Conversaciones en el hoyo 19: ¿Demo qué?

— Me ha gustado jugar a Texas Scramble(*)—dijo Santiago—. Me lo he pasado muy bien.
—Lo mejor es que convierte el golf en un deporte de equipo—añadió Juan—. Y hemos conseguido terminar el campo con un menos dos.
—Me encanta eso de que todos hagamos los mismos golpes—opinó Inés añadiendo entre risas:—. Y ayuda a leer bien el green cuando alguien tira antes que tú.
—El próximo día podemos probar la variante Wisconsin—sugirió Pascual.
—No tengo idea de lo que es esa variante—dijo Santiago.
—No me extraña que no lo conozcas—contestó Pascual—. Me lo acabo de inventar. Es el Texas, pero en lugar de elegir la mejor bola, se elige la peor. Eso será todo un reto para nosotros. Me gustará ver la diferencia de puntuación entre Texas y Wisconsin.


—Sometámoslos a votación—propuso Juan, riendo. Levantó el brazo—.¿Votos a favor?.
Todos los brazos se alzaron.
—Vale—concluyó Juan—. Siguiendo el procedimiento democrático, queda aprobado el Wisconsin Scramble para jugarlo el próximo día.
—Menos mal que alguien en este planeta utiliza procedimientos democráticos—rio Pascual.
—Claro. Aquí, entre nosotros sí que existe la plaza vacía—dijo Santiago que, al notar las caras de sorpresa de sus amigos, añadió —:uno de los filósofos griegos, quizás Platón, introdujo ese concepto. Se refería a que los diferentes responsables del pueblo, eso que ahora llamamos diputados, tenían que ir a la plaza (el parlamento) sin prejuicios, intereses personales, nada que pudiera influenciar negativamente al debate.
—Exactamente lo que tenemos en este país—dijo Pascual con sorna.

—En este país e incluso en el resto del mundo no existe la democracia—comentó Juan—. Lo que tenemos es un sucedáneo al que le han puesto el nombre de democracia. La historia del mundo no es más que el intento de unos hombres por dominar al resto. Siempre se ha hecho así y no cambiará. Lo único que ha cambiado son las excusas para que la gente crea que ha ido mejorando y tiene más derechos. Pero todo sigue igual.
—Separación de poderes inexistente, políticos que no cumplen las promesas electorales y que toman decisiones en base a los resultados de los sondeos electorales, prensa comprada por los partidos, corrupción impune…—resumió Santiago.
—Lo sorprendente es que hoy en día el político se ha convertido en un producto de consumo—añadió Pascual—. Tienen asesores que les indican cómo han de vestirse, peinarse, cómo han de gesticular, qué han de decir y cómo han de decirlo. Vamos, lo mismo que cualquier producto del mercado.


—A la larga contratarán actores. Al fin y al cabo no hacen otra cosa que decir lo que sus asesores les indican—dijo Juan—. Si encuentran un actor ó actriz de buena presencia, capaz de impresionar a la audiencia con sus discursos, ya tendrán al político que les conviene. Será igual que la música actual, creada por un algoritmo.
—¿Cómo?. ¿Un algoritmo?—preguntó Inés.
—Hoy en día hay programas a los que les dices que creen una canción del estilo de cualquier cantante y te la compone. ¿Cómo creéis que hacen la música hoy en día?—repuso Juan—. Si utilizamos un buen algoritmo y preparamos a un buen actor, ya tenemos a nuestro presidente Kennedy del siglo veintiuno. O, aquí en este país, a una buena imitación del anterior presidente, incluso incluyendo en sus palabras, estúpidas expresiones como las que él utilizaba.

—Dios nos libre—suspiró Santiago—. Pensar que a alguien se le pudiera ocurrir crear un doble de Aznar me revuelve el estómago.

—Yo imagino un país democrático como aquel en el que las propuestas de la gente son sometidas a votación—explicó Pascual—. Y el gobierno está formado por gestores que se limitan a llevar a cabo las propuestas que han sido aprobadas. Sin partidos políticos, únicamente gestores, también elegidos por el pueblo.
—Hermoso…—contestó Juan—. Un país autosuficiente. Y añadiría que debería fomentarse la cultura para que eso funcionara.
—Olvídalo—Santiago lo tenía muy claro—. Un país con una verdadera democracia dejaría en mal lugar al resto, con sus falsas democracias. Se descubriría el pastel y eso es algo que nunca permitirían. Ese país sería machacado por el resto del mundo.
—Muy a mi pesar estoy de acuerdo—dijo Pascual—. El hombre es así: necesita dominar a los demás. Una verdadera democracia sería perder ese poder que tanto anhela.


(*)Texas Scramble: Modalidad del golf por equipos. Tras salir todos los jugadores del tee, eligen la bola mejor colocada y desde ese punto vuelven a jugar todos el siguiente golpe, y así sucesivamente hasta acabar cada hoyo.

Conversaciones en el hoyo 19: el pro.

