiso del médico y se sentó en la sala de visitas que estaba a la salida de la UCI. Allí estuvo horas, esperando y observando las entradas y salidas de médicos y enfermeras. Pronto descubrió la hora en que las enfermeras terminaban su turno y entraban las del turno siguiente. Durante el relevo, se dio cuenta de que se reunían todas en la sala de monitorización y eso le daba una oportunidad para colarse.
Aquella noche, a las doce, durante el relevo, Beatriz entró en el cubículo de la abuela.
Le costó reconocerla bajo la máscara de oxígeno y los tubos que salían de su nariz.
Se acercó a la cama y le acarició las manos, dándole un beso en la frente. Acercó sus labios a la oreja de la abuela y susurró un sinfín de palabras cariñosas. Luego le puso bajo sus manos, el regalo de su hija.
– ¿Qué está haciendo aquí, señora? – dijo una enfermera desde la puerta -. ¿No sabe que la entrada está restringida y que hay establecidas unas horas para las visitas?.
– Lo sé. Vengo desde otro país y me he colado aquí, porqué he de regresar inmediatamente.
– Esa no es razón para que se salte las normas de este hospital. Por favor, salga de aquí, si no quiere que llame a seguridad.
Beatriz besó de nuevo la frente de la abuela y salió de la habitación.
Luego salió del hospital y emprendió el viaje de regreso a casa, contenta por haber cumplido con la promesa de su hija.
Al hacer la visita al cúbículo, a eso de las dos de la madrugada, la enfermera descubrió que la abuela tenía entre sus manos un osito de peluche.
– Eso se lo ha dejado la mujer esa que se ha colado en este cuarto – pensó ella.
Pensando en la asepsia del recinto, cogió el peluche para llevárselo. Sin embargo no pudo sacarlo de entre las manos de la abuela que lo tenían bien aferrado.
– No es posible – pensó -. No debería tener fuerzas para mover ni un dedo y sin embargo no suelta el peluche.
Salió de la habitación y, tras comentarlo con sus compañeras, llamó al médico de guardia y le contó lo de su encuentro con Beatriz y su hallazgo del osito de peluche.
– Y, ¿me dice que no lo suelta la mujer?.
– Exactamente. No he podido sacarlo de sus manos.
– Pues – dijo el doctor -. Está claro que no quiere que se lo quitemos. Déjaselo. No pasa nada. Esta mujer está desauciada y lo único que necesita son ganas de irse.
– Esta bien, doctor – contestó la enfermera, aliviada por haber delegado la responsabilidad de aquella decisión.
La abuela murió aquella noche, a eso de las seis de la madrugada, con el osito en sus manos. Cuando sacaron la máscara de oxígeno vieron en sus labios una hermosa sonrisa.
Beatriz recuerda cada noche, cuando va a acostarse, aquella hermosa aventura.
Luego, se duerme abrazada a su osito.
Siento no haber podido ir contestando vuestros mensajes hasta hoy.
Sólo deciros una cosa: la historia es auténtica.
Muchas gracias a todos por vuestra visita.
Pienso en la necesidad de aferrarnos a algo ante tan adverso momento, para que nos de fuerza y que representa el cariño, el amor y la ternura de aquello que recibimos y damos durante nuestra vida.
Bello relato D. Luís
Muy bonito, agridulce..
Precioso relato, triste, pero con un final muy tierno. Un beso
Me hizo pensar…(que bueno), lamentablemente muchas veces estamos muy distanciados de nuestros seres mas queridos, sin verdaderamente recordar porque, nuestro querido amigo el orgullo nos esta consumiendo por dentro llenándonos de muchas cosas tristes, al final OJO POR OJO… EL MUNDO QUEDARA CIEGO.
Gracias por estar!!!
http://cornelivs.blogspot.com/2010/01/1-aniversario-del-manifiestro-por-la.html
Imposible detenerme, amigo. En el enlace de arriba encontrarás mas información.
Cuento contigo.
Gracias por anticipado y un enorme abrazo.
Si bueno, breve, bonito y barato, tres veces bueno!
Ya tardo.
Muchas gracias, Isabel por tu comentario. Pues si, es cierto que algunas veces los viajes nos separan de los seres queridos.
Me alegro, Jmdedosrius, de haberte provocado alguna lágrima.
También es cierto que me costó escribirla, por razones parecidas.
Sin palabras pero con alguna lagrimilla, bueno, sí, dos. Precioso y triste a la vez.
Salud.
Muy bello relato. La lástima es haber pasado años sin hablar con su madre… Un abrazo, querido amigo.