Conversaciones en el hoyo 19. La Independencia

Cualquier golfista siente un verdadero cariño por el hoyo 19, tras jugar los anteriores 18 hoyos, ya que éste es, ni más ni menos, el bar de la casa club, en el que se olvidan todos los problemas que han ido surgiendo en el recorrido del campo de golf.

Como todos los miércoles, sentados alrededor de una mesa estaban tres personas que sudados y cansados, acababan de completar el recorrido.
—Bueno. Por una vez os he ganado a los dos —dijo Pascual, antiguo psicólogo que había trabajado varios años en la Innombrable y que en la actualidad, estaba jubilado.
—Cuando te falla el putt, malo —contestó Santiago, dueño del bar situado al lado de la Innombrable al que frecuentaba prácticamente, toda la plantilla de la gran empresa. Poco a poco, Santiago se había ido retirando del bar, al encontrar a una persona, capaz de regentarlo con la misma dedicación que él mismo. Añadió —:Duele mucho llegar al green con pocos golpes, para luego cagarla al necesitar tres ó cuatro para embocar la bola.
—Ah. Algunas veces la vida es injusta —apuntó Bronchales, antiguo subdirector de la Innombrable, jubilado cuatro meses atrás y que había necesitado la ayuda psicológica de Pascual para adaptarse a su nueva vida. Había estado a punto de perder a su esposa, harta de tenerle todo el día en casa, sin nada que hacer. Pascual le había hecho crearse actividades, unas con su esposa y otras sólo para él y poco a poco, se había restablecido la vida y el matrimonio de Bronchales —. Tengo que comprar un carro eléctrico —añadió —. Arrastrar un carrito en un golf es mucho mas cansado que hacerlo en un pitch & putt. He acabado agotado.
—Demasiado tiempo jugando pitch & putt. Que no tiene apenas que ver con el golf —dijo Pascual.
—Es cierto —asintió Bronchales —. ¡Menuda diferencia!. Aunque a mi me ha ido bien para dominar el juego corto.

—Bien les hubiera ido a los políticos catalanes aprender juego corto —soltó Santiago con intención —. Quizás no habrían acabado en la cárcel.
—¿Qué quieres decir, Santiago? —inquirió Pascual.
—Que si tu bola está en medio de un montón de árboles, no intentes ir al green. Llévala primero a la calle y desde ahí podrás tirar a green con garantías.
—Lo cual, traducido, sería…
—No proclames la independencia de forma unilateral cuando quien manda en el país son los herederos de la dictadura. Y por si fuera poco los políticos catalanes esperan a la segunda legislatura de la caverna.
—Y, ¿qué mas da la legislatura? —preguntó Bronchales.
—Es importante. En la segunda legislatura ya tenían a la prensa comiendo de su mano, a sus afines en tribunales de justicia y en la fiscalía. ¿Qué podía salir mal?. ¡Todo!.
—Quizás tengas razón —contestó Pascual.
—Creo que los políticos catalanes pecaron de ingenuos. ¿Cómo pueden hacer política unas personas que no ven lo evidente?.
—Quizás no tuvieron mas remedio…—insinuó Pascual.
—¿Cómo?.
—Imagínate que tu partido es sospechoso de cobrar comisiones en la obra pública. El famoso tres por ciento. Durante décadas te has beneficiado de ello, con la complicidad de los partidos estatales. Sin embargo, toda asociación de delincuentes tiene algún eslabón débil y el pastel sale a la luz. Y descubres sorprendido que esos partidos que antes miraban a otro lado, ahora no tienen mas remedio que investigar tus tropelías. Como estás en el poder de la comunidad, intentas retrasar las instrucciones abiertas por la justicia, cambias el nombre del partido y por fin, cuando apenas te quedan cartas para evitar la debacle, se te ocurre la idea: vamos a reclamar la independencia. Si sale bien, podremos hacer leyes a nuestra medida para evitar las causas judiciales abiertas.
—¿Una ley de amnistía?
—Exacto. Y si sale mal, habremos organizado un “sarao” de agárrate y no te menees. Y, eso si, con el pueblo del lado del partido corrupto y a favor de la independencia.

—Yo soy mas partidario —apuntó Bronchales—de la hipótesis de que realmente fue el pueblo quien pidió la independencia. Primero exigiendo el referéndum y luego la declaración unilateral. De alguna manera obligaron a los políticos a dar estos pasos.
—Te la puedo aceptar —dijo Pascual .—Aunque con serias dudas. En mi profesión como psicólogo he estudiado algo llamado “la espiral del silencio” que podría invalidar tu argumento.
—Habla. Soy todo oídos —contestó Bronchales muy interesado.
—Es una teoría creada por Elisabeth Noelle-Neumann. Viene a decir algo así como que la opinión pública no es otra cosa que un control social mediante el cual la sociedad adapta sus opiniones y comportamientos a la visión de la realidad que expresan como mayoritaria los medios de comunicación.
—Vamos, que nos manipulan —terció Santiago.
—Si. Pero no es eso lo importante —continuó Pascual—. A raíz de ello, las personas que no están de acuerdo con esa opinión mayoritaria, tienden a callarse por temor a que sean excluidos socialmente ó incluso marginados. Y esa es la espiral del silencio. De ahí que tampoco pueda decirse que el pueblo ha exigido a sus políticos que tomaron cartas en el proceso de independencia. Quizás haya sido así, pero también es posible que estuvieran influenciados por la espiral del silencio.
—Eso explica el hecho de que en los partidos políticos apenas hay voces disonantes. La mayoría de ellos publican argumentarios en los que se indica lo que se ha de opinar en todo. Y pobre del que opine distinto: es machacado sin piedad por sus compañeros de partido.
—Bueno. ¿Y con que teoría nos quedamos sobre el tema catalán?.
—Hombre —rió Santiago—. Cada una con la que quiera. No vayamos a crear entre nosotros un argumentario sobre este tema.

