El concurso de anécdotas

 
– Te digo que es verdad.
– ¡No puedo creerlo!. ¿De verdad la Innombrable ha organizado un concurso de anécdotas sobre nuestra vida laboral?.
 
Pascual, el dueño del bar, dejó dos cañas sobre la mesa y regresó a la barra.
– Pues si – dijo Cristina .- Eso si tienes una anécdota interesante que además, sirva para mejorar el buen nombre de la Innombrable…
– ¿Hay que dejar bien el “buen nombre” de la empresa? – inquirió Ramón.
– Hombre. Sólo si quieres ganar el concurso.
– Pues ya puedo descartar lo de Noruega…
– ¿Qué pasó en Noruega? – preguntó Cristina.
– Nada. Que sus habitantes hicieron un boicot a los productos de la Innombrable, debido a las muertes de bebés que la multinacional había provocado en África, con sus leches maternizadas.
– Bueno, es lógico que lo hicieran. Pero eso no es una anécdota.
– No. Realmente no lo es. La parte divertida no te la he contado – dijo Ramón .- La Innombrable, de estranjis, cambió la marca de todos los productos boicoteados, evitando así el bloqueo. Ahora los noruegos siguen comprando, sin saberlo, productos de la Innombrable. Es la gracia de las multinacionales, que tienen muchas marcas para ir jugando con ellas. 
 
– No te sirve para el concurso – dijo Cristina riendo.
– Pues… – bebió un trago.
– ¡Ya sé! – exclamó .- La historia del jefe de almacén que tenía una tienda en la que vendía aquellos productos que había marcado previamente en el almacén como defectuosos.
– Tampoco.
– ¿Quizás lo que me dijo un especialista a raíz de la campaña mediática de Greenpeace contra a La Innombrable, por permitir la deforestación de bosques al comprar aceite de palma a unos proveedores que estaban arrasando con todos los bosques de Indonesia?.
– Tampoco sirve – dijo Cristina .- Por cierto, ¿qué te dijo?.
– ¿Quién?.
– El especialista.
– Ah. Que Greenpeace había avisado con antelación a la otra multinacional que también se abastecía en el mismo país, para que no saliera en la foto cuando lanzaran la denuncia.
– Muy lógico. Guerras entre empresas – observó Cristina .- Seguro que en otra ocasión la cosa irá a la inversa, en función de quién pague más sobornos.
– Totalmente de acuerdo, aunque le dije al especialista que casos así no te eximen del pecado cometido. Es el típico “y tú más” que tanto se emplea en ciertos ámbitos políticos.
 
– Bueno. Aún no tienes una anécdota que pueda servir para el concurso.
– ¿Sirve explicar rolletes sexuales en la empresa?. Los hay abundantes y variados, como el caso que duró semanas: un ascensor quedaba parado una media hora, entre dos pisos y, casualmente, quedaban encerrados en él un hombre y una mujer, siempre los mismos. Que mala suerte, ¿no?; ¿tal vez la historia del proxeneta de la Innombrable?, ¿el jefe de informática que regalaba ordenadores a sus amiguetes?, ¿los diversos y variados psicópatas que mandaban en algunos departamentos?, ¿los misteriosos silencios de la prensa cuando algún periodista  descubría cualquier trapo sucio de la Innombrable?, ¿los directores que utilizaban al personal de mantenimiento para hacer mejoras en sus casas?, ¿el misterioso caso del chalado que cortaba con unas tijeras los cables de los ratones de sus compañeros?, ¿los dos chavales que birlaron un palet entero de ordenadores?…
– ¿Qué dices?. ¿Un palet entero?.
– Si. Un palet entero. Pero los pillaron días después. Eran dos trabajadores de una empresa externa. La gracia está en que despidieron a absolutamente todos los de esa empresa, unas diez personas más. Evidentemente, aquellos que no tenían nada que ver con el robo, pusieron una demanda.
– ¿La ganaron?.
– No lo sé. Lo que me consta es que uno de ellos era hijo de una empleada y ésta fue llamada por su jefe, quien le indicó que si quería seguir trabajando en la Innombrable, tenía que hacer que su hijo se retirara de la demanda.
– ¿Se retiró?.
– Desde luego.
 
– La Innombrable parece un partido político. 
– Son prácticamente iguales. Al fin y al cabo tienen el mismo fin: el dinero. Los unos no tienen reparo en gastar los fondos de la seguridad social en otras cosas, en recortar ayudas a la dependencia, en poner trabas a la justicia que juzga a sus corruptos, e incluso prohibirnos protestar. A los otros no les tiembla la mano cuando se trata de sobornar a políticos, mentir a los consumidores, acallar noticias y extorsionar empleados.   
 
– Menudo panorama – suspiró Cristina mientras sacaba el móvil del bolso. Marcó un número y esperó.
 
– Cariño. Hola guapo… – miró a Ramón y vocalizó sin voz: “mi marido”. Éste sonrió .- Te llamo para decirte que voy a llegar tarde… Si. Ya sé, pero me han convocado a una reunión inesperada… No. No creo que sea importante. ¿Te encargarás de dar la cena a los niños?. Gracias. Te quiero. Hasta luego.
– ¿Y eso?.
– Después de lo que me has contado, necesito hacer algo perverso. Necesito sexo… Hoy voy a hacer de Felisa y tu de subdirector. Te voy a hacer un trabajo inolvidable, bajo la mesa.
 
Ramón notó un principio de rigidez en su entrepierna y se apresuró a decir:
– Voy a pagar – y salió casi corriendo hacia la barra. Después de pagar a Pascual, regresó a la mesa, cogió de la mano a Cristina y se dirigieron a la puerta.
 
– Conste que Felisa ya no “trabaja” al subdirector. Ahora se deja trabajar por el arribista. Malas lenguas dicen que tiene muy buena lengua para estas cosas.
– Llegará lejos – dijo ella riendo .- Por cierto, ¿cómo ha ido tu “trapi” de la venta de aquella fábrica de la Innombrable?.
– Perfecto. Acabo de cobrar los treinta mil euros de la comisión que me ofreció el comprador bajo mano, por echarle un cable en las negociaciones. ¿Serviría eso como anécdota?. ¿Ganaría el concurso?.
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