Las medidas anticrisis

– ¿Qué me estás diciendo? – el presidente se estaba alterando.

– Simplemente lo que oyes, Peter – le dijo el presidente de la cámara de diputados -. La propuesta está en una comisión y es fácil que prospere. La crisis lo justifica todo.
– ¿Y crees que me voy a quedar indiferente a la reducción de los sueldos de los ejecutivos?.
– Quizás no tengáis reducción. Se trata de limitar vuestros sueldos a doce veces el salario del empleado que cobre menos en tu empresa.

– ¿Y cuánto crees que estoy cobrando como presidente de una multinacional? – pulsó el botón del interfono -. Sara. Por favor. Hable con personal y pregunte cual es el sueldo más bajo en la empresa. Si. Espero… Ahora sabrás lo que cobro aproximadamente. Piensa que estamos en todo el mundo, salvo en algunos países demasiado pequeños ó demasiado pobres para abrir mercado. Perdona. Si. Dime, Sara. Muy bien. Gracias.

Apuntó unos números en un papel, hizo una operación y dijo:

– Mi sueldo está unas trescientas veces por encima de quien menos cobra en la empresa, aquí en Suiza. ¿Crees que me lo voy a rebajar por culpa de vuestras puñeteras leyes?.
– Si sale la ley no tendrás más remedio que hacerlo.
– Eso lo dirás tu – dijo el presidente -. Tengo formas de mantener mis ingresos reduciendo el sueldo. La gracia estriba en que aquí, en Suiza, me reducirán el sueldo y el resto lo cobraré en las islas Caimán.

– Lo que me dices no es precisamente un ejemplo de actitud social…
– ¿Me lo dices tu en calidad de persona ejemplar?. No creo que seas la persona más indicada para hablarme de esas cosas. Te estoy pagando una millonada para que acalles las comisiones que puedan investigar la explotación de niños en Africa, el silenciamiento de sindicalistas en América, los transgenicos que usamos de estranquis en nuestros productos, los espías que infiltramos en aquellas empresas que nos quieren investigar…
– Vale, vale. No sigas recordándome eso.
– Entonces, justifica tu sueldo y cierra este tema.
– ¿Si no lo consigo?.

– Estoy dispuesto a cambiar la sede central de mi empresa. Me la llevaré a otro país que no me imponga lo que he de cobrar – se levantó y le secundó el político. Fueron hacia la puerta -. Espabila y mueve las teclas necesarias.

Se dieron la mano y el político se fue.
– Sara. Haz un comunicado de prensa. Que diga que si se materializa la ley sobre los sueldos de los ejecutivos, cambiaremos la sede principal de la empresa a otro país. Pide también un estudio para saber lo que nos costaría este cambio.
– Pero…
– Resulta que nos van a sacar una ley para limitar los sueldos de los ejecutivos y no estoy dispuesto a aceptarla. Bueno. También podríamos subir los sueldos bajos.

– Me gusta su idea de subir los sueldos bajos – dijo Sara -. ¿También lo hará con los niños que recolectan cacao en Costa de Marfil?.
– No. Solamente en este país. Si subimos sueldos en Africa deberemos subir también los precios de nuestros productos y eso no nos conviene con la crisis.
– Fuera le está esperando el ministro de economía de Colombia.

– Dile que espere. He de ir al lavabo. Por cierto, se ha terminado el papel higiénico.
– Tenga – dijo Sara, tomó de su mesa un rollo de papel y se lo dio.
– Ah. Gracias – Desenrolló un palmo de rollo -. A ver… – leyó – «Código de conducta empresarial». Fantástico. Me encanta limpiarme con esto.