El temporal de nieve

Nadie esperaba el temporal en la multinacional.

Empezó a nevar a eso de la una del medio día. Sin embargo, a eso de las dos, aquella nevada se convirtió en algo mucho más importante.
La nieve que caía en grandes copos, empezó a cuajar.
Dentro, hubo quien empezó a hacerse preguntas. ¿Conseguiría llegar a casa cayendo lo que estaba cayendo?.

El director de la división farmacéutica fue el primero que tuvo las ideas claras.
Salió de su despacho y reclamó la atención de todos los que estaban en la oficina:

– Escucharme todos. No quiero a nadie por aquí dentro de cinco minutos. Iros todos a casa, antes de que os quedéis todos copados por la nieve. Ir a recoger a vuestros hijos al colegio y daros prisa, por favor. Esta nevada tiene muy mala pinta.

Al momento, todos recogieron sus mesas y en menos de cinco minutos no quedaba nadie.

Los miembros del comité de empresa también estuvieron comunicándose a través del correo. Casi de inmediato optaron por envial un mail a la dirección de la empresa solicitando se permitiera acortar la jornada, debido al temporal.
La respuesta fue casi inmediata: denegado.

Felisa no se lo pensó dos veces y empezó a recoger su mesa para irse a casa. Mientras lo hacía consideró la conveniencia de decirles a sus subordinados que se marcharan, pero al no saber de ningún superior suyo que se hubiera pronunciado al respecto, pensó que era preferible marcharse y siempre podría decir que no había autorizado la salida de sus subordinados. A malas, ella podría justificar su marcha, diciendo que había ido a hacer una visita a algún proveedor.

Al salir, mientras esperaba el ascensor, con el abrigo puesto, el bolso y su portátil, fue sorprendida por uno de sus chicos.

– ¿Te vas, Felisa? – le preguntó Pepe.
– Si. Es lo sensato – dijo ella aliviada al haberse abierto la puerta del ascensor. Luego entró y se cerraron las puertas.

– ¿Sabéis a quien me he encontrado en el ascensor? – preguntó Pepe a sus compañeros.
– No. ¿A quién?.
– A la jefa. Se acaba de largar.
– ¿A casa?.
– No se lo he preguntado. Pero, con la que está cayendo no me extrañaría.
– ¿Y nosotros?. ¿Te ha dicho que podemos irnos?.
– No. Bueno. Me ha dicho que lo sensato es irse.
– Pero no nos ha autorizado, ¿verdad?.
– Claro que no. ¿Aún no la conoces?. Nunca ha visto más allá de su ombligo…

A las seis de la tarde, la nevada empezó a remitir. La calle estaba repleta de coches parados. Prácticamente ningún coche podía salir del garaje de la multinacional por estar todo el tráfico paralizado. No funcionaban metro, autobuses, tranvías…

Los que llegaron a casa a su hora, fueron la división cuyo director había ordenado la marcha de todo el personal, algunos departamentos cuyos jefes fueron lo suficientemente sensatos como para permitir a su personal la salida temprana y aquellos que no pidieron permiso a nadie.
Personas que tenían muy claro que había un temporal y que era más importante su familia que el permiso para marcharse. Ellos entienden bien lo que es la conciliación de la vida laboral y familiar.

Es curioso pensar que aquella situación les sirvió a muchos para conocer un poco más a sus jefes y compañeros.
Lástima que la propia empresa no utilice estas situaciones para valorar a sus mandos.