Ernesto se enfada (final)

Paco entró corriendo en el bar.

– Santiago. ¡Mira esto! – dijo, entregando un sobre a su amigo.
Santiago lo cogió, lo abrió y extrajo una hoja. Leyó en voz alta:

– Queridos amigos. Esta es mi despedida ya que cuando leáis esta carta, no estaré ya a vuestro alcance.

– Es de Lucas – dijo Paco -. Sigue leyendo.

– Hace una semana – continuó leyendo Santiago – pude escuchar la conversación de un tío, llamado Ernesto, con su hijo, en un bar. El hombre estaba indignado con la empresa en la que trabajaba. Acababa de perder a su esposa y estaba destrozado. Por lo que entendí, la causa de la muerte de su esposa, había sido la política de su propia empresa. Durante unos días seguí al individuo y no me sorprendió que fuera a un determinado barrio a comprar una pistola. Al día siguiente aproveché para colarme en su casa, cuando su hijo había salido para ir a la universidad y él salía de viaje para traer el cuerpo de su esposa. En la casa descubrí, escondida, una carta dirigida al juez en la que se acusaba de matar a sangre fría al director de su empresa. Evidentemente, deduje, planeaba hacer uso de su pistola.

– No me costó mucho descubrir su lugar de trabajo, una importante empresa farmacéutica y allí acudí para intentar evitar el asesinato. Me afeité y me las arreglé para ocupar el lugar de uno de los muchachos de limpieza. Una vez dentro, conseguí me adjudicaran la limpieza exterior de los cristales del edificio. Cuando Ernesto regresó con el cuerpo de su esposa, celebró un funeral íntimo que aproveché para acercarme a él. Pronto intimamos y me contó sus planes. Intenté convencerle para que se dedicara a su hijo y dejara a un lado sus deseos de venganza. No tuve suerte. Le conté incluso mi historia y lo mucho que encuentro a faltar a mi hijo. Cuando supe que no tenía nada que hacer, tomé una decisión: iba a cambiar mi vida por la suya. Cuando leais este escrito serán hechos consumados.

– Sé que Ernesto tiene una entrevista con su jefe el miércoles proximo. Ese día estaré en el andamio de limpiar cristales, cerca de ese despacho. Debajo de mi mono de trabajo llevaré un traje. Cuando Ernesto haya hecho lo que tiene planeado, entraré en el despacho, por la ventana, lo reduciré y lo dejaré inconsciente en el andamio, que haré llegar a la parte superior de la fachada del edificio. Luego yo ocuparé su lugar y dejaré que me detengan. Lo que os pido es que os hagáis cargo de Ernesto y lo ayudéis a huir y a rehacer su vida. Termino. Gracias, Paco, gracias, Santiago, por tanto como me habéis dado durante el tiempo que os he tratado. Sois unas personas maravillosas. Firmado: Lucas.

– ¿Qué día es hoy?.
– Miércoles. ¡Hay que moverse ya!.

Fueron a la empresa farmacéutica. Fuera, junto a la entrada había un montón de coches de la policía y un par de ambulancias. Les alcanzó a ver como introducían una camilla con un cuerpo totalmente cerrado por una bolsa. Luego trajeron otra camilla. Paco reconoció a Lucas, a pesar de su aspecto pulcro, al cual no estaba habituado. Lucas le miró y sonrió, mientras decía:
– Por fin voy a ver a mi hijo…
Cerró los ojos y su cara se relajó. Estaba muerto.

Con lágrimas en los ojos, Paco y Santiago se alejaron de allí.

Aquella noche volvieron. Se habían disfrazado de personal de mantenimiento y no tuvieron problema para entrar. El guarda de la entrada les contó que Lucas había sido abatido por los guardaespaldas del director. Tenían intención de detenerle pero Lucas hizo ademán de disparar. Luego descubrieron que su arma estaba descargada.

Subieron al terrado y allí recogieron a Ernesto, aún dormido. Lo sacaron por el aparcamiento.

Durante días, Ernesto estuvo en el piso de Santiago, mientras éste hablaba con distintas organizaciones.
Al fin, un día, Paco y Santiago encontraron la forma de ayudar a Ernesto.
Lo enviaron a Africa, con su hijo.

Luego dedicaron su tiempo en conseguir que Lucas fuera enterrado junto a su hijo.
Ahora yacen ambos juntos por toda la eternidad.

María, la secretaria de la multinacional, sigue jurando que la persona que entró a ver a su jefe y el hombre que acribillaron, eran distintos, aunque nadie la cree.

En Africa, Ernesto tiene la mayor plantación de “Artemisa Annoa» del continente, que distribuye gratuitamente a la organización ANAMED y a todo aquel que lo pide. Gracias a ello, una planta que los laboratorios farmacéuticos rechazaron, está ayudando a curar a miles de enfermos de malaria en aquel continente.
Porqué la Artemisa Annoa está ocupando el lugar de los medicamentos contra la malaria que se dejaron de fabricar, por no ser rentables.