El adoctrinamiento

– Pase, señor Arcadas – el director de la agencia de asesoría de imagen, señor Duaso, estrechó la mano de su visitante y le hizo un gesto para que tomara asiento.

Tras cerrar la puerta de su despacho, se sentó en una butaca que estaba al lado del señor Arcadas, director de comunicación de la Innombrable.

– Usted dirá señor Arcadas, aunque a simple vista tengo la sospecha de que mi empresa podría hacer mucho por mejorar su imagen.
– No. No se trata de mi. Soy director de Comunicación de la Innombrable y quería encargarle una campaña de concienciación hacia los empleados.

– A ver, a ver. ¿La Innombrable no es esa multinacional que gasta al año millones en comunicados internos y que incluso tiene una revista que envía a sus trabajadores?, revista, por cierto que utilizo en mis clases como ejemplo de exceso de triunfalismo e intento de adoctrinamiento.
– Hombre, no es precisamente eso lo que hacemos. Nunca hemos intentado adoctrinar a nadie. Respecto al exceso de triunfalismo, es cuestión de puntos de vista.
– Y, ¿para que necesita su empresa los servicios de nuestra agencia? – preguntó Duaso.

– Queremos hacer una campaña explicando la importancia que damos en la empresa al recurso humano. En los últimos años hemos invertido mucho dinero en la formación de nuestros empleados.
– Por lo que me dice, sus empleados ya saben la importancia que les da la empresa. ¿Para qué es necesaria la campaña?.

– Siempre hay un porcentaje de empleados que están disconformes con los cursos que impartimos…
– ¿Quiere decir que los vendedores no están de acuerdo en asistir a un curso de ventas, que un mecánico no está de acuerdo con asistir a un curso de mecánica, que un químico no considera bueno un curso de química?.

– Los cursos no son, precisamente, sobre sus profesiones en concreto. Se trata de enseñarle lo que es el compromiso, la alineación, la priorización, el liderazgo, la responsabilidad…
– Vamos, adoctrinamiento.
– No es adoctrinamiento. Son actitudes que ayudan al profesional a hacer mejor su trabajo.
– Empiezo a entender un poco la necesidad de la campaña que quiere encargarme – dijo Duaso con una sonrisa.

– ¿Por qué dice eso?.
– Mire señor Arcadas. Su tiempo y el mío no nos permite estar mareando la perdiz, en una conversación como ésta. ¿Quiere que le sea franco?.
– Desde luego, señor Duaso – repuso Arcadas.
– Hablando claro, están ustedes insultando a sus empleados con los cursos que les están impartiendo.
– ¿Cómo?, ¿está usted loco? – saltó Arcadas.

– Deje que me explique – dijo con calma Duaso -. Cualquier profesional razonablemente bueno, ya tiene todas esas las actitudes que están ustedes enseñando en sus cursos. Precisamente, la selección de personal y el período de prueba de un nuevo empleado, tienen por objeto determinar si una persona tiene esas actitudes. El hecho de que a una persona se le haga asistir a esos cursos puede interpretarse como que la empresa duda de su buena profesionalidad. Y eso explica la razón de que haya empleados descontentos con la empresa.

– Bueno. ¿Pero se va a hacer usted cargo de la campaña?.
– Verá, señor Arcadas. Soy enemigo de las causas perdidas. Y lo que me pide es una causa perdida. Por muy buena campaña que le haga, no serviría para nada. Hace un año llevé a cabo la campaña de otra multinacional acerca de la importancia que le daban a mejorar la sociedad y poco después salió la noticia de que esa empresa explota a niños en África. Se fue todo mi trabajo al garete.

– ¿No estaría dispuesto si le pagáramos el doble de su tarifa normal?.
– No. Precisamente por uno de los principios que intenta inculcar a sus empleados: responsabilidad. Lo que tiene que hacer con este dinero que me ofrece es hacer un stage en Google ó en Apple e intentar averiguar cómo consiguen esas empresas que sus empleados estén orgullosos de trabajar en ellas. Quizás han sido capaces de eliminar el adoctrinamiento…

El señor Arcadas se levantó y fue a la puerta. Duaso se levantó, fue a él y le estrechó la mano.
– Siento no haber podido ayudarle, señor Arcadas.
– Yo también.
– Por cierto, pase por la mesa de mi secretaria que le dará hora para el dentista.
– ¿Cómo?. ¿Qué me está diciendo?. ¿Dentista?.
– Invita la casa, señor Arcadas. Tiene una limpieza bucal gratuita para eliminar su halitosis.
– ¿Halitosis?.
– Si – el señor Arcadas se puso como una grana. Duaso puso cara de sorpresa -. ¿Nadie se lo ha dicho?.

Cuando Duaso se sentó en su sillón, detrás de la mesa, descolgó el teléfono y marcó un número.
– ¿Ramona?. Hola, soy Duaso. Ya se lo he dicho.
– ¡Oh!. Gracias. No sabes el favor que nos has hecho. Llegamos a convocar un comité de dirección para ver como le decíamos a Arcadas lo de su halitosis y no fuimos capaces de encontrar quien se lo dijera. ¡Muchísimas gracias!.
– Tranquila, Ramona. Te enviaré factura de mis servicios y los del dentista.