Últimamente han aparecido en determinados aseos de la multinacional, unos avisos que algún gracioso ha puesto: «aquí hacemos el trabajo bien hecho».
– Buenos días Paco – le dijo Santiago al verlo entrar -. ¿Un cafetito?.
– Si, por favor, Santiago. Acabo de descubrir que el amor hacia mi esposa tiene su mejor demostración cuando la acompaño a comprar ropa. En la zapatería, cuando las dependientas la han visto entrar, se han puesto a temblar, pensando en el par de horas siguientes que iban a tener por delante.
– ¿Cómo van las cosas, Paco? – preguntó Santiago mientras servía el café -. ¿El trabajo bien?.
– Bueno. Divertido. La multinacional sigue intentando educarnos con sus filosofías baratas. Nunca entenderé como pueden creerse con derecho a machacarnos con sus maravillosas ideas. «Involúcrate», «planifica tus reuniones», que por cierto no deja de sorprenderme, ya que la asistencia a las reuniones no la decido yo. Son mis jefes los que lo hacen. En fin. No es otra cosa que basura ideológica. ¿Cuando entenderán que nos pagan por hacer un trabajo y que eso no les da derecho a hacernos asistir a cursos sobre las ocurrencias de algún gurú o a machacarnos con un sinfín de emails repletos de lemas estúpidos?. Por si fuera poco, todos los pasillos tienen también posters con más lemas estúpidos. Algún imbécil quiere convertir la empresa en una especie de iglesia intentando enseñarnos cómo hemos de portarnos.
– Bueno, Paco. Ya será menos.
– ¿Menos?. A otro idiota ó quizás al mismo, se le ha ocurrido que hemos de presentar unos objetivos a cumplir a lo largo del año. Evidentemente, mi único objetivo es ganar más dinero. Pues mira por dónde que ese es el único objetivo que no podemos poner. Hemos de ceñirnos a estupideces como «mejorar el trato con nuestros compañeros», «aportar ideas en las reuniones»…
– Quizás quieren ser consecuentes y mejorar la empresa – dijo Santiago.
– Te voy a contar una cosa. ¿Has leído algo por Internet sobre la multinacional?.
– No.
– Pues se ha montado un buen revuelo con una red social.
– ¿Si?. ¿Qué ha pasado?.
– Te cuento. Resulta que Greenpeace ha descubierto que la multinacional está comprando un aceite barato para uno de sus productos. Se trata de aceite de palma, que se compra en Indonesia. Resulta que para extraer este aceite, el proveedor de allí está talando a destajo bosques de palmeras en los cuales habita el orangután, que está quedándose sin habitat para vivir, lo cual significa su extinción…
– ¿Y tu empresa lo sabía?.
– Se supone que tienen un código de conducta empresarial y han de aplicarlo no únicamente con sus empleados. También a los proveedores y clientes. Greenpeace lo descubrió y la multinacional no le hizo ni caso cuando protestaron por ello. Luego hicieron un vídeo que publicaron en el Youtube. Ese anuncio fue visto por miles de personas que se indignaron con la actitud de la empresa.
– Reacionarían, supongo.
– Y tanto. Lo primero fue un comunicado diciendo que iban a cambiar de proveedor. Pero llegaba tarde. Estuvieron jugando con lo prohibido confiando en que no los iban a pillar. Tuvo que ser Greenpeace quien descubriera el pastel. Eso ya demuestra mala fé.
– Es verdad. Pero por lo menos han reaccionado…
– La historia tenía que haberse terminado aquí – continuó Paco -. Pero aún hay más. Resulta que en su día, cuando surgieron las redes sociales, la multinacional decidió apuntarse a una de ellas, en Facebook. El tiempo ha demostrado que fue ese un grave error. Para que una empresa esté en una red social, no ha de tener trapos sucios. Y ahí la cagaron. A raíz del vídeo de Greenpeace, los internautas han encontrado el lugar en el cual descargar su ira y lo están haciendo.
– Alucinante.
– Y aún hay más. Alguien puso en Facebook una foto del producto en cuestión, arreglada para que, en lugar de poner la marca original pusiera la palabra «Killer». La multinacional amenazó con eliminar las entradas con la foto retocada, por vulnerar la propiedad intelectual. Y eso ayudó a empeorar el ambiente y a extenderse la foto retocada.
– Increible – dijo Santiago -. El noble arte de hacer las cosas de la peor manera posible.
– Si – dijo Paco dejando una moneda en la barra -. Y lo que es peor. Se creen con derecho a darnos lecciones a los empleados.