Alejandra envía un Email

Querido Papá.

Como verás llegué bien de Mexico y ya estoy felizmente en casa.
Así que ya podrás contestarme los mails.
Si te animas, claro.
Porqué, honestamente, no sé a que tienes miedo, Papá. No soy un monstruo que te va a comer, mi nada parecido…

Sólo soy una mujer usando su derecho de libre expresión…
Porqué existe y me encanta usarlo. Sabes que con lo que digo voy y que no me callo nada.
Sabes que también me retengo, hay cosas que callo, por no herir.
Pero más allá de la libre expresión, todavía me falta aprender que hay gente que no está preparada para recibir cierto tipo de palabras.
No hablo por los demás, todas son ideas propias, nadie me seca la mente.

Yo soy tu hija y hay algo que siempre voy a tener muy claro.
Una vez me dijiste: “padres puede haber muchos, madres solamente una”.

Hoy no te siento un padre.
Un padre escucha, aconseja, tiene palabras para cada momento, sabe controlar cualquier situación.
Sé que siempre intestaste ser el mejor padre, pero ¿por qué nunca supiste hacer la parte más hermosa?.
Un buen padre no es aquel que se desvive por sus hijos, trabajando dieciséis horas diarias para que tengan qué comer. Es meritorio, por supuesto.

Pero a mi, los billetes no me abrazan, no me secan las lágrimas cuando estoy triste, no me provocan una sonrisa con unas dulces palabras.
Tu dinero no me interesa. Puedes tener nueve coches más, cinco casas, miles de viajes.
Lo único que quiero de ti es un “te quiero” diario, un consejo, unas palabras.

¿Qué cuesta eso?.
Nada.
¡Y vale oro!.
Sentirme esquivada por ti, es horripilante, lo más bajo que has podido hacer conmigo. ¿Qué temes que te diga?.
Cuando llamas por teléfono empiezas hablando con alguien de casa y cuando me toca a mi hablar, tienes siempre una excusa para cortar la llamada.
Puta casualidad del destino que siempre tienes una llamada del ingeniero, del contable, la perra que se meó en el parquet, ó el perro del vecino que se está «moviendo» a tu perra en la calle.
Siempre te “salva la campana”.

A mi me chupa un huevo lo que esté pasando a mi alrededor, cuando me llamas, o son mis hermanos quienes lo hacen.
Se me para el mundo, cuando hablo con mi familia. La llamada en espera no existe, las ganas de mear tampoco, ni el timbre, ni nada.
¿Qué ganas con tus excusas?.

Pero te felicito igualmente.
Te ganaste el mejor premio del mundo.
¡A mi!.
Pero no mi persona.
Te ganaste mi cansancio, mi bajada de brazos, mis ganas de no luchar más.
Te ganaste todo eso, que ni tu sabes qué es.
Lo mejor que pudiste ganar, fue perderme.

Has perdido una hija. Una hija que tenía a su padre en lo más alto y que cayó a lo más bajo. Me he cansado de llorar por ti. Estoy cansada de echarme la culpa de lo del viaje a México, a tu boda y más, a sabiendas de que solamente dije que hace mucho tiempo, se me hizo extraño que mi padre se casara con otra mujer, pero la acepté y me encantaba para ti.

De la misma manera que a ti te parecía extraño que tu hija, la princesita, dejara de ser una niña y se convirtiera en una mujer con novio y encima con relaciones sexuales.

¿Qué vas a hacer?.
¡Basta de hacerte la víctima!.
¿Te vas a emborrachar?.
¿Vas a escuchar música con tu vaso de whisky?.
¿Vas a ser cobarde, para variar?.
¿Por qué, por una vez en la vida no te pones los huevos y me hablas?.
Eso es lo que quisiera. Simplemente.
Que me hables.
Pero no.
Como siempre, no.

Te quiero, papá.

Alejandra

No suelo dejar comentarios en mis escritos, pero éste lo merece. El texto no es mío, aunque lo he pulido, intentando mantener su espíritu. Quizás porqué me transporta a la infancia y me hace revivir silencios que también sufrí, me es difícil impedir que asome una lagrima, cuando lo leo.