Una vez mas, sentados en la terraza de la casa club del golf. Esta vez eran cuatro. Acababan de jugar un pro-am y los tres amigos habían decidido invitar a una cerveza a su contrincante profesional. Como su nombre indica, un pro-am es una salida al campo en la que juegan amateurs junto a un profesional. En este caso, el profesional era Ernesto Padilla, la gran promesa del golf, campeón de varios campeonatos internacionales, entre ellos dos Masters.
—Muchas gracias por jugar con nosotros—agradeció Bronchales—. Sobre todo, por tu paciencia.
—No hay de qué—respondió Ernesto—. Me lo he pasado muy bien. Sois muy buena gente.
—¿Puedo hacerte una pregunta?—dijo Pascual.
—Sospecho cual será. Adelante. Dispara.
—¿Por qué dejaste de competir?.
—He acertado con la pregunta—repuso Ernesto—. Sabía que sería ésta. La versión resumida de la respuesta es porqué ya había ganado dinero suficiente para el resto de mi vida.

—¿Y la respuesta extendida?—preguntó Santiago.
—Esa te va a costar otra cerveza—contestó haciéndole un guiño a Santiago, que se giró hacia la barra del bar e hizo una señal al camarero—. La verdad es que estaba harto. No sabéis lo jodido que es tener que jugar casi todas las semanas del año. Tu físico se resiente, has de viajar sin parar, has de acceder a todas las entrevistas que quieran hacerte, con una sonrisa. Eso durante años y mas años. Con el tiempo pierdes la afición ya que cada swing que haces tiene un precio. Quizás por eso me lo he pasado tan bien con vosotros: porqué hemos charlado, nos hemos reído. En un Máster no puedes hablar con la persona que juega contigo, ya que éste está concentradísimo y tu has de concentrarte también. Sabes que si en un campeonato no sales en la televisión, vas a perder dinero y eso significa que has de estar entre los diez primeros si quieres que las cámaras se fijen en ti y así tus sponsors sigan pagando. Eso no es golf. ¿Os canso con lo que os cuento?.

—En absoluto. Sigue.
—También estaba harto de tener que llevar mi ropa llena de escudos y logotipos de marcas diferentes, de tener que jugar con el material que me hacían llevar. Con lo a gusto que estaba con mis palos de siempre que, por cierto son los que he llevado hoy. Resumiendo: estoy harto de tener que ser el mejor.
—Estoy de acuerdo contigo—dijo Pascual—. Nuestra sociedad quiere únicamente triunfadores. Son las únicas personas a las que valora. Yo todavía me sorprendo cuando veo a Nadal en una pista de tenis. Va de lesión en lesión, debido al machaque de todos los años que lleva jugando y el tío sigue jugando. Y que pena de tenis el de ahora. Ahora gana quien tiene el saque mas potente y poco mas. Antes había jugadas bonitas. Quizás por eso sólo veo partidos femeninos en los que juega mas el cerebro que lo físico.
—Pues te habrás dado cuenta—añadió Bronchales—de que las mujeres tenistas se pintan los ojos para jugar los partidos.
—Imposición de las marcas e incluso de los organizadores de los torneos—dijo Ernesto—así como todo ese lenguaje no verbal que los entrenadores obligan a hacer a los jugadores: esos puños cerrados tras ganar un punto con expresión de ser el mas macho o la mejor hembra de la manada…
—Hace años, los jugadores aplaudían las jugadas buenas de sus contrincantes. Ahora todo es espectáculo. Ya no es ni deporte—añadió Ernesto—. Fijaros en Jon Rahm. Es un buen jugador de golf y sin embargo no le dejan ser tal como es. Ya no puede cagarse en todo cuando falla un tiro, o tirar el palo al suelo. Ha de ser tal como los demás quieren que sea: nosotros te pagamos, tú haces lo que te digamos.

—Ya ves, Ernesto que estamos de acuerdo contigo.
—Eso merece otra jornada en la que podamos jugar de nuevo los cuatro. Propongo juguemos los cuatro una vez al mes—propuso Ernesto y además añadió—sin pagar un euro por jugar conmigo.
—¿Lo dices en serio?—preguntó Pascual, emocionado.
—Desde luego. Tengo unas inmensas ganas de disfrutar de la sensación de un buen swing, de un buen aproach, de un buen putt, sin importarme para nada si gano o pierdo. El deporte es eso: un conjunto de movimientos que te provocan una buena sensación, independientemente de si ganas o pierdes. Me encanta cometer un error para luego ponerme a prueba con el siguiente golpe: el reto de solucionar el error. Y eso no lo he experimentado hasta hoy— sonrió—. Bueno, también antes de ser profesional jugaba así. Pero ni me acordaba.
—Por mi parte no hay problema. Al contrario—dijo Pascual.
—Ni por el mío. Me encantará—añadió Santiago.
—¿Dónde hay que firmar?—preguntó riendo Bronchales.